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El Chapo Act

El Nuevo Día El Nuevo Día

Ricardo Anaya, el nuevo cómplice de las televisoras

 

El crimen organizado es arcilla propicia para tallar fantasías. Una bastante nociva es el mito sobre las inmensas fortunas de los grandes capos del narcotráfico.  

Cuando el financiamiento del muro de Trump enfrentó resistencias, al senador Ted Cruz se le ocurrió proponer la Ley EL CHAPO (Ensuring Lawful Collection of Hidden Assets to Provide Order (EL CHAPO) Act). Cruz dio por buena la estimación hecha por la justicia estadounidense de que El Chapo tiene bienes por 14 mil millones de dólares y propuso incautarlos para construir el “muro que dará seguridad a los estadounidenses e impedirá el flujo ilegal de drogas, armas e individuos” que cruzan su frontera sur.

Hay una fascinación mediática con las grandes fortunas criminales. Sobre Meyer Lansky –uno de los grandes arquitectos de la mafia– se decía que tenía el equivalente de mil millones de dólares (mmd) actuales. La revista Forbes incluyó al colombiano Pablo Escobar Gaviria en su lista de potentados durante siete años (de 1987 a 1993) y le asignó tres mmd. Joaquín El Chapo Guzmán estuvo en la misma lista entre 2009 y 2012 con mil md. Los aludidos guardan silencio por cautela o porque disfrutan del reconocimiento público; en Sinaloa, por ejemplo, se puso de moda el número 701, ése era el lugar dado al Chapo en la lista de Forbes.

Las cifras sobre Lansky y Escobar Gaviria son invenciones. En una espléndida biografia sobre el gángster estadounidense, el británico Robert Lacey demostró que la fortuna era un mito inventado por un periodista de Miami; tenía 500 mil dólares. En 2011 el hijo de Escobar Gaviria, Sebastián Marroquín aseguró “Forbes miente” sobre el monto. La justicia en los Estados Unidos tampoco explica cómo calculó los 14 mmd de El Chapo; cuando Ted Cruz lanzó su iniciativa Dolia Estévez publicó en Forbes un texto sobre los 14 mmd y todos los entrevistados expresaron su escepticismo.

Cuando piensen en delincuencia organizada tengan cautela con las cifras. Al incluir al Chapo en su lista, Forbes explicó que calcula las fortunas de los capos con la metodología empleada con los empresarios: entrevistan a “expertos, funcionarios y académicos que tienen los conocimientos para hacer estimaciones”. Es un error porque las empresas legales sí proporcionan evidencia sobre la composición de la fortuna y porque quienes hacen negocios en la clandestinidad carecen de contabilidad y usan prestanombres para ocultar propiedad. Sí, como Javier Duarte.

Los criminales que han hablado sobre dinero coinciden en que ganan y gastan fortunas porque gustan de la ostentación y el lujo y porque la corrupción de funcionarios de todos los niveles cuesta tanto como los elaborados sistemas para protegerse o asesinar a sus enemigos. Cuando son detenidos tienen que pagar honorarios de abogados durante largas temporadas.

Las fantasías tienen consecuencias. La más medible es el riesgo en que se pone a la familia del presunto potentado. El hijo de Escobar Gaviria asegura haber sufrido diez intentos de secuestro de los cazadores de la mítica fortuna. Un efecto más corrosivo es que se convierte a los capos en modelo a ser emulado en un momento de la historia en el cual uno de los principales indicadores de éxito es la acumulación y ostentación de la riqueza.

El otro gran arquitecto de la mafia estadounidense, Charles Lucky Luciano, terminó sus días desterrado en Nápoles, Italia. En el libro donde relata su vida incluye una reveladora anécdota. Un periodista le pregunta si elegiría la misma vida en caso de poder empezar de nuevo. Respondió que “lo haría de manera legal. Aprendí demasiado tarde que se necesita el mismo cerebro para hacer un millón sucio que un millón honesto”. Además, dijo, en esta “época tú puedes obtener una licencia para robar a la gente. Si tuviera la oportunidad de repetir mi vida, me aseguraría de ser el primero en obtener una de esas licencias”. La amarga reflexión tal vez se debía a que en el momento de su muerte en 1962, sólo tenía 16 mil dólares en el Banco Americano de Nápoles.

Lucky Luciano pasó por México en 1946. De haberse quedado y naturalizado mexicano no hubiera necesitado de ninguna licencia. Para hacer fortuna le hubiera bastado con entrar en la política.  

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Sergio Aguayo
  • Fecha: 8 de mayo de 2017
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