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A sangre fría en el edén

A sangre fría en el edén José Fuentes y su esposa Lilián unas horas antes de ser asesinados en Tabasco.

Con pantalones de mezclilla, guayaberas blancas y metralletas AR- 15 colgadas del cuello como guitarras, los agentes investigadores miraban la escena del crimen. Buscaban soluciones posibles al enigma de la muerte del político José Fuentes Esperón y su familia.

 

Sabían que ese caluroso sábado 5 de septiembre de 2009 en que ocurrió la matanza, el candidato era esperado en la Quinta Grijalva, sede oficial del gobierno de Tabasco. La cita para desayunar huevos y fruta tropical junto al gobernador Andrés Granier comenzaría a las 8 de la mañana de ese día y acabaría luego de que Fuentes y demás aspirantes priistas grabaran un anuncio de televisión pensado para los comicios en puerta del 18 de octubre.

 

Los agentes también estaban enterados de que el hallazgo de los cuatro cadáveres: el del aspirante a diputado, su esposa Lilián Argüelles, y sus dos pequeños hijos, José Francisco y Fernando, fue posible debido a la extraña ausencia de Fuentes al evento partidista en la residencia oficial, así como también por la llamada de preocupación hecha por la sirvienta de la familia a un hermano del candidato.

 

Mientras los agentes recorrían los cuartos de la casa de dos pisos, al lado de la cual hay una pequeña palmera, el procurador Rafael González Lastra conversaba telefónicamente con un amigo cercano de la familia. Al colgar, el experimentado funcionario, quien ocupó el mismo cargo de procurador en la Chiapas del alzamiento zapatista de 1994, echaba la mente a volar. Como todos en Villahermosa, lo primero que pensó sobre el multihomicidio ocurrido en pleno arranque electoral es que éste había sido cometido por alguna banda del crimen organizado.

 

“Mi primer sentimiento fue de rabia, y en una primera reflexión, verdaderamente concluí que el crimen estaría vinculado con la delincuencia organizada, derivado de los embates y capturas que se han tenido en los últimos meses, y además también por una expresión nueva, sanguinaria y vil de la delincuencia organizada, al masacrar este mismo año a dos familias tabasqueñas. Una en Monte Largo, Macuspana, el 14 de febrero, y la otra en el municipio de Cunduacán, el 14 de mayo. O sea que ya no es sólo el apetito pecuniario en sus diversas modalidades por parte de los criminales, sino también la ejecución de personas inocentes. Por estas dos razones pensé que en el caso de Fuentes y de su familia, podía tratarse de lo mismo”, recuerda.

 

Pero a la misma hora del día siguiente, una veloz investigación y un desaseado actuar de los asesinos hicieron que el procurador cambiara de impresión en torno al crimen de la privada Tucanes.

 

Esta vez la sangre derramada en el edén no tenía el sello de Los Zetas.

 

El crimen

 

Iban vestidos como si fueran un comando, con pants oscuros, guantes, pasamontañas y botines. Después de brincar la barda llegaron a la lavandería. Levantaron la puerta lentamente porque sabían que ésta rechinaba. Caminaron cerca del cuarto de la sirvienta, quien estaba dormida y al parecer nunca se percató de los sucesos de esa madrugada. Una vez dentro de la casa, en la cocina, Julio César Moreno, El Loco, de 20 años, que a veces trabajaba como ebanista, abrió los cajones y cogió un cuchillo. Marco Iván Soto, de 16 y vecino de la casa contigua a la residencia de los Fuentes Argüelles, subía las escaleras, yendo detrás de él Ricardo Hernández, el chico de 18 años contratado para cuidar la seguridad del barrio residencial.

 

La primera puerta con la que se topó el grupo, conformado también por un cuarto joven que está prófugo, fue la de la recámara de los hijos del político. José Francisco, el mayor de los niños, estaba dormido cuando lo abordaron. Mientras El Loco y el cuarto joven trataban de maniatar al chico de 12 años, éste alcanzó a lanzar un par de gritos que pusieron nervioso al vigilante Ricardo Hernández, quien llevaba un revólver .38 especial.

 

Todo se salió de control en ese momento. El vigilante caminó de prisa a la recámara principal, abrió la puerta y en la penumbra descargó los seis tiros de su revólver. Tres le dieron al candidato: uno en el brazo derecho, otro le rozó la frente, cerca de un mechón de pelo blanco que lo distinguía, y el tercero, un rozón también, en el cuello, el cual fue el que acabó quitándole la vida. Lilián Argüelles recibió los otros dos balazos en la espalda, al aventarse a proteger el cuerpo de su hijo menor, Fernando, quien estaba acostado en medio de la pareja. El sexto tiro no hirió a nadie.

 

Malherido, el político alcanzó a levantarse y forcejeó un momento con el vigilante Ricardo Hernández, a quien se le habían terminado los tiros del revólver. La disputa acabó cuando Marco Iván apareció y golpeó con fuerza el brazo maltrecho de Fuentes Esperón, quien se tumbó adolorido. Los intrusos lo sujetaron y comenzaron a maniatarlo con la cinta que tres horas antes habían comprado en Wal-Mart. Tanto al político como a su hijo menor, a quien también amordazaron y amarraron, los sacaron del cuarto principal de la casa.

 

Marco Iván se encaminó hacia Lilián y la violó. Ricardo intentó hacer lo mismo una vez que acabó el joven de 16 años, pero no lo consiguió del todo. Tras colocarse un condón, la erección de su pene se le vino abajo. Mientras era víctima del ultraje sexual y se desangraba por los disparos, la esposa del candidato, quien ya había reconocido al vigilante, le dijo a éste: “Ricardo, no siento las piernas, no siento las piernas, tengo miedo de quedarme paralítica”. De repente, el vigilante sintió asco y se fue al baño, donde vomitó. Inmediatamente después, el menor Marco Iván llegó a la cama con el cordón de una identificación. Lo enredó en el cuello de Lilián y la ahorcó. Los peritajes dicen que para ese momento, ella ya estaba muerta. Para que no quedaran testigos, El Loco y el otro joven prófugo ahorcaron también a los hijos del matrimonio.

 

La investigación

 

Al mediodía del sábado, los agentes irrumpieron en la caseta de vigilancia de la privada Tucanes. En el baño, tras buscar en los bolsillos de un pantalón color oscuro, encontraron una nota de supermercado. Elticket registraba una peculiar compra que se había hecho la noche anterior en el Wal-Mart ubicado a menos de 500 metros de la zona residencial.

 

Así comenzó la primera línea de investigación del caso Fuentes Esperón.

 

Los agentes acababan de percatarse que el político y su familia habían sido maniatados con una cinta gris, además de que en la escena del crimen había quedado tirado un condón. Una de las adquisiciones del ticket hacía referencia a unos “sellaductos” que costaban 120 pesos cada uno. Un agente fue al supermercado y preguntó por el artículo referido. Tras cotejarlo con la cinta encontrada en la casa de la familia Fuentes, los agentes sabían que estaban cerca de algo.

 

El vigilante que estaba en ese momento en la caseta de la privada fue interrogado por los policías, pero éste aseguró que la ropa donde habían encontrado la nota era del vigilante de la noche, con quien había cambiado la guardia a las 7 de la mañana de ese día.

 

A través de sus propios compañeros vigilantes, Ricardo Hernández, quien es hijo de un policía municipal, fue citado a las 7 de la noche de ese día en el estacionamiento del Centro Comercial Cristal, aledaño a la privada Tucanes. Una vez que el joven se apareció, fue abordado por los agentes. Al iniciar el interrogatorio, el vigilante dijo despreocupado que durante su turno habían ingresado un par de camionetas Ford Lobo negras, en las cuales iban a bordo “un grupo de jarochos”, quienes habían estado un rato en la privada y se habían retirado en la madrugada.

 

Cuando uno de los agentes le mostró el ticket de Wal-Mart encontrado en su ropa, el rostro sereno se le borró. Ahí empezó a titubear. Minutos más tarde estaba diciendo que había comprado las cosas por órdenes de Marco Iván Soto, uno de los vecinos del fraccionamiento. Al cabo de una hora, el vigilante ya relataba con lujo de detalle el multihomicidio.

 

Casi a la medianoche de ese sábado, Marco Iván Soto fue detenido también. A la mañana del domingo siguiente, El Loco también fue capturado. En la Hummer blanca de la familia que el grupo había abandonado cerca de un parque local, los agentes encontraron el arma de fuego utilizada por el vigilante, así como otros objetos de valor que se habían robado de la casa de la familia Fuentes. En la camioneta también quedaron huellas dactilares de los detenidos. Las cajeras del Wal-Mart, además, habían identificado al vigilante y a Marco Iván como los autores de la compra de condones y cinta hecha la noche anterior.

 

La procuraduría de justicia de Tabasco tiene otros 12 elementos vinculantes que fueron mostrados, pero que por el momento no quiere que se den a conocer, ya que esto puede ayudar a que los abogados de los menores preparen una coartada durante el juicio que está por comenzar, y en el cual ya es un hecho que Marco Iván no alcanzará una pena mayor de ocho años, por ser menor de edad.

 

“Aunque ellos no hubieran confesado su participación en los hechos, la procuraduría tiene suficientes pruebas para que sean sentenciados”, dice seguro el procurador, quien no se sorprende de que muchos en Tabasco duden sobre los hechos: “Este escepticismo es natural. La sociedad está cansada de la ineficacia de las instituciones”.

 

El móvil

 

Marco Iván Soto vivía al lado de la casa de la familia Fuentes Argüelles, donde otros vecinos acaban de colocar un modesto altar. El joven de 16 años, a quien pude ver en persona, es casi un niño. Es un gordinflón rubio, de ojos claros, y que tiene el cutis lleno de espinillas. Resulta más fácil imaginarlo jugando X-Box con los hijos del candidato —como de por sí sucedía— que planeando un brutal asalto. Pero durante su declaración, Marco Iván dijo que ya otras veces había entrado furtivamente a la casa del político para llevarse ropa íntima de Lilián, con la cual se masturbaba. Además dijo que consumía regularmente cocaína, la cual, sin embargo, ni él ni los demás habían ingerido el día del crimen.

 

A este adolescente, no sólo el deseo de poseer a su vecina de 39 años lo había llevado a meterse a la casa de los Fuentes Argüelles. El ex estudiante de la Universidad del Valle de México también tenía la intención de poner la semana siguiente una narcotienda con el dinero obtenido por el robo.

 

Hoy en día, aún hay muchos en el trópico que piensan que los menores no son los verdaderos asesinos. Los rumores son tales, que hay quienes aseguran que José Fuentes fingió su muerte para irse con el dinero de la campaña.

 

Tras acontecimientos tan estremecedores como éste, es a veces más cómodo acusar al gobierno o alnarco que aceptar que la sociedad tabasqueña albergó y creó a un grupo de muchachos dispuestos a matar a una familia entera a sangre fría.

 

 

twitter.com/diegoeosorno

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