NUESTRA APARENTE RENDICION

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Estamos tan obsesionados con los partes de guerra que minimizamos la construcción social de polígonos de paz. Lo argumento con lo sucedido en Playas de Altata en el municipio de Navolato, Sinaloa.

Les ahorro las cifras y les dejo un resumen sobre los sinaloenses. Pese a la fama del Cartel de Sinaloa, los habitantes se sienten más seguros que los de Morelos. Una explicación es que, si bien la tasa de homicidios es históricamente la más alta del país (en algunos años otras entidades superan a Sinaloa), la dinámica delictiva de sus carteles es menos brutal que la utilizada por los Zetas.

Los sinaloenses son profundamente infelices. Según una medición se encuentran en el penúltimo lugar sólo superados por Guerrero. El estado de ánimo podría deberse a la creencia de que su vida está controlada por poderes externos, a que viven con la zozobra de la incertidumbre (es uno de los estados que más temen convertirse en víctimas) y a su escaso tejido social. Mientras que en la Ciudad de México hay 50 organismos de la sociedad civil por cada 100 mil habitantes, en Sinaloa solamente hay 13 (Tamaulipas tiene 7 y el Estado de México 12). En suma, seguros pero insatisfechos.


En ese contexto es meritoria la construcción de un polígono de paz en Navolato, el municipio de Sinaloa con más homicidios durante la última década. Los dos mil habitantes de Playas de Altata (a 40 minutos de Culiacán) estaban controlados por cien sicarios. Un empresario, Javier Llausás, harto por la situación, estudió el exitoso programa Tijuana Innovadora y, asesorado por el Instituto de Economía y Paz, organizó a la ciudadanía para recuperar el territorio. Se acercó a los medios de comunicación (“indispensables” me comenta) pidiéndoles que transmitieran buenas noticias. Luego logró que las autoridades estatales enviaran un Grupo de Elite que detuvo o expulsó a los sicarios. Llausás reconoce en conversación que no fue “tan complicado porque eran de niveles inferiores”. Los grandes capos optaron por retirarse. Otro ingrediente fue la reactivación de la economía para ofrecer empleos a los jóvenes.

Ésta y otras experiencias dejan varias lecciones: 1) las iniciativas más sustentables son las nacidas de la sociedad con metas viables y buenos liderazgos; 2) es imperioso que los medios de comunicación difundan las buenas noticias (cuando las haya, por supuesto); 3) se requiere de la asesoría de organismos civiles y de académicos conocedores de las dinámicas de la violencia estatal y criminal; 4) ayuda respaldarse en la pléyade de actores internacionales preocupados por los mexicanos; 5) es necesario algún tipo de entendimiento con el Estado.

Quienes me han leído saben que soy crítico de la estrategia bélica seguida por los gobiernos de Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto. Dicho esto, al interior del Estado siempre ha habido dependencias, personas y programas que responden a peticiones ciudadanas razonables y viables. Un ejemplo serían los primeros años de la Subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación. El Presidente cometió un error al quitar a Roberto Campa para poner en su lugar al presunto delincuente electoral Arturo Escobar, quien interrumpió un círculo virtuoso que Alberto Begné ahora intenta recuperar.  

Afortunadamente la sociedad ya entendió que no puede sentarse a esperar que el Estado formule una estrategia integral para derrotar a los criminales. Por todo el territorio están multiplicándose iniciativas ciudadanas para apropiarse de los espacios públicos requisados por violentos protegidos por funcionarios corruptos. Desconozco el número de polígonos de paz creados por la sociedad. Tengo la impresión que son muchos más que los 247 polígonos de intervención (o de riesgo) identificados por el actual gobierno federal en todo el territorio.

 

Los clásicos de la guerra siempre han reconocido que los conflictos también se libran en los corazones y las mentes. Resulta, por tanto, irracional e ilógico que nos apasionemos tanto con las matanzas o frivolidades de los capos y sus organizaciones y tan poco con las buenas noticias que está escribiendo la sociedad, como en Playas de Altata, Sinaloa. En palabras de Javier Llausás “somos más los buenos que los malos."

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Sergio Aguayo
  • Fecha: 30 de agosto de 2016

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