NUESTRA APARENTE RENDICION

El Sabino Gordo: 21 muertos

El Sabino GordoEl bar “El Sabino Gordo” era un lugar mítico (para los no asistentes) en Monterrey. Era un bar de ficheras y otro tipo de mujeres con diverso rango de ofertas de trabajo sexual, en donde se vendía droga abiertamente y había grupos en vivo tocando durante todo el día. El viernes 8 de julio, nos fuimos a dormir los regiomontanos con la noticia de que a las 21:39 horas habían asesinado (según cifras oficiales) 21 personas, la mayoría (18) presuntos narcomenudistas que eran empleados del lugar, mujeres (4, 3 de ellas empleadas) y el señor que atendía el puesto de Hot Dogs. Heridos fueron 6, de los cuales uno acaba de morir durante el fin de semana. Fuentes no oficiales revelan que 8 personas fueron ‘levantadas’ (secuestradas) en el lugar.

De tal manera, El Sabino Gordo antes del tiroteo del viernes había sido el lugar más constante de la noche regiomontana: populachero, barato, y sin distingos para sus clientes. Quien quisiera seguir bebiendo, bailando o ir a curarse la resaca con más alcohol después de las 10 de la mañana podía llegar al Sabino Gordo. El bar se sitúa en la calle de Villagrán, en el centro de Monterrey, donde están los bares, table dances, y virtuales tugurios de más ‘mala muerte’ concentrados. Villagrán es conocida por sus giros negros, pero la ciudad de Monterrey y su área metropolitana están repletas de casinos y casas de apuesta tanto paralegales como ocultas.
Villagrán es uno de los centros en donde fluyen las víctimas de trata de personas, muchas de ellas mujeres que se desempeñan como trabajadoras sexuales y/o bailarinas exóticas, toleradamente. Ahí se decidió, de modo oportuno, ubicar la Casa de la Mujer Indígena Zihuakali, la cual atiende a trabajadoras domésticas, las cuales son frecuentemente víctimas de trata y otros abusos.
El Sabino Gordo y tugurios similares habían sido antes atacados. En 2008 el mismo Sabino Gordo fue denunciado como un lugar que operaba bajo condiciones ilegales. El bar en cuestión ha enmarcado crímenes pasionales como el asesinato de un cliente por una bailarina, Marisol Torres Navarrete en 2009 y feminicidios como el asesinato de una mujer por un hombre que la había ligado en el lugar en 2010. Se sabía que era peligroso aventurarse a ir a conseguir droga o simplemente pasar por ahí. Tan inseguro era el Sabino Gordo como los lugares colindantes.
El centro de Monterrey es un lugar pauperizado, de por sí. Su casco antiguo ha ido decayendo en la última década notablemente, después de que se hizo un trabajo de rescate hace aproximadamente 20 años. A lo largo de la historia han fracasado varios proyectos de remozamiento y redignificación, que buscaban que el corazón de la ciudad fuera un espacio de esparcimiento comunitario. Antaño, como ahora, ha sido un lugar donde se regentean trabajadoras y trabajadores sexuales. El centro se ha devenido, de nuevo, en un lugar precario, y el barrio antiguo, una virtual zona de tolerancia de consumo y venta de drogas.
En suma, estamos hablando de una esfera que concentra a las poblaciones más vulnerabilizadas y a los lugares de distribución más obscena de drogas. Esto se vive desde casi cuatro años atrás y se ha exacerbado en los últimos dos, pero es justo ahora que explota notoriamente. Justo ahora cuando buscan clausurar el Sabino Gordo, ventilando sus irregularidades en los horarios de venta de alcohol y el reclutamiento de menores para el trabajo sexual que acontecían desde hace varios años.

 

La masacre del Sabino Gordo en contexto
La masacre del Sabino Gordo se da a poco más de un mes del ataque perpetrado a personal de seguridad del Café Iguana, ubicado en el casco antiguo de la ciudad. En éste murieron dos dependientes del lugar y otros dos de quienes no se ha dado más información porque llegó un comando a llevarse 3 de los cadáveres. Ahí también había una tiendita de droga funcionando, desde hace un poco más de 3 años.
Cuando sucedió lo del Iguana, la comunicación oficial fue escueta, cautelosa, sin embargo, en el caso del Sabino Gordo, el vocero de seguridad del Estado de Nuevo León, José Luis Domene Zambrano, ofreció un panorama bastante específico. Aseguró prontamente que la masacre de la disco había sido producto de una riña entre bandas y que la ‘gente buena’ no había muerto ahí, ‘por fortuna’. El sábado en conferencia de prensa declaró abiertamente que el Sabino era un lugar en donde se vendía droga, dado que se encontraron numerosos paquetes de cocaína, en polvo y en piedra.
También dejó claro que el tiroteo se había dado entre dos bandas rivales, por lo cual se subsume el incidente de manera limpia en la conocida guerra por el territorio entre el Cartel del Golfo y Los Zetas. Los segundos se deslindaron del ataque vía narcomantas desde ciudad Juárez. Sin embargo se reiteró, a decir de la autoridad, que el ataque era por la pelea del territorio entre ambos cárteles. Parece que no hay dudas sobre lo que sucedió en el Sabino Gordo, porque ya se establecieron desde arriba los móviles del crimen, los combatientes y que el lugar era un antro de mala muerte.
Los usuarios de redes sociales que se volcaron a significar el tiroteo del Iguana como el golpe más severo que se le había dado a la ciudad han omitido, no obstante, comentar sobre el incidente del Sabino Gordo. La matanza fue trending topic mundial la misma noche en al que ocurrió y parece que los regiomontanos estamos lentos para agarrar el tema y comentarlo.
Cuando sucedió el incidente del Iguana hubo una protesta, al día siguiente, cuando todavía no se limpiaban bien las manchas de sangre. Los medios la cubrieron y fueron mártires de la Policía Regia que acudió a desalojar a los manifestantes.
Los asiduos al lugar se ofendían, en el calor del duelo, cuando alguien sugería que en Iguana se vendía y consumía droga, ya que defendían el derecho al cariño que le tenían al lugar y a los muertos. La idea era que se había dañado un terreno sagrado. Por el contrario, los clientes del Sabino asumen la flagrante ilegalidad y se lamentan de la muerte de sus meseros favoritos.
Los guardias del Iguana dejaron huérfanos y viudas, ¿Se podría uno imaginar cuántas viudas, viudos y huérfanos quedaron después de la masacre de 20 personas, (músicos, meseros, bailarinas, clientes)? Comparando las dos balaceras, claramente la del Sabino Gordo más escandalosa, detectamos un rasgo elusivo pero constante del manejo de prioridades e información en la Guerra Contra las Drogas de Monterrey, la zonificación de la ciudad y las clases en el orden de las víctimas, que afectan la celeridad del os procesos de administración de justicia. ¿Cuánto le dolerá a la sociedad civil esta matazón? ¿Cuánto a las autoridades?
El Café Iguana era el bar de las clases medias, los bohemos e intelectuales y el Sabino era para las clases populares y quienes buscaban sin tapujos, y dispuestos a pagar, compañía femenina y/o encuentros sexuales. Hay una notable ausencia de análisis en los espacios de los líderes de la sociedad civil locales sobre el contexto en el que se da la masacre y su trascendencia. Posiblemente el acontecimiento ha rebasado la expectativa de violencia –además de nuestra capacidad discursiva- y nos sitúa ya a la par con la violencia, minimizada por Lorenzo Zambrano, de Ciudad Juárez.
La zona de Villagrán, y en este caso El Sabino Gordo, es un terreno minado, que se prefiere no abordar en general. Los habitantes de las partes más ‘buenas’ o ‘sanas’ de la ciudad, optan no asumir el dato de los negocios que se han operado impunemente desde hace mucho tiempo por ahí. Pareciera que la zona es como la manzana podrida, a la que se le aísla, y retira del panorama sin culpas, cuando lo cierto es que nos está mostrando escenas posibles de la vida de todos aquí.
Tal parece que en esta guerra, las manzanas podridas, no nos sirven ni para hacer una buena autopsia del problema. Basta revisar las masacres a los centros de tratamiento a las adicciones de Torreón, Tijuana y otras ciudades. Se ha culpabilizado a los meseros del Sabino Gordo de la agresión, sin tocar por un momento al dueño del lugar que introdujo o toleraba el negocio. Los rostros de los más necesitados y los más ‘desvergonzados’ están siendo cómodamente utilizados como mecanismos de escape de la responsabilidad de los actores sociales, políticos y económicos de este clima de violencia compleja.

Información adicional

  • Publicado originalmente en:: Cordelia Rizzo
  • Biografía: Maestra de filosofía y estudios culturales a nivel universitario y trabaja en pro de los derechos humanos de las minorías en Monterrey, Nuevo León. Es editorialista de los medios electrónicos Women and Foreign Policy y 15diario, donde aborda principalmente el poder de la discusión entre pares y el pensamiento crítico como regenerador del tejido social.

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

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