A+ A A-

Ataques contra periodistas ¿una noticia breve?

ni una, ni uno más ni una, ni uno más Monitor BC

En memoria de todos los que han caído defendiendo la libertad de saber.

Por Darwin Franco

¿Hasta cuándo se mantendrá en la agenda mediática y política la indignación que genera la muerte y agresiones en contra de los periodistas? ¿Cómo impedir que los recientes asesinatos de Regina Martínez (Proceso), Gabriel Huge (Notiver), Esteban Rodríguez (Diario AZ) y Guillermo Luna (Veracruz News) en Veracruz, no sufran del mismo olvido judicial, social y mediático que hoy gira en torno a las más de 60 mil personas que han muerto producto de la llamada guerra contra el narcotráfico?

 

 

 

La muerte de cualquier persona indigna porque esto significa la interrupción de un plan de vida y, a su vez, también la desconexión de los múltiples hilos que de alguna manera dependían de dicho plan. Por tanto, no creo que exista acción gubernamental capaz de reconstruir dicho tejido porque siempre harán falta esos nodos y conexiones que nos atan y atarán a los otros aún después de la muerte.

 

Hoy el periodismo nacional, un tejido frágil e inconexo, ha ido perdiendo diversos nodos y planes de vida, los cuales antes de su deceso (y conforme a sus aspiraciones y limitaciones) habían hecho lo imposible por informar quién o quiénes se escondían detrás de la violencia, la corrupción y la injusticia. Al menos, eso es lo que hacían y reporteaban los cuatro periodistas veracruzanos antes ser asesinados arteramente.

Su muerte no es un hecho aislado, como aseguran las autoridades, ni tampoco responde únicamente a una acción violenta del crimen organizado contra el sector, no. Estas agresiones que hoy alcanzan cifras alarmantes (565 agresiones, entre ellas 70 asesinatos, según reporta la organización, pro la libertad de prensa, Artículo 19) son el resultado de una serie de omisiones porque la autoridad, en muchos de estos casos, fue previamente advertida e, incluso, medios y periodistas denunciaron tanto en los ministerios públicos correspondientes como en la Fiscalía Especializada para la Atención a Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE), las amenazas que habían sistemáticamente recibido y padecido. La respuesta fue laxa y, por supuesto, tardía.

La FEALE surgió en 2006 como una iniciativa del Gobierno Federal para esclarecer los asesinatos y agresiones contra medios de comunicación y periodistas que se habían recrudecido en el país justo después de que Felipe Calderón iniciara su ataque frontal en contra del crimen organizado.

La justicia que supuestamente resarciría los daños, a la fecha, no ha sido ni pronta ni expedita porque en casi seis años de existencia, la FEALE ha cambiado cuatro veces de titular, ha visto disminuir su presupuesto 72.4%  (inició con poco más de 2 millones de y ahora opera con cerca de 634 mil pesos). Aunado a esto, el dinero destinado a la investigación de los ataques en contra de medios y periodistas ha sido sub-utilizado; en pocas palabas no se gasta. En 2011, la FEALE sólo se gastó el 9% del presupuesto asignado.  Lo cual hace evidente la poca voluntad de investigar y hacer justicia.

Ante este nivel de desprotección, los periodistas han tenido que valerse por sí mismos  pues ni la autoridad ni sus medios se preocupan por su protección. Tampoco lo hacen ya las aseguradoras, quienes les niegan la autorización para adquirir un seguro de vida, antes prefieren negarles el servicio que ofrecerles lo que para muchos de ellos es la última certeza de estabilidad que podrían dejar a su familia si fallecieran por su profesión.

Están solos y no, porque detrás de ellos existe una sociedad que reconoce su arrojo y valor, pero que también es cautelosa porque sabe, así se lo ha enseñado la historia, que una buena parte de los periodistas se han prestado y se prestan a los juegos del poder político y a las pretensiones del crimen organizado. Esto también hay que enfatizarlo.

Sin embargo, el grueso de los compañeros abatidos con crueldad y bajeza fueron asesinados porque sus investigaciones, publicaciones y pensamientos afectaban el libre flujo del poder. Esto lo expreso así porque la mayoría de las agresiones no provenían del crimen organizado sino de funcionarios públicos de los diferentes niveles de gobierno. Así lo han expresado organismos como Artículo 19 o la propia Comisión Nacional de Derechos Humanos, quienes aseguran que el 41.86% de la agresiones tiene su origen en los poderes establecidos y sólo el 13.37% en el narcotráfico. Ahora se entiende lo dificultoso que es para la FEALE investigar su propio ombligo.

¿Qué hacer, entonces, para seguir siendo periodista y no morir –literalmente- en el intento? ¿Cómo presionar para que nuestras propias prácticas de omisión periodística no sepulten u olviden la búsqueda de justicia para los colegas caídos?

Me cuesta trabajo aceptar que lo que ocurre hoy con los asesinatos de los periodistas veracruzanos pueda caer en ese mismo trajín informativo que como periodistas y ciudadanos hoy nos hace sensibilizarnos de estos crímenes, pero mañana olvidarnos porque la nota se desplaza hacia los nueve cuerpos que cuelgan de un puente en Nuevo Laredo.

¿Cómo entender la poca sensibilidad que la mayoría de periodistas y medios de comunicación mostraron ante estos crímenes? ¿Se podrá confiar en que éstos entienden cómo la guerra contra el narcotráfico ha dañado el tejido social cuando no son capaces de reflexionar sobre las bajas que hay en su propio gremio?

De ahí las notas breves, fugaces y sentidas, como las muchas otras que bosquejan apenas la humanidad de quienes están detrás de las cifras, de quienes operan como figuras estéticas de su horror informativo. Ahí no hay periodismo, sólo está la presencia de un negocio informativo que hace “notas breves” de lo sucedido con los periodistas porque así lo dicta el Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia y nada más.

Información adicional

TESTIGOS PRESENCIALES

ESTADO DE LA REPÚBLICA

DESAPARECIDOS

PRENSA AMENAZADA

RECIBE NUESTRO BOLETÍN

Nombre:

Email:   

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010