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Telemontajes de Tercer Grado

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Por Darwin Franco

 

¿Cómo interpretar la aparición de Felipe Calderón en el programa de “análisis periodístico” Tercer Grado (Televisa)? ¿Qué podemos pensar de éste cuando se promueve en las pantallas como un candidato que “rinde cuentas” en su rol de Presidente?

Cuando el escenario político nacional no acaba de contextualizar la manera en que medios y autoridades “prefabricaron y televisaron”, así lo dijeron los ministros de la Suprema Corte de Justicia, la detención de la banda “Los Zodiaco” que derivó en la detención de la ahora ya celebre Florence Cassez; el Presidente decidió unirse a la moda de la simulación al prefabricarse un par de eventos que puestos en televisión nacional le sirvieron para “compartir algunos de los principales avances de México en estos cinco años”, como bien lo resumió el propio Presidente en su cuenta de Twitter (@FelipeCalderon).

 

El primero de estos eventos se denominó “Un Gobierno Democrático que Rinde Cuentas”, el cual gracias a su operador mediático llamado Organismo Promotor de Medios Audiovisuales (OPMA) se trasmitió obligatoriamente “en vivo” en todos los medios públicos del país tanto de radio como de televisión. Ahí Felipe Calderón -en el tono envalentonado del que no se quiere ir- se dedicó a desmentir cualquier tipo de críticas a su administración y aseguró que “nunca se había enfrentado el problema del crimen de manera integral y con la contundencia con la que su gobierno lo ha hecho” pues aunado a esta estrategia de seguridad se impulsaron otro tipo de acciones que restablecieron “el tejido social dañado por la delincuencia” (¿y el dañado por el gobierno?).

 

He ahí parte del montaje, porque es absurdo y estúpido pensar que tras la muerte de más 63 mil personas el tejido social quedaría intacto ¿qué les pregunte eso a las miles familias que se han fragmentado producto del fuego cruzado de nuestros días?

Como si se tratara de un discurso electoral, Calderón enalteció todas sus acciones y llamó mentirosos a quienes afirman que ha crecido la pobreza en México en su gobierno, pues para él (en su realidad, claro) México es mejor que lo que era hace seis años, y ciertamente tiene razón porque hoy es un Estado que ha perdido la gobernabilidad en distintos territorios del país y se presenta incapaz de solucionar una crisis de seguridad que él mismo creó y recrudeció. No es igual, no hay duda.

¿Por qué en lugar de rendir cuentas no pidió perdón? ¿Cómo entender, entonces, que el Presidente rindiera cuentas a través de justificaciones y no de hechos?

 

Felipe Calderón, una estrella más…

El montaje calderoniano se extendió por la noche a las pantallas de Televisa, ahí una corte de “amigos y periodistas” lo esperaban para seguir discutiendo sus logros. Todo el star system informativo de la televisora más influyente del país estaba ansioso de tener en su programa insignia, Tercer Grado, al Presidente Felipe Calderón.

Lo que se esperaba que fuera una mesa de “análisis periodístico” terminó por ser una suerte de charla (inocua, periodísticamente hablando) donde el entrevistado asumió el rol de show man y desde ahí condicionó/controló temas y preguntas (la destreza nadie se la niega). Lo importante, como en su show matutino, era él y sus logros, no los cuestionamientos o explicaciones que como figura pública tiene que dar de la situación complicada que vive el país. Lo cual a decir de él mismo: “no le frustra”.

Con esta edición especial de Tercer Grado, Televisa deja claro que sí es posible ser aún más ruin en el manejo informativo porque éste ya no se deja en el plano de las apariencias, sino que se hace evidente y a la carta; por ello, ahora podemos hablar de un reality show presidencial donde Felipe Calderón (como en el confesionario del Big Brother) se sentó a decir lo que le dio la gana, utilizando las casi tres horas de transmisión para expiar las pocas culpas que tiene, pues el asunto de las muertes producto de la guerra contra el narcotráfico, como él mismo lo dijo: “es culpa de los narcotraficantes” porque la violencia ya estaba ahí antes de su administración e, incluso, ésta se hubiera generado con y a pesar de su estrategia de seguridad.

No obstante, el Presidente supo aprovechar, ante la poca o nula objeción o contra argumentación de los periodistas,  ese momento ríspido para decir que si bien la violencia estaba ahí, fue él y nadie más que él quien decidió “atender al problema”, pues si él no hubiera hecho eso el país estaría dominado por el crimen organizado (¿acaso no lo estamos?), pero de eso y de otras cosas (como la forma “limpia” en que llegó a la Presidencia, las reformas fracasadas, sus enemistades políticas, etc.) no se arrepiente porque él sabe que hizo lo correcto; por ello, las muertes de 63 mil personas (aunque sí le enoje y no le guste que eso sea la referencia histórica de su administración) siguen siendo un tema colateral donde no hay perdón o remordimientos, hay orgullo.

Y en Tercer Grado eso fue evidente porque fuera de las secciones donde estuvo más alegre y bromista, Calderon se mostró intransigente, impositivo e incapaz de considerar otra postura que no fuera la suya, esto muy a pesar de que los cuestionamientos de los renombrados Leopoldo Gómez, Joaquín López Dóriga, Carlos Loret, Carlos Martín, Ciro Gómez Leyva, Víctor Trujillo, Adela Micha y Denise Maerker brillaron por su simplicidad, su perspectiva acrítica y por ese silencio que de tan respetuoso, dolía.

Por ello, Felipe Calderón pudo implantar su retórica sin ningún tipo de problemas y afirmar desde ahí que en su administración está dejando una “policía digna” que crece y se fortalece porque a su alrededor existen “sólidos sistemas de justicia y seguridad”. Lo demás es una falta de apreciación de quienes no quieren ver que la guerra la va ganando el gobierno, instancia que incluso, como dijo el Presidente, nos defendería incluso con piedras porque el asunto que los ocupa “no es la droga en si” sino todo lo que ésta deja a su alrededor: las adicciones, las extorsiones, los secuestros. Eso “es lo que le preocupa”.

Ante esto no hubo quien juzgara su dicho o mínimamente le cuestionara su poca preocupación y tacto político con las víctimas que ha dejado esta guerra, o del desdén  que ha tenido por la Caravana por la Paz, o de sus múltiples omisiones para llevar ante la justicia a militares y policías vinculados al crimen organizado o aquellos que han violentado los derechos humanos de los mexicanos. Esos son apenas una veintena, dijo Calderón, precisando que se maximiza mucho el asunto de las víctimas; por ello, quizá en su perspectiva la cifra de 63 mil es tan grande que tiene poco sentido, he ahí la visión del gran estadista que después de ser presidente tiene la urgencia de escribir para contar su verdad.

El asunto de fondo es que nadie comprende a Calderón, que nadie dimensiona su papel, que todos los critican mientras él “aguanta vara” sin denostar a nadie (por supuesto), por eso y ante la veda electoral que le impedirá hablar en el periodo de campaña éste decidió abrirse sus propios canales porque “es absurdo que en tiempos electorales no lo dejen publicitarse ni salir a defenderse”. Pobre, le cuesta dejar el poder.

Posiblemente estas penurias lo orillaron (a costas del erario) a asistir con los súbditos (perdón, periodistas) y entablar con ellos un diálogo monologizado donde tras declaraciones serias, obtenía risas (como cuando dijo que “toleraba” a los candidatos a la presidencia o cuando aceptó que no le frustraba la corrupción en la “Estela de Luz”).  Era su reality show y tenía derecho a los aplausos y a las preguntas fáciles y poco comprometidas dentro de un programa de opinión donde brilló todo menos el periodismo

Y me pregunto nuevamente ¿cómo interpretar la aparición de Felipe Calderón en Tercer Grado: como un montaje periodístico, un tributo sexenal adelantado o una prueba fehaciente de que pese la importancia de los poderes facticos, el Estado sigue siendo quien controla y legítima el uso de la violencia tanto institucional como simbólica?

Un mensaje poderoso justo antes de iniciar las campañas presidenciales.

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