NUESTRA APARENTE RENDICION

El derecho de las bestias

Libo de Rolo Diez Laurini. Libo de Rolo Diez Laurini.

¿Quién escribe el guión de la película de terror que se llama México?, ¿de qué imaginación provienen los hombres ahorcados en vivo en pleno puente vial de Morelia, las mujeres quemadas en las calles transitadas de Monterrey, o los ranchos de Tamaulipas usados para enterrar muertos que nunca encontraremos?

¿Qué se hace en estos casos para sobrellevar el día a día? Algo básico es reivindicar la vida civil: charlar con amigos, caminar una montaña o meterse al mar, hacer el amor, leer... no para evadirse, sino para desde otro espacio de combate, confrontar lo que pasa y no se sabe por qué está pasando.

 

El libro El derecho de las bestias (Ediciones B, 2010), escrito por Rolando Diez Laurini, es uno de esos recursos. En esta novela negra, la trama va y viene de la actualidad a un pasado algo remoto de brujas y ritos oscuros. Para ello, el escritor nacido en Argentina y criado en México se nutre de la realidad de Nuevo Laredo lo mismo que de la de Atenco, San Fernando, Acteal o cualquier otro de esos lugares donde sangra el mapa mexicano bajo el pretexto del narco o bajo cualquier otro de los que crean la mezcla de poder e impunidad.

De buena fuente sé que Diez Laurini escribió la novela con deudas, un encantador niño de tres años gritándole al oído, su gato Chakra (que parece un pavorreal) subiendo por la espalda, y anuncios de demandas por líos del pasado. Quizá por ello el delirio en la prosa del escritor, quien se burla de tópicos como el racismo y la misoginia, a veces de manera ingenua y hasta conmovedora.

La novela no tiene la experiencia completa de Díez Laurini en cuanto a anécdotas, ni tampoco su modo de ver la vida está plasmado a cabalidad. El derecho de las bestias carece de lo cáustico porque quizá cuando la escribía —el propio autor lo ha dicho— pensaba que era un ser sin nombre y sin voz.

Sin embargo, el ser que se inventa Díez Laurini para poder escribir El derecho de las bestias consigue con prosa a ratos cargada de aliento neogótico, un retrato de la impunidad en el cual un Papa fornica con toda clase de seres vivos; en el que se registra la pederastia, la locura y el latrocinio como pan diario de la Iglesia, la cual despide con grandes exequias a los grandes execrables.

En El derecho de las bestias también están los drogadictos y aquello que ven y sienten, junto con los alcohólicos sin luz, de corte beatniks; el despecho hacia las mujeres por no encontrar a la que se necesita; y la adicción al porno, a la escena youporn.

Pero para estos tiempos de bestias, la novela de Diez Laurini nos recuerda el nuevo código de honor vigente, donde existe el derecho de violar y matar y tener grandes funerales, el derecho de asesinar, traicionar, exponer, humillar y ser querido y respetado; el derecho de masacrar y quemar vivas a las personas; el derecho de vida y muerte, el derecho de las bestias de matar cien personas que no quieren trabajar para ellos, o el derecho de matar a quienes resultan una afrenta a las buenas costumbres, o el derecho a matar nomás porque se puede matar y no pasa nada.

Por edad, y sobre todo por el tipo de pacto literario asumido, Diez Laurini forma parte de un grupo literario mexicano medio secreto, que también incluye a otros escritores como Emiliano Ruiz Parra, Alejandro Almazán, John Gibler, Pável Granados y varios más, entre los cuales destaca Cristian Escobar, quizá el más misterioso y original integrante de esos treintañeros sin beca que se han reunido, queriéndolo o no, alrededor de la narración de los arrabales del surrealismo actual.

Una de las preguntas que la literatura de estos narradores quizá habrá de responder algún día, es ésa que muchos se hacen en este momento: ¿Quién otorga ese derecho a las bestias? ¿A quién conviene que anden desamarradas?

www.twitter.com/diegoeosorno

Columna Historias de Nadie publicada en Milenio Diario de Monterrey el 15 de junio de 2011.

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NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

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