NUESTRA APARENTE RENDICION

43 Latin Times

Fueron a la escuela.

Iban a ser maestros.

Era una noche en septiembre,

la segunda semana de escuela.

Ellos se embarcaron en el autobús. 

De Tixtla fueron a Iguala

para recaudar dinero para la escuela.

 

La orden llegó del alcalde de Iguala:

Detengan a los estudiantes,

mátenlos si es necesario.

Nadie va a interrumpir el discurso de mi esposa.

Mandó a la policía

que siguió

el autobús, lleno de los estudiantes.

 

A mitad de la noche el autobús paró.

¡Chofer! ¿Qué hora es de la noche?

¡Chofer! ¿Qué hora es de la noche?

 

Balas penetraron los lados del autobús.

La policía abordó

Y arrastró a los estudiantes del vehículo.

Una lucha estalló,

resultando en seis personas muertas,

por lo menos tres eran estudiantes.

Uno posiblemente fue torturado,

uno se encontró sin la piel de su cara. 

 

El resto, los 43.

¿A dónde vamos? ¿A dónde vamos?

preguntaron una y otra vez.

Nadie les contestó.

 

¿Dónde están? ¿Dónde están?

preguntaron los padres una y otra vez,

gritos resonando de la Plaza de Mayo.

Exigimos respuestas.

Dénnos respuestas.

Nadie les contestó.

 

Investigación.

70 personas detenidas,

por lo menos 22 son policías.

La policía federal fue enviada para garantizar la seguridad,

mientras cuerpos quemados son descubiertos,

mientras el alcalde y el jefe de policía

no pueden ser encontrados.

Son acusados de colaborar con los narcos,

los Guerreros Unidos.

El alcalde le dio la orden a la policía

y la policía entregó los estudiantes al cártel.

Los padres demandan que el gobierno haga más.

“Moveremos el cielo y la tierra para encontrarlos”,

dijo la madre, Macedonia Torres.

 

Parece que cada semana se encuentra una nueva tumba.

¿Los hallaron?

No, no son ellos.

Tantas tumbas,

pero la evidencia dice que los restos mortales

no concuerdan con el ADN de los padres.

¿Los hallaron?

Hallaron a alguien, pero no son los estudiantes.

3 fosas.

4 fosas.

8 fosas.

10 fosas.

¿Quiénes son?

¿Cuántos más?

 

“El líder de los Guerreros Unidos resultó herido

después de una balacera con la policía”,

las autoridades dijeron.

Otro grupo de estudiantes viajaba de Acapulco

cuando la policía disparó a su furgoneta.

Estudiantes de las escuelas

para los pobres, los campesinos, los indígenas,

son blanco del gobierno por su “radicalismo político”.

Porque educan a sus comunidades rurales,

porque promueven la reforma social

entre los pobres, los campesinos, los indígenas.

“En el gobierno mexicano actual,

es difícil saber donde el estado empieza

y los cárteles terminan”.[1]

 

La gente no puede esperar.

Las manifestaciones empiezan.

Huelgas estudiantiles por 48 horas,

72 horas.

En la capital del estado de Guerrero

manifestantes prenden fuego a edificios gubernamentales.

El ocho de noviembre:

El gobierno tiene evidencia que sugiere que los estudiantes fueron masacrados.

Tres narcos confiesan los asesinatos.

La gente inunda las calles:

los padres, los primos, los hermanos,

los amigos, los vecinos, los desconocidos,

los estudiantes, los maestros, los jóvenes, y los viejos.

Del pueblo vienen y a la ciudad llegan,

marchando, gritando; con las banderas y los carteles adelante.

Son un mar, un enjambre, provocados por la indignación.

En la Ciudad de México la puerta de Palacio Nacional está en llamas.

La rabia llega a su límite de aguante

y los manifestantes embisten la puerta con barricadas de metal.

Pañuelos y máscaras protegen del aire que huele a quemado.

El diez de noviembre:

Manifestantes desfilan al aeropuerto de Acapulco

Pero la policía bloquea su camino.

“Nadie va a entrar, nadie va a salir”

dicen las bocas detrás de los pañuelos.

La convicción de que no están muertos está viva.

“¡Vivos se los llevaron!

¡Vivos los queremos!

Lucharemos hasta que aparezcan vivos.”

 

Las mentiras y las dudas.

El diez de noviembre:

el Presidente Enrique Peña Nieto condena las manifestaciones.
“Es inaceptable que alguien trate de usar esta tragedia para justificar la violencia. No se

puede exigir justicia mientras se actúa con violencia.”

Es fácil decir esto cuando sales del país en el momento más tenso

para una conferencia económica en Beijing.

Es interesante que la casa de tu esposa,

que costó siete millones de dólares,

fuera construida y registrada a nombre de la empresa que habría obtenido un contrato

por cuatro mil millones de dólares

para el ferrocarril de alta velocidad.

Es curioso, querido Peña Nieto, que la casa pertenezca a tu esposa

y a la empresa Ingeniería Inmobiliaria del Centro

que pertenece a Grupo Higa

que pertenece a un consorcio encabezado por chinos.

¿Y dónde estabas dos días después de que

Jesús Murillo Karam, el Procurador General,

leyó el anuncio sobre las confesiones de los tres sospechosos?

Dinos, ¿dónde estabas cuando el Palacio estaba en llamas?

¿Estabas en el Palacio?

No.

¿Estabas en tu casa?

Al menos hubieras estado en tu país. 

No.

Estabas en un avión camino a China.

 

Peña estaba fuera.

Ahora, la gente exige

“Fuera Peña”.

 

Claro que Peña denuncia las manifestaciones.

Se descubre que algunos manifestantes eran infiltrados del estado.

Encendieron el fuego en la puerta de Palacio.

Camionetas llenas de agitadores,

vestidos como civiles,

los llevan a las manifestaciones

para provocar el caos e inculpar a los manifestantes.

 

El cuatro de noviembre:

el alcalde José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda son detenidos

en una casa en un barrio en la Ciudad de México.

María es la jefa del cártel.

Fueron los jefes de la operación.

Fue el alcalde.

Fue su esposa.

Fue la policía.

Fue el cártel.

Fue el estado.

Fue el estado

¡Fue el estado!

¡FUE EL ESTADO!

¡FUE EL ESTADO!

¡FUE EL ESTADO!

los ciudadanos y las aceras gritan.

Los tres hombres confiesan los detalles de los asesinatos

y Murillo Karam

transmite la confesión al pueblo:

los mataron, los pusieron en el vertedero, y los quemaron.

Usaron diésel, gasolina, llantas, y plástico

para que el fuego durara horas y horas.

Los pusieron en bolsas de plástico y las tiraron en el río.

La gente no aceptará una respuesta tan rápida y fácil.

La evidencia meteorológica dice otra cosa.

No es posible que ellos fueran incinerados

en un fuego que duró horas y horas

porque llovía y llovía toda la noche.

Los ciudadanos dicen otra cosa.

No vieron nubes de humo.

Ernesto Guerrero Cano sobrevivió el ataque de la policía

y escapó.

Él rechaza la versión de Murillo Karam

y pregunta por qué se busca a los compañeros como si estuvieran

muertos si ellos fueron secuestrados vivos.

Los padres reciben excusas en vez de respuestas.

En vez de respuestas, historias.

 

Pero cuando piden al gobierno respuestas,

él dice “Ya me cansé.”

Todo México ya se cansó.

Ya se cansó del narcoestado, de las palizas, de los secuestros, de las violaciones, de los asesinatos, de las decapitaciones, de los desaparecidos, “de los cuerpos que cuelgan de los puentes, de las familias rotas, de las madres sin hijos, de los hijos sin padres…

de la clase política que tiene secuestrado un país, de la clase que corrompe, que miente, que asesina.”[2]

 

El veinte de noviembre:

Normalmente el día de celebración de la Revolución.

Este año es de una nueva revolución.

Día internacional de protesta y solidaridad.

En la Ciudad de México:

Los manifestantes van juntos al Ángel de la Independencia.

¿Qué son aquellas luces allá lejos? ¿Son unas estrellas?

Son las luces de las velas en la oscuridad.

Allá están los padres y amigos de los estudiantes juntos al Ángel

con las velas en una mano y envueltos en los brazos de sus compañeros,

cantando o llorando lágrimas silenciosas,

la gente sin moverse y moviéndose sus sombras.

 

 

Desfilan al Monumento a la Revolución

y luego al Zócalo.

¿Qué son aquellas luces allá lejos? ¿Son unas estrellas?

Son las luces de las cámaras de los celulares.

Allá están en las manos, alzados sobre la multitud,

grabando en video y fotos la gente, la pasión, la tristeza, la indignación.

La revolución no está en la tele, ni en los periódicos.

Apague la tele e inicie su sesión en el Internet.

La revolución está en Facebook, Twitter, Instagram, Vine, Tumblr.

Los gritos colectivos hacen eco en las paredes de Palacio.

Están conservados en los hashtags.

#acciónglobalporayotzinapa

#yamecansé

#todossomosayotzinapa

#fuerapeña

#43X43

Las cámaras graban todo.

La quema del Peña de cartón, los carteles de protesta, las banderas blancas y negras.

Jóvenes que llegaron algún lugar con máscaras y llamas.

Prenden fuegos y luchan con la policía.

Tiran piedras y botellas a la policía.

“¡No violencia! ¡Quítense las máscaras!” exige la gente.

¿Anarquistas o infiltrados del gobierno?

La policía carga y repele a las multitudes en el desalojo masivo de la plaza

como un perro arreando ovejas.

Gritos de los techos, “¡Hijos de puta!” y “¡Pendejos!”

Arrestos a diestra y siniestra.

11 jóvenes son detenidos sin razón.

Iban a casa cuando la policía los detuvo arbitrariamente.

Fueron golpeados,

acusados de terrorismo, de crimen organizado, de disturbio, de intento de homicidio, y de vandalismo.

Sin representación legal.

La falta de evidencia tumba los cargos de terrorismo y crimen organizado.

 

Los videos y los tweets se esparcen por todo el mundo.

De ciudad a ciudad, de país a país,

el grito es el mismo.

Toda la gente dice la misma cosa.

De Ayotzinapa a Shijaiyah.

En Mong Kok y Ferguson,

Nueva York, Cairo, y Río de Janeiro.

“Mi barrio es tu barrio.”

Todos ya se cansaron del racismo, de la opresión, de los asesinatos de familiares y amigos, del miedo, de la pobreza, de las guerras, de la falta de responsabilidad, de la impunidad, de la injusticia, de la desigualdad, de la brutalidad de la policía y del estado,

y de los gobiernos que no trabajan para su gente.

Hoy nos faltan 43.

Ayer fueron 49 en Sonora,

22 en Tlatlaya,

45 en Acteal,

17 en Aguas Blancas.

22,000 han desaparecido en la guerra contra el narcotráfico, hasta donde sabe el gobierno.

60,000 han muerto.

Y mañana, ¿cuántos habrán?

 

Mientras el Zócalo se vacía de los manifestantes y el silencio cae,

un poli pisa una copa conteniendo una vela.

La llama se apaga y el poli la aplasta debajo su pie.

 


[1] De Tanalís Padilla, profesora asociada de historia latinoamericana at Dartmouth College, en una entrevista con Democracy Now! el 15 de octubre de 2014.

[2] Del video “YaMeCansé” de la cineasta Natalie Beristáin, publicado en Youtube el 7 de noviembre de 2014.

Información adicional

  • Por: : Savannah Nelson

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

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