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Para Dulce, con cariño

Hace meses que no se exhibían los pañuelos en la Macro Plaza. Bordados en verde esperanza y rojo sangre, los pañuelos eran poquitos cuando empezaron a tomar forma en marzo del 2012. Semana tras semana se hilaron los nombres de los ausentes más cercanos. Después se recogieron historias de periódicos y de quienes siguen pidiendo registro de sus pérdidas, a veces como única forma de denuncia. Empezaron a viajar. Docenas fueron a España, docenas más llegaron en varios idiomas desde Japón, desde Francia, desde Argentina donde también se bordan anhelos de paz para México. Hace meses que no se exhibían los pañuelos en la Macro Plaza pero, ¿cómo no sacarlos todos para arropar a Dulce?

Llegué a las seis en punto el sábado por la tarde. Ahí estaban las cajas de pañuelos frente al Palacio de Gobierno. Ahí estaban también las sonrisas queridas llenas de abrazos que hace meses no veía: el que busca a su hermano, la que busca a su hijo, las que buscan despertar conciencias, los que tienen décadas buscando justicia y el que busca la foto que capte el momento para enviarlo al mundo. Ahí nos encontramos y a ese último le agradezco tres abrazos porque claro que cuesta sentir esta realidad cotidiana.

De las cajas como carretes salieron filas de pañuelos colgantes hilando un círculo de brazos abiertos a lo largo y ancho de la Explanada de los Héroes en la Macro Plaza. Veintidós personas sostuvieron trescientos pañuelos en el viento para abrazar a Dulce quien en el centro lucía un bordado en el pecho con los nombres de su padre, de su hermana y la consigna, “si tocan a un@, nos tocan a tod@s.” Se guardó silencio. Los medios tomaron fotos, videos y testimonios. Los paseantes agacharon sus cabezas para entrar al círculo y leer los pañuelos desde dentro. Las autoridades guardaron distancia. Una niña, sobrinita de Dulce, cargó fotografías de su tía y de su abuelo sonrientes en una cartulina, después se dedicó a fotografiar cada uno de los bordados diligentemente. Cumplida la hora, se recogieron las filas de historias que regresaron a las cajas carretes con cuidado, con cariño y con respeto.

Los presentes nos reunimos al frente junto a las cajas cerradas. Reconocimos la pérdida como una pérdida de todos. Dulce agradeció la compañía y el grupo se rompió en pequeñas conversaciones. En una de esas tuve el honor de conocerte. Descubrí que tenemos la misma edad, la misma profesión y los mismos deseos para esta ciudad. Escuché los proyectos de paz gestándose en tu mente y el nombre de la Explanada de los Héroes cobró su sentido actual. Querida Dulce, te escribo una fotografía de ese momento bello y solidario para que te acompañe. La publico porque sé que no estoy sola cuando escribo que te tengo presente. Sé que otros querrán expresarte su cariño que espero te siga arropando de lejos.

Intuyo que las tácticas que pondrían fin a esta guerra indescifrable son las que nos desarmen, las que nos conmuevan, las que nos perturben a tomar acciones capaces de integrar a tantos que hemos excluido social y económicamente y las que nos motiven a reconstruir instituciones dignas de nuestra confianza. Ya están brotando estas iniciativas por toda la ciudad como anacahuitas norestenses. En esta columna quincenal me propongo documentarlas para ti querida Dulce y para todos los que quieran sumarse a la formación de estos nuevos espacios de consuelo y esfuerzos de reconstrucción social. Los bordadores por la paz ocupan manos para seguir hilando nuestra memoria en la Macro Plaza. No los olvidemos.

Hace meses que no se exhibían los pañuelos en la Macro Plaza. Bordados en verde esperanza y rojo sangre, los pañuelos eran poquitos cuando empezaron a tomar forma en marzo del 2012. Semana tras semana se hilaron los nombres de los ausentes más cercanos. Después se recogieron historias de periódicos y de quienes siguen pidiendo registro de sus pérdidas, a veces como única forma de denuncia. Empezaron a viajar. Docenas fueron a España, docenas más llegaron en varios idiomas desde Japón, desde Francia, desde Argentina donde también se bordan anhelos de paz para México. Hace meses que no se exhibían los pañuelos en la Macro Plaza pero, ¿cómo no sacarlos todos para arropar a Dulce?

Llegué a las seis en punto el sábado por la tarde. Ahí estaban las cajas de pañuelos frente al Palacio de Gobierno. Ahí estaban también las sonrisas queridas llenas de abrazos que hace meses no veía: el que busca a su hermano, la que busca a su hijo, las que buscan despertar conciencias, los que tienen décadas buscando justicia y el que busca la foto que capte el momento para enviarlo al mundo. Ahí nos encontramos y a ese último le agradezco tres abrazos porque claro que cuesta sentir esta realidad cotidiana.

De las cajas como carretes salieron filas de pañuelos colgantes hilando un círculo de brazos abiertos a lo largo y ancho de la Explanada de los Héroes en la Macro Plaza. Veintidós personas sostuvieron trescientos pañuelos en el viento para abrazar a Dulce quien en el centro lucía un bordado en el pecho con los nombres de su padre, de su hermana y la consigna, “si tocan a un@, nos tocan a tod@s.” Se guardó silencio. Los medios tomaron fotos, videos y testimonios. Los paseantes agacharon sus cabezas para entrar al círculo y leer los pañuelos desde dentro. Las autoridades guardaron distancia. Una niña, sobrinita de Dulce, cargó fotografías de su tía y de su abuelo sonrientes en una cartulina, después se dedicó a fotografiar cada uno de los bordados diligentemente. Cumplida la hora, se recogieron las filas de historias que regresaron a las cajas carretes con cuidado, con cariño y con respeto.

Los presentes nos reunimos al frente junto a las cajas cerradas. Reconocimos la pérdida como una pérdida de todos. Dulce agradeció la compañía y el grupo se rompió en pequeñas conversaciones. En una de esas tuve el honor de conocerte. Descubrí que tenemos la misma edad, la misma profesión y los mismos deseos para esta ciudad. Escuché los proyectos de paz gestándose en tu mente y el nombre de la Explanada de los Héroes cobró su sentido actual. Querida Dulce, te escribo una fotografía de ese momento bello y solidario para que te acompañe. La publico porque sé que no estoy sola cuando escribo que te tengo presente. Sé que otros querrán expresarte su cariño que espero te siga arropando de lejos.

Intuyo que las tácticas que pondrían fin a esta guerra indescifrable son las que nos desarmen, las que nos conmuevan, las que nos perturben a tomar acciones capaces de integrar a tantos que hemos excluido social y económicamente y las que nos motiven a reconstruir instituciones dignas de nuestra confianza. Ya están brotando estas iniciativas por toda la ciudad como anacahuitas norestenses. En esta columna quincenal me propongo documentarlas para ti querida Dulce y para todos los que quieran sumarse a la formación de estos nuevos espacios de consuelo y esfuerzos de reconstrucción social. Los bordadores por la paz ocupan manos para seguir hilando nuestra memoria en la Macro Plaza. No los olvidemos.

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Hace meses que no se exhibían los pañuelos en la Macro Plaza. Bordados en verde esperanza y rojo sangre, los pañuelos eran poquitos cuando empezaron a tomar forma en marzo del 2012. Semana tras semana se hilaron los nombres de los ausentes más cercanos. Después se recogieron historias de periódicos y de quienes siguen pidiendo registro de sus pérdidas, a veces como única forma de denuncia. Empezaron a viajar. Docenas fueron a España, docenas más llegaron en varios idiomas desde Japón, desde Francia, desde Argentina donde también se bordan anhelos de paz para México. Hace meses que no se exhibían los pañuelos en la Macro Plaza pero, ¿cómo no sacarlos todos para arropar a Dulce?

Llegué a las seis en punto el sábado por la tarde. Ahí estaban las cajas de pañuelos frente al Palacio de Gobierno. Ahí estaban también las sonrisas queridas llenas de abrazos que hace meses no veía: el que busca a su hermano, la que busca a su hijo, las que buscan despertar conciencias, los que tienen décadas buscando justicia y el que busca la foto que capte el momento para enviarlo al mundo. Ahí nos encontramos y a ese último le agradezco tres abrazos porque claro que cuesta sentir esta realidad cotidiana.

De las cajas como carretes salieron filas de pañuelos colgantes hilando un círculo de brazos abiertos a lo largo y ancho de la Explanada de los Héroes en la Macro Plaza. Veintidós personas sostuvieron trescientos pañuelos en el viento para abrazar a Dulce quien en el centro lucía un bordado en el pecho con los nombres de su padre, de su hermana y la consigna, “si tocan a un@, nos tocan a tod@s.” Se guardó silencio. Los medios tomaron fotos, videos y testimonios. Los paseantes agacharon sus cabezas para entrar al círculo y leer los pañuelos desde dentro. Las autoridades guardaron distancia. Una niña, sobrinita de Dulce, cargó fotografías de su tía y de su abuelo sonrientes en una cartulina, después se dedicó a fotografiar cada uno de los bordados diligentemente. Cumplida la hora, se recogieron las filas de historias que regresaron a las cajas carretes con cuidado, con cariño y con respeto.

Los presentes nos reunimos al frente junto a las cajas cerradas. Reconocimos la pérdida como una pérdida de todos. Dulce agradeció la compañía y el grupo se rompió en pequeñas conversaciones. En una de esas tuve el honor de conocerte. Descubrí que tenemos la misma edad, la misma profesión y los mismos deseos para esta ciudad. Escuché los proyectos de paz gestándose en tu mente y el nombre de la Explanada de los Héroes cobró su sentido actual. Querida Dulce, te escribo una fotografía de ese momento bello y solidario para que te acompañe. La publico porque sé que no estoy sola cuando escribo que te tengo presente. Sé que otros querrán expresarte su cariño que espero te siga arropando de lejos.

Intuyo que las tácticas que pondrían fin a esta guerra indescifrable son las que nos desarmen, las que nos conmuevan, las que nos perturben a tomar acciones capaces de integrar a tantos que hemos excluido social y económicamente y las que nos motiven a reconstruir instituciones dignas de nuestra confianza. Ya están brotando estas iniciativas por toda la ciudad como anacahuitas norestenses. En esta columna quincenal me propongo documentarlas para ti querida Dulce y para todos los que quieran sumarse a la formación de estos nuevos espacios de consuelo y esfuerzos de reconstrucción social. Los bordadores por la paz ocupan manos para seguir hilando nuestra memoria en la Macro Plaza. No los olvidemos.

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Llegué a las seis en punto el sábado por la tarde. Ahí estaban las cajas de pañuelos frente al Palacio de Gobierno. Ahí estaban también las sonrisas queridas llenas de abrazos que hace meses no veía: el que busca a su hermano, la que busca a su hijo, las que buscan despertar conciencias, los que tienen décadas buscando justicia y el que busca la foto que capte el momento para enviarlo al mundo. Ahí nos encontramos y a ese último le agradezco tres abrazos porque claro que cuesta sentir esta realidad cotidiana.

De las cajas como carretes salieron filas de pañuelos colgantes hilando un círculo de brazos abiertos a lo largo y ancho de la Explanada de los Héroes en la Macro Plaza. Veintidós personas sostuvieron trescientos pañuelos en el viento para abrazar a Dulce quien en el centro lucía un bordado en el pecho con los nombres de su padre, de su hermana y la consigna, “si tocan a un@, nos tocan a tod@s.” Se guardó silencio. Los medios tomaron fotos, videos y testimonios. Los paseantes agacharon sus cabezas para entrar al círculo y leer los pañuelos desde dentro. Las autoridades guardaron distancia. Una niña, sobrinita de Dulce, cargó fotografías de su tía y de su abuelo sonrientes en una cartulina, después se dedicó a fotografiar cada uno de los bordados diligentemente. Cumplida la hora, se recogieron las filas de historias que regresaron a las cajas carretes con cuidado, con cariño y con respeto.

Los presentes nos reunimos al frente junto a las cajas cerradas. Reconocimos la pérdida como una pérdida de todos. Dulce agradeció la compañía y el grupo se rompió en pequeñas conversaciones. En una de esas tuve el honor de conocerte. Descubrí que tenemos la misma edad, la misma profesión y los mismos deseos para esta ciudad. Escuché los proyectos de paz gestándose en tu mente y el nombre de la Explanada de los Héroes cobró su sentido actual. Querida Dulce, te escribo una fotografía de ese momento bello y solidario para que te acompañe. La publico porque sé que no estoy sola cuando escribo que te tengo presente. Sé que otros querrán expresarte su cariño que espero te siga arropando de lejos.

Intuyo que las tácticas que pondrían fin a esta guerra indescifrable son las que nos desarmen, las que nos conmuevan, las que nos perturben a tomar acciones capaces de integrar a tantos que hemos excluido social y económicamente y las que nos motiven a reconstruir instituciones dignas de nuestra confianza. Ya están brotando estas iniciativas por toda la ciudad como anacahuitas norestenses. En esta columna quincenal me propongo documentarlas para ti querida Dulce y para todos los que quieran sumarse a la formación de estos nuevos espacios de consuelo y esfuerzos de reconstrucción social. Los bordadores por la paz ocupan manos para seguir hilando nuestra memoria en la Macro Plaza. No los olvidemos.

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Información adicional

  • Por: : Ana Villareal
  • Fecha: 13 de noviembre de 2013
NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010