NUESTRA APARENTE RENDICION

¿Ya apareció su hijo?: El calvario de las madres de los desaparecidos en Jalisco

Lupita Aguilar Lupita Aguilar Lupita Aguilar

 

Reportaje Ganador del Premio Jalisco Periodismo 2014, Categoría Prensa Escrita.

Lupita, Naty y Mayra, como muchas otras madres de Jalisco, han tenido que escuchar decenas de veces las mismas preguntas: ¿En qué andaba metido su hijo? ¿Qué más sabe de él? ¿Ya apareció? Como si la pena de tener un hijo desaparecido no fuese suficiente han sido ellas, con sus propios medios, quienes han emprendido la búsqueda de José Luis, Dalia y Toño. Las autoridades en Jalisco ni buscan ni registran ni investigan las desapariciones.

 

Tres madres, tres historias: un mismo proceso

Desde que Dalia Guadalupe Cruz Guerrero desapareció el 30 de septiembre de 2010 ha sido su madre, Naty, la que ha tenido que dejarlo todo para salir a buscarla porque rápidamente entendió que a las autoridades esto no les importaba: “Tengo un gran coraje porque no sé si soy pendeja o muy tolerante porque bien sé que en estos casi cuatro años las autoridades no han hecho nada”. Dalia desapareció en los límites entre Jalisco y Zacatecas cuando viajaba en compañía de su esposo y dos amigos.

 

Naty recabó nombres y teléfonos de personas que podrían decir qué rumbo tomó el vehículo en el que viajaba su hija. Rastreó todos los indicios en su natal Ahualulco para saber quién o quiénes podrían estar involucrados; sin embargo, nada ha sido catalogado como importante para la Agencia No. 12/C, especializada en desapariciones, de la Fiscalía General. Ahí su expediente sólo ha cosechado polvo y ella “puras amarguras” que ha tenido que convertir en fuerzas porque Naty es quien ahora se hace cargo del hijo de Dalia.

Lupita tiene tres años y ocho meses buscando a su hijo José Luis Arana, el cual desapareció el 17 de enero de 2011 en Tonalá, luego de salir manejando su camioneta de una gasolinera. Ella, hasta ahora, ha sido la artífice de toda la información que se ha generado sobre el caso, aunque al principio no fue así porque ella confío en la autoridad.

Cuando José Luis desapareció, ella y su familia tuvieron que esperar 72 horas porque las autoridades les dijeron que “eso marcaba la ley”, hoy saben que no es así. También retiraron de redes sociales la foto de su hijo porque “eso entorpecía las investigaciones”, hoy saben que esto fue un error. Así esperaron hasta aquel 15 de abril de 2011 cuando Lupita decidió salir a buscar a su hijo cansada de recibir nada.

Lupita fue de las primeras madres que en un evento público increpó al ex presidente Felipe Calderón sobre los desaparecidos. Fue un 7 de septiembre de 2011 cuando armada de valor lo interrumpió para pedirle le ayudara a encontrar a José Luis. Calderón la escuchó, prometió ayudarla, pero todo quedó en promesas.

Ha “vivido las de Caín” porque ha hecho cosas inimaginables por encontrar a su hijo: es asidua visitante de la morgue, ha estado presente en las exhumaciones de las diversas fosas clandestinas encontradas en Jalisco, se ha entrevistado con procuradores, peritos e, incluso, con los que presuntamente se llevaron a José Luis. Como muy pocas, Lupita, conoce los recovecos del sistema de justicia local, pues ha mostrado sus ineficiencias en el registro de los desaparecidos, sus imprecisiones al momento de identificar a las víctimas y los constantes obstáculos que les ponen a las familias cuando, pese al miedo, deciden no sólo levantar las denuncias sino hacer ellas mismas las investigaciones.

Fue ella, y no la Fiscalía, la que localizó y trajo a Jalisco la camioneta en que desapareció su hijo, pues de tanto buscar logró encontrarla en un corralón en Manzanillo, Colima. El vehículo estaba ahí desde el 2 de marzo de 2011 relacionado con una balacera, pero nadie investigó nada a pesar de que la camioneta tenía reporte de robo desde enero de ese año.

Lupita viajó hasta Manzanillo y, como pudo, logró entrar al corralón para revisar el auto. Ahí encontró ropas de su hijo, manchas de sangre y los recibos que comprueban que el vehículo salió de Jalisco hacia Colima, el mismo día de la desaparición. Exigió a las autoridades que viajaran para realizar los peritajes correspondientes y trasladar la camioneta a Jalisco, ni una ni otra cosa pasó. Fue ella quien con su dinero, en junio de 2011, trajo la camioneta para que los peritos jaliscienses la pudieran examinar.

A la fecha, la camioneta fue regresada a la familia: “pero hemos descubierto que el peritaje no ha sido integrado a la averiguación previa”, comentó Lupita, para quien esto es una grave omisión porque ésta es clave en la investigación. Personal de la Fiscalía General, le comentó que pronto le entregarían el peritaje realizado dos años atrás. Esto no ha pasado.

Mayra, vive las mismas circunstancias, su hijo Antonio Reynoso desapareció el 30 de agosto de 2013 luego de ser detenido por elementos de la Comisaría de Seguridad Pública del Estado de Jalisco en la colonia Balcones de Santa María en San Pedro Tlaquepaque. Ese día, Toño, fue detenido junto con José Luis Álvarez, Cándido López, Mariano López y Víctor Luna por policías encapuchados que sin orden de allanamiento o aprehensión llegaron al lugar tripulando diversas patrullas que tenían tapadas las placas y el número de identificación. Mayra llegó al lugar justo cuando Toño era subido a una de las patrullas: “Yo vi a mi hijo, yo lo reconocí, yo lo vi sangrando, yo vi cómo se lo llevaban. En el expediente aseguran que brincó una barda y huyó, pero yo vi cómo se lo llevaron”, precisó Mayra. 

Sin embargo, ni Toño ni José Luis fueron presentados en ningún Ministerio para ser consignados por el delito de robo de vehículos del que se les acusaba, como sí lo hicieron con Víctor Luna y los hermanos Cándido y Mariano López, quienes fueron trasladados el 31 de agosto a la Unidad de Investigación de Robo de Vehículos de la Fiscalía Central.

De José Luis se supo que había pagado 40 mil pesos a los policías para que lo dejaran libre, pues éste marcó -una semana después del hecho- para contárselo a la familia Reynoso Hernández y para saber qué había pasado con Toño, pues supuestamente él había pagado para que los liberaran a los dos. Cosa que no sucedió porque, como narra Víctor -uno de los detenidos-: “Toño fue bajado de la patrulla para recibir la descarga directa de la batería del vehículo, después lo pusieron en la parte trasera de la patrulla”.

De un año a la fecha, Mayra ha tenido que luchar contra todo el aparato institucional de la Fiscalía General, pues al tratarse de una desaparición cometida por policías ha tenido todo en su contra, pues el propio Fiscal, Luis Carlos Nájera, ha asegurado que: “Toño nunca desapareció porque nunca fue detenido. Toño está prófugo”.

Me siento muy desilusionada y me da mucho coraje porque parece que aquí la que miente soy yo, pero por qué yo habría de inventar la desaparición de mi hijo”, señala Mayra, quien al igual que Lupita y Naty ha descubierto que los desaparecidos no son tema ni prioridad para las autoridades, pues cada que va a pedir informes en la Agencia 12/C sobre su caso escuchan: “¡Usted que más sabe señora! ¿Tiene un nuevo dato? ¿Ya lo encontró?”.

 

La unión que se gesta tras la desaparición

Las historias de Lupita, Naty y Mayra tienen diversos puntos en común que terriblemente narran la situación de las familias de desaparecidos en Jalisco: nula investigación y procuración de justicia por parte de la Fiscalía General y la Agencia 12/C, re victimización y criminalización tanto del desaparecido como de sus familiares, inacción y opacidad en relación a la información sobre el avance de sus investigaciones. Esto aunado a que deben ser las víctimas quienes inicien la búsqueda porque si esto no sucede nadie desde la estructura institucionalidad buscará a sus familiares.

Lupita, Naty y Mayra forman parte de Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos en Jalisco (FUNDEJ) y desde sus vivencias han acompañado a otras madres en su proceso de búsqueda. Ellas recomiendan, ante la inoperancia de las autoridades locales, hacer por sus propios medios, la búsqueda de sus familiares. Piden no acudir ni a la Fiscalía de Derechos Humanos de la Fiscalía General ni a la Comisión Estatal de los Derechos Humanos porque ahí sólo serán re victimizados y juzgados. También consideran importante, pese a los malos resultados, interponer su denuncia por la desaparición aquí en Jalisco pero después ir a ratificarla ante la Procuraduría General de la República en el Distrito Federal porque sólo así podrán ejercer presión para que la Fiscalía General trabaje o, al menos, les dé acceso a sus expedientes, pues a muchas de las familias de desaparecidos esto se les niega.

De acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y Extraviadas del Secretariado del Sistema Nacional de Seguridad Pública existen, desde 2007, en Jalisco 2 mil 230 personas desaparecidas. No obstante, estas cifras se ponen en duda cuando se sabe que en lo que va del año (hasta el 3 de agosto) se han presentado en la Agencia 12/C de la Fiscalía General: mil 745 denuncias por desaparición.

Ante la opacidad de la Fiscalía General sobre el tema no es posible saber cuántas de estas personas aparecieron y cuántas más continúan desaparecidas. Aquí en Jalisco, como bien lo saben Lupita, Naty y Mayra, hay una obsesión por desaparecer a los desaparecidos.

 

 

Desaparecer en Tala: entre el miedo y el silencio

El silencio es su relato porque hablar las cosas o hacerlas públicas en el municipio de Tala implica un riesgo para sus habitantes. Muchos prefieren callar porque quienes amenazan, extorsionan, levantan y desaparecen a las personas en este pequeño municipio de la región valles circulan armados todos los días por sus calles con el beneplácito de la autoridad.

Tala, con no más de 70 mil habitantes, está a tan sólo una hora de Guadalajara. Es un municipio pequeño reconocido por su ingenio de azúcar, por sus asentamientos arqueológicos y por la leyenda de los gigantes que dos veces arrasaron con todo. Hoy, el crimen organizado, es un nuevo gigante que amenaza con cumplir las antiguas leyendas.

Existe miedo porque lo único que es igualmente proporcional a desaparecer en Tala es el miedo que existe para denunciar a todos los hombres y mujeres que desaparecen casi a diario en este municipio. En menos de un año en este lugar han desaparecido más de 30 personas y en los últimos tres se registran más de 80 desapariciones.

“Aquí en Tala andamos con miedo, aquí hay muchos pero muchos desaparecidos pero a sus familias les da miedo denunciarlo, les da miedo siquiera compartir su foto o decir que se los llevaron los matones porque aquí las autoridades no hacen nada, no hay justicia”, precisó María Cipriana, quien busca a su hija María Juana Robles desde el año 2000. 

Ella es de las madres que en Tala más tiempo ha vivido este calvario, pues no sabe nada de su hija desde que se fue a trabajar a un centro nocturno en Ahuislulco, mismo lugar donde en mayo de 2012 fueron liberadas 12 personas secuestradas por presuntos integrantes de “Los Zetas y el Cártel del Milenio” quienes tenían planeado su muerte para dejarlos como un mensaje de venganza, tal y como sucedió con las 18 personas que fueron abandonadas el 9 de mayo de 2012 en la carretera a Chapala en el municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos. Las personas secuestradas en Tala, a decir de los testimonios de los victimarios, terminarían ese mismo día debajo de los Arcos del Milenio, lugar en donde meses antes (24/11/11) se encontraron 25 cadáveres.

En Tala la gente, sobre todo los jóvenes, son levantados y desaparecidos “al azar” como confesó, Juan Carlos Antonio Mercado, líder de Los Zetas en la región valles y responsable del secuestro de las 12 personas en Tala. Éste fue detenido en este municipio el 12 de mayo de 2012; sin embargo, los levantones y las desapariciones persisten.

 

Trastocando el relato: visibilizar y hablar de los desaparecidos en Tala

Cansados de esperar nada y ante la omisión de las autoridades municipales, las familias de los desaparecidos en Tala se congregaron el 31 de agosto en el Templo de San Francisco de Asís para ofrecer una misa a sus desaparecidos, para recordarlos y para recordarse que sólo unidos podrán salir a delante. 35 fueron los retratos de desaparecidos que se colocaron en una pizarra a un costado del altar: 29 hombres y seis mujeres. 

La misa se ofició un día después de que se celebrara el día internacional de las víctimas de desapariciones forzadas y sirvió como una manera de romper el silencio porque en Tala las cosas no están bien desde hace varios años y de eso hacen eco las charlas cotidianas, pero hace falta algo más: la solidaridad. Por ello, el vicario del templo, Alfredo Gómez, precisó en la homilía: “No estamos aquí para juzgarlos. No estamos aquí para decir que hicieron algo malo porque eso no lo sabemos. Estamos aquí para pedir que puedan volver a casa”.

Son muchas las razones por las cuales, María Cipriana, acudió ese día al templo; la principal, la desaparición de su hija María Juana Robles de la cual no sabe nada desde el año 2000 cuando la dejaron de ver en el centro nocturno en el que trabajaba en Ahuisculco. Su otra razón fue pedir por el descanso de su nieto e hijo de María Juana, Omar Alejandro Lozano Robles, al cual acribillaron, el 21 de junio de 2013, un par de gatilleros que todavía eran visibles, por la polvadera que levantaba su camioneta, cuando la policía municipal de Tala llegó al lugar de los hechos y se negó a ir tras ellos.

“De mi hija no he sabido nada. La he buscado por todos lados, le he pedido ayuda a las autoridades en Tala y nada. Ese día que desapareció fui al Ministerio Público y sólo me dijeron que peinarían la zona. Nunca me tomaron mi declaración”, explica María Cipriana, quien además recuerda cómo los distintos presidentes municipales de Tala prometieron ayudarla pero ni buscaron a su hija ni han hecho justicia en relación al homicidio de su nieto.

“El día en que me mataron a mi niño, nada hicieron. Sucedió cerca de mi casa, llegó una camioneta salió un matón le disparó a él y a otro amigo, salieron volados en el carro dejando una polvadera… Cuando llegó la patrulla, la mamá del otro muchacho les dijo: sigan a los matones, síganlos, allá van síganlos, ni uno se movió. Nos dijeron que con los casquillos bastaba, pero va un año dos meses y nada”, explicó María Cipriana. De acuerdo al Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, hasta el 31 de agosto de 2014, en Tala sólo han existido dos homicidios. Las historias cotidianas que aquí se oyen no estarían de acuerdo con esto.

Encontrar a su hijo Gregorio Pérez Muñoz fue la causa por la que María de Jesús Muñoz, acudió a esa misa. Con unas rosas blancas y con un recuerdo bien reciente narró cómo no sabe nada de él desde el primero de agosto de este año cuando muy temprano salió de Tala con rumbo a la comunidad de La Venta en Zapopan. Ya no regreso.

“He ido a todos lados a buscarlo, pero nadie lo ha visto. Él trabajaba en las obras poniendo instalaciones eléctricas, él trabajaba ahí en una empresa en La Venta, pero tampoco ahí llegó esa mañana”, contó María de Jesús para quien todo esto es muy preocupante porque Gregorio siempre le avisaba en dónde andaba o a dónde iba; sin embargo, ese día cuando ella lo esperaba a las seis de la tarde, éste ya no volvió.

Ella no sabe qué ha pasado con su hijo, no sabe a dónde pudo haber ido porque ese día, a diferencia de otros, no se llevó sus cosas como siempre. María de Jesús, a pesar del miedo que existe en Tala, sí presentó su denuncia el 3 de agosto de 2014 en la Agencia 12/C, especializada en desapariciones, de la Fiscalía General. Ahí le asignaron la averiguación previa 1745/2014. Lo leyó Usted bien: mil 745, lo cual significa que en Jalisco hasta ese 3 de agosto se habían denunciado la desaparición de mil 745 personas.

De acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y Extraviadas del Secretariado del Sistema Nacional de Seguridad Pública existen en Jalisco, desde 2007, 2 mil 230 personas desaparecidas. El número de averiguación previa asignado a María de Jesús pone en dudas la cifra oficial.

Los casos siguen, como el de Héctor Salvador Quintero Salazar, desaparecido el 31 de enero de 2014, de él se sabe que fue baleado y levantado en pleno centro de Tala por un grupo armado que se lo llevó por haberse negado a trabajar con ellos. Así también pasó con Gerardo Padilla Castillo, a quien dispararon y levantaron el 7 de diciembre de 2013 por las mismas razones. Lo mismo pasó con Salvador Salazar Vega, a quien se llevaron el 4 de abril de 2014 por negarse a colaborar con el crimen organizado.

Este modus operandis es el mismo que también denunciaron otras familias, las cuales solicitaron el anonimato, pues tienen miedo de directamente decir que a su esposo, hijo u hermano se lo llevaron por decir: NO. También temen expresarlo de manera pública porque saben que muchos de los que levantan y desaparecen a las personas en Tala también forman parte de la policía municipal o se pasean por las calles impunemente.

Por ello, todas las familias que estuvieron presentes en la misa saben que las 35 fotografías presentes en misa representan sólo a la mitad de los desaparecidos que tiene Tala, pues hubo familias que prefirieron no mandar su foto por el miedo que les provocaba el hecho de que a la misa fueran a ir los mismos que se llevaron a sus familiares. El miedo es latente.

Ante la ola de desapariciones, el presidente municipal de Tala, Antonio López Orozco, dijo que la responsabilidad de las investigaciones es únicamente de la Fiscalía General y que él lo único que puede hacer es acompañar a las víctimas: “Lo que me preocupa a mí es la estabilidad del municipio y el que se pueda evitar que se sigan dando estos hechos”, mencionó en entrevista para Milenio Jalisco (02/09/14). El alcalde confesó que desconoce cuántas personas desaparecidas hay en Tala y desde cuándo es que éstas han desaparecido.

 

Tan lejos de la paz, tan cerca de la Fuerza Única Regional

A escasos minutos de Tala se ubica el centro de operaciones de la Fuerza Única Regional (FUR), la cual es un grupo de elite que la Fiscalía General de Jalisco creó para realizar labores de seguridad e inteligencia en todo el estado. Se eligió a Tala, por su ubicación geográfica, para ser el punto estratégico de las labores de seguridad de este nuevo mando central; sin embargo, aquí desde la llegada de la FUR lo que se vive es mayor inseguridad e intimidación. 

“Con la llegada de la FUR a Tala lo que hemos tenido son más intimidaciones, pues entran en sus camionetas y nomas ven a los muchachos en bola y se les dejan ir con chorros de agua, así los detienen para obligarlos a decir sus nombres y apodos, a muchos de ellos les quitan los zapatos y se los cortan con navajas porque dicen que ahí guardan la droga. A mi sobrino le ha pasado dos veces y él no está metido en nada… pero ven a los que ahí andan haciendo cosas malas, los que levantan a la gente y a esos ni los tocan”, explicó desde el anonimato una madre.

Ese mismo relato fue confirmado por otros jóvenes quienes al escuchar el testimonio asintieron con la cabeza y recordaron los días y las horas en que tuvieron que llegar a casa mojados por los elementos de la FUR. Ninguno se animó a hablar porque acá en Tala hay cosas que no deben decirse en público. Una de ellas es que se tiene un desaparecido, pues acá –como en todo el estado- de este tema no se habla.

Por ahora su silencio es su relato; sin embargo, las familias en Tala se están conjuntando para denunciar los levantones y las desapariciones, pues como sus antecesores lo hicieron están conjuntando fuerzas para luchar contra ese gigante que les está robando la paz.

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Darwin Franco.
  • Nombre del / de la periodista: : Periodista y comunicador. Profesor de la Universidad de Guadalajara y del ITESO. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. / @darwinfranco
  • Fecha: 2 de febrero de 2015

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

Top Desktop version