¿Cómo llegamos a crear un país desalmado que obliga a las mujeres de los países vecinos pobres a inyectarse anticonceptivos antes de pisar su territorio? Ninguna sociedad debería consentir la barbarie como un acto cotidiano. En México no sólo hemos hecho eso: Hemos obligado a que quienes buscan el mentado sueño americano vivan antes la pesadilla mexicana, nuestra pesadilla mexicana.
La primera vez que supe de la existencia de esta inyección fue al ver Los Invisibles, una serie de cuatro cortos documentales que hizo Gael García. Gael me invitó junto a Cristina Rivera Garza, Fabrizio Mejía, Gabriela Warketin, León Krauze y Lydia Cacho a mirar y comentar este desgarrador trabajo que hizo para Amnistía Internacional durante 2009. El segundo de los cuatro documentales de diez minutos de duración, titulado “Seis de cada diez”, es en el que se menciona esta inyección, cuya existencia sintetiza el drama de las mujeres migrantes que pasan por México.
Después de mirar Los Invisibles empecé a indagar un poco y supe que a las mujeres migrantes las puede violar cualquiera durante su paso por México, según me explicaban amigos de El Faro, uno de los grandes proyectos de periodismo por internet lanzados en América Latina, el cual produjo María en tierra de nadie, un extraordinario documental sobre el mismo tema, dirigido por la cineasta Marcela Zamora.
A las mujeres centroamericanas, durante su paso por México, las puede violar el coyote que contratan para la travesía, alguno de sus propios compañeros de periplo, el policía municipal que las detiene, o el agente de migración, o el policía federal, o el estatal, o el funcionario de la aduana, o el narco, o el trailero del camino, o el que les da agua en una casa, o el que se dedica a eso de manera regular en ciertos pueblos, como La Arrocera, donde, por los relatos oídos, parece que todos los habitantes son violadores, o por lo menos todos consienten las violaciones sistemáticas que se dan ahí como si fuera algo tan normal como la lluvia.
Las violaciones de mujeres centroamericanas las hace cualquiera en México, porque se pueden hacer en la total impunidad.
A un país que parece importarle un bledo la muerte de más 40 mil mexicanos en el marco de una supuesta guerra contra el narco y que ni siquiera sabe los nombres de esos 40 mil muertos, ¿qué tanto le ha de preocupar que todos los días haya violaciones de mujeres centroamericanas?
Hay que asomarnos a mirar la realidad de Los Invisibles mostrada por Gael García, sobre todo en tiempos en los que como dice Fito Páez “nadie escucha a nadie, en tiempos de todos contra todos, en tiempos egoístas y mezquinos, en tiempos donde siempre estamos solos”.
Hay que hacer algo ya.
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