NUESTRA APARENTE RENDICION

Son las cuatro y media de la mañana cuando Don Apolonio Fimbres le llama al maestro Juan Antonio Pavlovich, quiere saber cuántas personas vendrán por él para ir a Cananea y así saber cuántos burritos y café tiene que preparar con su esposa para ser un buen anfitrión. La amistad entre Don Apolonio y Juan Antonio se forjó en medio de la peor tragedia ambiental en la historia de la minería mexicana. El primero es un hombre de 77 años que como él se describe, es una persona sencilla y de buena salud que tiene una huerta frutal y prepara machaca para vender, ahora se ha convertido en un activista medioambiental que desde Ures, uno de los pueblos afectados por el derrame de tóxicos en el Río Sonora, ha organizado a los afectados para que con los mineros y otros pobladores afectados tomaran la estación “Los Patos” de la mina Buena Vista del Cobre de Grupo México el 16 de marzo del 2015. Por su parte, Juan Antonio, Secretario de Relaciones Exteriores del Sindicato de Trabajadores Académico de la Universidad de Sonora, se ha convertido en un activista social en defensa del Río Sonora desde que en octubre del 2014 llegó a la plaza de Ures con otros maestros universitarios a ofrecer su ayuda para que los afectados puedan organizarse en la defensa de sus derechos humanos.

 

La salida de Hermosillo tenía que ser temprano porque era necesario llegar a Ures entre 5:30 AM y 6:00 AM, hora en la que se estimaba que los camiones recogerían a los pobladores que se habían apuntado para ir a tomar la mina con los mineros de la sección 65 del Sindicato Minero Nacional. En cada uno de los pueblos afectados se llenaban dos o un camión de pasajeros y se sumaban carros de tal manera que se fue formando una caravana que parecía un río que subía la Sierra Madre Occidental, un río de dignidad, de rabia, de impotencia. Un río de reclamos que unía a todos los pueblos del Río Sonora y a los mineros de la mina de Cananea.

 

En la casa de la familia Fimbres estaba también Monserat, un incondicional compañero de Don Apolonio que desde las primeras asambleas en la plaza de Ures siempre ha estado presente opinando y escribiendo corridos sobre la tragedia ambiental. Monse, como lo llama Apolonio, es un hombre de edad avanzada, aparentemente tímido pero hábil con las palabras y un humor acido como las aguas contaminadas por la minera.

-Oye Monse – le grita Apolonio que se sienta en el asiento del copiloto – ya viste que traen micrófonos pa que cantes tus corridos en el plantón.

- Canto si tú no te pones nervioso con los federales.

- ¿A poco va a haber des esos que salen en la tele allá con los guachos?

- ¿Pues a poco crees que nos van a dejar entrar así como así?

En el camino Apolonio y Monse hablan de su vida bucólica, de ranchos en la sierra, de paisajes en los que el río se abre camino. La carretera llena de baches, las cuestas empinadas y la misma caravana hacen que el recorrido por la sierra sonorense sea lento y que el paisaje del río herido manifieste un poco de lo que Apolonio y Monse cuentan que veían antes de que ocurriera el derrame.  

 

La llegada a Cananea

Por la entrada a Cananea de la carretera al Río Sonora, la caravana de afectados por el derrame es esperada por  los dirigentes del sindicato minero de la sección 65, que los reciben montados a caballo en un gesto que dice que son iguales a ellos, gentes del pueblo de Sonoro e hijos del mismo río. Los carros de los ribereños  hacen un embotellamiento en la entrada a la ciudad minera. El sindicato minero comienza a tomar la estación de bombeo de “Los Patos” que está en la salida a Agua Prieta.

Días antes se había soltado el rumor de que se tomaría la mina. Los federales mandaron grupos antimotines en cada una de las instalaciones de Buena Vista del Cobre, esperando que los mineros fueran en grupos pequeños a todas las instalaciones. No fue así. Tanto mineros como habitantes del río se concentraron en un solo punto, “Los Patos”. Porque la consigna era: “Si los afectados del Río Sonora no tienen agua la mina tampoco.”

Los primeros en llegar a la estación de bombeo fueron cómo 300 mineros que de inmediato hicieron frente a los granaderos.  Los segundos al verse reducidos en  inferioridad numérica no atacan al contingente y más bien se dedican a resistir lo más que se pueda el ataque. Cuando ven que los primeros 300 mineros eran únicamente la vanguardia y que llegaban camiones llenos de ribereños enfurecidos, los granaderos no tienen de otra más que huir dejando la puerta libre a los más de dos mil manifestantes que se apoderaban de “Los Patos”.

 

La ocupación

En la puerta  de la estación de bombeo de la mina Buena Vista del Cobre se instala un mitin donde tanto mineros y pobladores afectados lanzan discursos de repudio a Grupo México y al Fideicomiso Río Sonora que únicamente intento dividirlos con dinero. Entre los oradores también estuvieron profesores del Colegio de Sonora y de la Universidad de Sonora, así como las personas que casi todos los fines de semana se presentaban en las asambleas en las plazas de los pueblos del Río Sonora.

En cada uno de los discursos se reiteraba la idea de que Grupo México es una empresa que no respeta la vida y que únicamente desea que los pueblos del Río Sonora sean abandonados para continuar con el saqueo del mineral. Sin embargo, el más impactante de los discursos no fue el de ningún líder sindical o el de algún representante de algún pueblo, fue el de Doña Maura una sencilla jornalera que se ganaba la vida recogiendo berros a la orilla del río en San Rafael del municipio de Ures.

Esta mujer, desde la más pura desolación que provoca el abandono en el cual los órganos de gobierno dejaron a los habitantes del Río Sonora en medio del desastre ecológico, habla con toda la dignidad del mundo y explica cómo no le importa perder la vida con tal de luchar porque a Grupo México se le retire la concesión de la mina Buena Vista del Cobre y se haga justicia indemnizando a los más de 22 mil afectados. Así comienza la ocupación de los ribereños y mineros que luchan por sus derechos humanos y por el trato digno que se merecen. Poco a poco las carpas se van instalando y las hogueras se encienden, porque el plan de esta gente es no moverse hasta que Grupo México pierda la concesión de Cananea y que el gobierno les obligue a pagar el daño a cada uno de los afectados por el derrame, incluyendo a los más humildes, a gente como Doña Maura que no merece estar abandonada en medio del desastre ecológico.

 

Información adicional

  • Por: : Hermes D. Ceniceros.

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

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