NUESTRA APARENTE RENDICION

El Sofitel de Nueva York está en el número 45 de la calle 44, entre la Quinta y la Sexta avenida. Encima de la puerta giratoria de la entrada ondean dos banderas, una de Francia y otra de Estados Unidos. Enfrente hay un anticuario y un Radio Shack. Desde afuera parece un hotel modesto debido a su tamaño, pequeño en comparación con los rascacielos a la redonda, así como por la calle en la que se encuentra, la cual se pone muy oscura de noche.

 

Pero solamente parece un sitio modesto, como sucede con muchas cosas en esta zona de Manhattan, donde casi nada es modesto. El menú del restaurante del Sofitel aclara que la mayoría de los ingredientes usados en su cocina son frescos aunque hayan sido traídos desde París la noche anterior. Casi todos, hasta los requeridos para preparar un sandwich de pollo de 25 dólares.

 

Esta contradicción entre lo que parece y lo que es el Sofitel lo hace todavía mejor locación de la película real de conspiraciones que ocurrió en la pasada primavera: Uno de sus húespedes habituales, el señor Dominique Strauss- Khan, ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), fue detenido a punto de tomar un avión de regreso a Francia, acusado de hostigar sexualmente a la señorita Dian Dallo, la camarera que lo atendió durante su estancia en el Sofitel.

 

El funcionario estuvo arrestado un día, y después quedó en libertad, aunque sigue bajo investigación. A la par en Francia, periodistas y ex-empleadas del señor Strauss denunciaron haber sido, tiempo atrás, acosadas sexualmente también por el financiero, denuncias que sin embargo, en su momento nunca fueron llevadas a tribunales.

 

La trama dio un giro interesante cuando se publicó la transcripción de una conversación telefónica entre la camarera del Sofitel supuestamente víctima de acoso, y un amigo de ella preso en una cárcel estadounidense, a quien la señorita Dian Dallo, en dicha plática le comentaba que continuaría con su denuncia, ya que sabía lo que hacía, y además, el señor Strauss-Khan tenía mucho dinero. Nada menos que eso, pero también nada más que eso revela la filtración divulgada por New York Times.

 

El banquero reaccionó diciendo que la charla probaba que el escándalo del Sofitel era una conspiración en su contra (compló, se diría en idioma tabasqueño). Y así, desde entonces, el ex director gerente del FMI, un organismo casi conspirativo por antonomasia, va pregonando que fue víctima de una conspiración protagonizada por la señorita Dian Diallo, camarera nacida en un país africano que aparece en el mapa con el nombre de Guinea Cornikit.

 

¿Una conspiración contra el conspirador? Entro al lobby del Sofitel para ver qué puedo averiguar. Debo burlar antes una hilera de Mercedes Benz negros, con vidrios polarizados, que de repente llegaron a estacionarse afuera con los motores encendidos. Casi nadie quiere hablar conmigo (mi pésimo inglés contribuye a ello), hasta que logro platicar con un taxista del sitio que habla español igualito a Don Francisco. Primero comentamos la Copa América (de la cual yo no sé absolutamente nada) y luego le pregunto si él -que conoce personlamente a la señorita Dian Diallo- cree que el señor Strauss-Khan – a quien ha visto por aquí- fue víctima de una conspiración.

 

Tras la pregunta, el taxista me mira y se ríe de mí, no conmigo. Después, con desgano, dice que la mitad de los millonarios que vienen a Nueva York creen que pueden hacer lo que se les dé la gana, que eso no es raro, que lo raro es que una empleada insignificante como la señorita Dian Diallo, denunciara lo que pasó.

 

Me fui al poco rato con las manos vacías, pensando que ese taxista era muy sospechoso. Quizá un Iluminatti.

 

twitter.com/diegosorno

 

Columna Esquirla publicada en M Semanal el 17 de julio de 2011.

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