NUESTRA APARENTE RENDICION

Muerte súbita Mario Palacios Montarcé jugando en Plaza Metepec.

Ésta es la historia del impune asesinato del profesor de ping-pong argentino del Club Toluca, Mario Palacios Montarcé.

 

El periódico La Mañana Neuquén estaba desparramado en una mesa de ping-pong, con la sección "Policiales" abierta. Oscar Ottón, entrenador auxiliar de la selección argentina de tenis de mesa, clavó la mirada en el titular: «Asesinan a neuquino en asalto, en México.» Incrédulo, leyó el sumario de la nota: «Ocurrió el viernes pasado, sus restos llegaron a Neuquén y hoy recibirán sepultura. Conmoción local.»

 

El argentino muerto al que se refería la noticia ese 28 de noviembre de 2003 era Mario Palacios Montarcé, joven profesor que 10 años atrás había enseñado a Ottón sus primeros golpes en una bodega petrolera adaptada como club de pingponistas.

 

«Dos meses antes de morir vino a un torneo a Neuquén. Lo sentí contento de vivir en Toluca», me dice Ottón, moreno y de bigote delineado, en un oscuro rincón del Club Pacífico de Neuquén -ciudad de La Patagonia, en Argentina-, con el castañear de las pequeñas pelotas blancas que conectan sus pupilos, como telón de fondo.

 

El día que leyó la nota periodística, Ottón habló por teléfono con Doelia Montarcé, madre de su maestro: Mario -le confirmó la mujer- había sido víctima circunstancial del asalto a una panadería.

 

Por dos años, Ottón creyó esa historia. «A Mario lo mataron porque se involucró con la mujer de alguien muy poderoso en México», lo corrigió un entrenador de la selección mexicana de tenis de mesa, que en abril de 2004 visitó Buenos Aires para asistir al Campeonato Latinoamericano Pre-Infantil.

 

Sorprendido, Ottón buscó en ese mismo evento a Fernando Serrano Almudí, papá de un niño del mismo nombre ("Fernandito", el más destacado alumno mexicano de Mario) que ahí competía: «Serrano me corroboró -dice Ottón- que en Toluca se decía que lo habían mandado matar por una revancha.»

 

Un escalofrío lo recorrió.

 

 

POR AMOR

 

-¿Sabes algo de un profesor de tenis argentino que murió hace unos años? -pregunté meses atrás a un socio del Club Toluca que conoce la vida de esa institución.

-Sí, cómo no. Pero no era tenista, era tenista de mesa, de ping-pong. Daba clases en el club y se metió con quien no debía.

-¿Con quién? -¿Con quién más...?

-No sé.

-Mejor no te metas en eso.

-¿Por qué mataron al tenista? -insistí.

-Por amor -me respondió y colgó.

Esa fue mi primera llamada para conocer qué había sucedido con un deportista asesinado en el sexenio del gobernador Arturo Montiel. En voz baja, se hablaba de ese hombre en la socialité del Estado de México y en algunos pasillos de la política nacional.

 

 

COMO RIVER PLATE

 

Mario compró un boleto en la aerolínea más barata: Lloyd Aéreo Boliviano. La travesía incluyó aterrizajes en Uruguay, Bolivia y Panamá. Exhausto, el profesor de 32 años arribó a México. «Se retrasó un día el avión, que es como el "ñandú" (autobús) de Neuquén porque para en todas partes -escribió en una carta a su familia-. Para colmo, Toluca queda a 60 kms de DF. Los directores del Club Toluca me llevaron a las instalaciones, que son como River Plate, tiene: 14 canchas de tenis, 2 piletas cubiertas olímpicas, 4 restaurantes, 3 plallas (sic) de estacionamiento, 5 salones de reuniones y de Congresos, capilla, servicio médico, canchas de fútbol y muchas cosas más.»

 

En realidad, las canchas de tenis eran 11, y nada más había una alberca no olímpica, dos estacionamientos, un restaurante y una sala de eventos. Magnífico contador de historias, no sólo dio de un plumazo más grandeza a ese centro: El hombre que por una mejor vida había cambiado de hemisferio concluyó la carta con otro hecho imaginario: «Después hicieron una conferencia de prensa. Había 8 periodistas de radio, televisión y diarios e hicieron mi presentación oficial. Tengo una oficina y una secretaria, Pilar.»

 

-¿Que más les decía de México? -pregunto a Graciela, la menor de las hermanas de Mario.

-Nos decía: «Acá hay gente muy pobre, pero otra con helicópteros en sus casas.»

 

 

ROBERTO BENIGNI

 

Calvo prematuro, Mario había dejado crecer el cabello de los lados, que parecía cepillado con furia. Con ese look entró al Club Toluca. A Víctor Cienfuegos Arochi, el gerente, le preocupó que en su institución -epicentro del empresariado y la clase política local-, aquel muchacho de 1.64 metros proyectara una imagen que, con un poco de imaginación, tenía algo del payaso Krusty.

 

-Córtate el cabello -le pidió.

Con la cabeza a rape, en el gimnasio del Club Toluca comenzó a dar de cuatro a siete horas diarias de clase por 6 mil 400 pesos al mes. Se hizo popular por ser un maestro divertido. Poseía, sin embargo, un mejor instrumento de seducción: sus relatos. Contaba por ejemplo, historias como ésta. «Viajé a Bagdad como jugador de la selección china de tenis de mesa. Durante el torneo, Estados Unidos bombardeó la ciudad: era el inicio de la operación "Tormenta en el desierto". Me atrincheré en la bañera del cuarto de mi hotel. Dos días después, el gerente me dio un croquis de la ciudad. Caminé por calles destruidas hasta el aeropuerto. Al cruzar una reja, un policía me detuvo con una pistola y me condujo a una celda con rehenes. Un brasileño que no paraba de quejarse fue ejecutado delante mío. Dos días después abordé un avión rumbo a Egipto, donde me esperaba el embajador argentino. Me quedé en la embajada unas semanas y logré volver a Neuquén.» La gente lo oía, consternada o incrédula, siempre cautivada.

 

Mario dio cursos en la UAEM, el Tec Toluca, la Unidad Deportiva Filiberto Navas, el Club Deportivo Britania y el Club de Golf San Carlos Metepec. Pero, sobre todo, destacó en el deporte estatal al formar a un gran jugador de tenis de mesa, el niño Fernando Serrano, cuádruple campeón en Olimpiadas Nacionales y medallista continental.

 

En el restaurante La Esquina Gaucha, al que acudía con frecuencia, Mario se hizo de amigos argentinos, varios ligados al futbol. Entre ellos estaba el portero del Toluca, Hernán Cristante, quien aceptó una curiosa idea de Mario para promoverse como instructor: instalar una mesa en el Centro Comercial Galerías Metepec y batirse juntos en duelos de ping-pong. En los descansos de los partidos que el arquero siempre perdía, Cristante daba autógrafos y se sacaba fotos con fans.

 

«Era un chico estupendo que todos apreciábamos. Decíamos que era como Roberto Benigni en La vida es bella», dice Cristante.

 

Gracias al arquero y amigos como el empresario Luis Gasca Domínguez, dueño de la constructora Procomi, Mario tuvo un primer contacto con la alta sociedad mexiquense.

 

Una tarde, el gobernador saliente César Camacho encabezó un acto en la Unidad Deportiva Filiberto Navas. El argentino se acercó a regalarle una playera oficial del River Plate que el mandatario se puso de inmediato y con la que recorrió las instalaciones.

 

Ser parte del Club Toluca permitió a Mario codearse con la clase política local. La institución social y deportiva fundada por Carlos Hank González es paso obligado de los gobernadores en turno. Arturo Montiel -quien antes de gobernar el estado jugaba ahí al tenis- asumió la dirigencia estatal del PRI en el Salón Rojo del club, el mismo lugar donde en los 90 encabezó otros actos importantes del partido oficial.

 

Cada lunes, futbolistas, socios del club y políticos eran convocados por el socialité argentino Diego Dapozzo a reuniones para comer asados. Asistían personajes como el comentarista de TV Azteca Christian Martinoli, el técnico Ricardo La Volpe o el ex alcalde de Toluca Alejandro Ozuna, subsecretario de gobierno estatal durante el siguiente gobierno de Enrique Peña Nieto. Futbol, política y negocios se entrelazaban en charlas de las que Mario participaba.

 

El argentino desarrolló un olfato para las relaciones públicas que le dejó beneficios. Pudo, entre otras cosas, conseguirle trabajo al neuquino Avelino Gutiérrez -amigo de su papá-, quien viajó desde La Patagonia para volverse funcionario del Instituto de Seguridad Social del Estado de México y Municipios. En meses, con su simpatía y destreza, Mario había ampliado como nunca su espectro social.

 

«Ambicioso programa para impulsar el tenis de mesa en Toluca», era el título de una nota del diario toluqueño Portal: Palacios buscaba convertir en "actividad masiva" al ping-pong. Para ello, contaba con el apoyo de la alcaldía dirigida por el panista Juan Carlos Núñez. «Lo más importante es que tenemos el apoyo del municipio de Toluca -declaró Mario a esa publicación-, el proyecto va a comenzar en las escuelas primarias, se fabricarán mesas de cemento por lo menos en cincuenta escuelas, los chicos podrán jugar en el recreo tal y como lo hacen con el futbol, sólo que será un poco más ordenado».

 

 

ACADEMIA PARAÍSO

 

En los últimos 30 años, Neuquén se ha convertido en la gran ciudad de La Patagonia. Gente de otras provincias llega atraída por la bonanza bajo su llanura rojiza, rica en petróleo. A esa búsqueda quedó ceñido el destino de Mario y su familia, originarios de Darwin, pueblo de mil habitantes en la vecina provincia de Río Negro, donde el chico vivió hasta los once años.

 

Mario -nacido el 28 de diciembre de 1967- fue el ansiado varón, luego de que el conductor de trenes Julio Palacios y su esposa Doelia tuvieran a Mónica, Patricia y Graciela. La familia abandonó Darwin para instalarse en el barrio ferrocarrilero de Neuquén.

 

En la dictadura militar argentina, que se extendió del 76 al 83, los Palacios sufrían. La madre de Mario, una obrera, al cumplir su turno transportaba a los empleados a sus casas, usando su camioneta, para ganar algo más de dinero. Como sus hermanas, Mario no terminó el bachillerato. Fue ayudante de soldador, mecánico, electricista. Hasta que una tarde conoció su destino: el ping-pong.

 

Mario contaba que un día, jugando con "Perengue" -su tío Carlos- se acercó un hombre de rasgos orientales que miraba con atención.

-¿Vas conmigo a Concepción (Chile)? Hay una escuela de talentos -le dijo un tal Wu- Hong, instructor chino. Mario aceptó.

 

Al regresar de su estancia en el Deportivo Alemán de Concepción, una empresa petrolera le rentó a bajo costo una bodega abandonada que limpió para volverla un club de esa disciplina -con restaurante y ocho mesas de juego que él construyó con sus manos-: la Academia Paraíso de Tenis de Mesa. «El mejor club en la historia de Neuquén», me dice el entreandor Ottón, uno de los cerca de 20 alumnos que ahí entrenaban. Pero la escuela no creció. Con los ingresos Mario sólo podía cubrir la renta. Academia Paraíso duró lo que un lirio.

 

Agobiado, se encerró en el garaje de su casa. Juntó piezas eléctricas, de metal y madera, para crear su propio Robo-Pong, androide lanzapelotas como los que había conocido en un viaje a Pekín. «El robot me va a sacar de pobre», decía.

 

Pero el aparato no terminó de funcionar.

 

 

DEPIETRI: EL CONTACTO

 

Matilde Montarcé, tía de Mario, vivía con su familia a 400 kms de Neuquén, en Bahía Blanca. Poseía cierta fortuna pues su hijo, Roberto Depietri -primo de Mario-, había sido jugador del Toluca y los Pumas en México.

 

Mario Palacios fue contratado a fines de los 90 como staff del dueto musical Pimpinela, que justo daría un recital en Bahía Blanca, a donde viajó.

 

Con un abrazo, Mario y Roberto -apodado "Ringo"- se encontraron en la estación de autobuses de esa ciudad, junto al helado mar del Atlántico.

 

En un bar, evocaron entre risas viejos recuerdos, como los días en que juntos pescaban en los canales de Darwin, pueblo llamado así en honor de científico naturalista que por ahí realizó algunos experimentos.

 

Depietri, para entonces promotor de futbolistas argentinos en México, notó los serios problemas económicos de Mario. -Dame tu currículum y lo presento en el Club Toluca para ver si pueden darte trabajo -le ofreció Ringo. Depietri entregó al club un CV de su pariente, que incluía cursos en el Lejano Oriente, meca del ping-pong.

 

Tras unas semanas, Matilde les avisó que Mario había sido aceptado. Eufóricos, los Palacios sacaron un viejo globo terráqueo para ubicar a Toluca. Aunque no la hallaron, festejaron con un asado.

 

El pingponista llegó al Aeropuerto de Ezeiza el 22 de enero de 1999. Bastó que se subiera al avión para cambiar de clase social.

 

 

AHÍ SÍ NO TE METAS

 

-¿Y qué tal la gobernadora? -preguntó Mario tras el set mañanero que jugaba con Luis G. en el Club Toluca.

-¿Qué con ella? -le respondió sorprendido del otro lado de la mesa el conocido empresario.

-Está relinda -insistió el argentino.

-Sí, sí. Pero no, no... Aguas, güey. Ahí sí no te metas. Esos sí son de balas -contestó Luis G. El partido prosiguió.

 

Mario había coincidido con Maude Versini -a quien le llevaba siete años- el 20 de noviembre de 2002, cuando su alumno más destacado, Fernandito, recibió de manos de ella y del gobernador Arturo Montiel el Premio Estatal del Deporte.

 

«Era un día muy importante para Mario, porque al reconocer a Fernandito lo estaban reconociendo a él como entrenador -dice Luis G.-. Ese día, Mario se fue de repente de la reunión, sin avisar.»

 

Gente del empresariado del Estado de México asegura haber visto juntos a Mario y a Versini a inicios de 2003. Fui referido con el dueño de un restaurante del municipio de Valle de Bravo y un mesero del mismo establecimiento -ambos pidieron el anonimato-, quienes recuerdan que «al menos en dos ocasiones» vieron solos a Versini y un argentino. Les mostré dos fotografías del deportista: una en la que posa junto al arquero Cristante y demás amigos en el restaurante La Esquina Gaucha, y otra en la que aparece su rostro en primer plano. «Es él», respondieron ambos sin dudar.

 

Para el encuentro con Mario, Versini habría elegido un exclusivo complejo privado del pueblo de San Gaspar, aledaño al lujoso Hotel El Santuario, donde ella y el gobernador habían contraído matrimonio unos ocho meses antes, en junio de 2002, y del cual Montiel era copropietario.

 

Una medianoche de «febrero o marzo» de 2003, relata un restaurantero, llevaron personalmente manjares a dos personas a un departamento de ese complejo. «Versini -cuenta- platicaba con alguien de acento argentino. Lo vimos a él en el cuarto mientras ella me recibía los alimentos».

 

La segunda ocasión los vieron en una casa de Valle de Bravo, durante los días en que en el El Santuario se celebraba el Foro de Biarritz, en octubre de 2003. Es decir, los encuentros entre Palacios y Versini, según estos testimonios, habrían tenido lugar mientras Montiel fungía como anfitrión de personajes de la talla del escritor Carlos Fuentes, la Premio Nobel Rigoberta Menchú, el secretario general de la OEA César Gaviria o el juez español Baltasar Garzón, a los que recibió con varias botellas de Château Pétrus, uno de los vinos tintos más caros del mundo.

-¿Mario veía a Versini? -pregunto al empresario Luis G. en el Hotel Holiday Inn Toluca.

-Nunca me dijo nada. Mario era extraño, enigmático. Aunque yo lo quería mucho y era un gran amigo, parecía con doble personalidad, debo decirlo.

-¿Por qué lo mataron?

-No sé. Se ha dicho mucho que porque anduvo con la esposa del anterior gobernador. No me consta nada de eso, pero fue lo que más se escuchó. Como nadie investigó ni nada, no se supo bien qué pasó.

 

 

TUNAS JUGOSAS

 

Maude llegó a México en 2000 para llevar a cabo el proyecto "México, el país de los mil rostros". Se decía "periodista", pero era una publicista de la empresa española NOA Comunicación. La joven de 26 años viajó un año por el país para entrevistar a gobernadores, a quienes ofrecía publicar, a cambio de hasta 100 mil dólares, reportajes sobre ellos y sus gobiernos en el semanario Paris Match.

 

Ella y su equipo solicitaron una audiencia con Montiel. El gobernador aceptó: les daría treinta minutos el domingo 24 de septiembre de 2000.

 

El político debió sorprenderse ante la belleza de la esculpida trigueña. Olvidado el protocolo, la charla se extendió sesenta minutos. Montiel tuvo que suspenderla para ir a una cena con el gobernador de Illinois, George H. Ryan, quien llevaba un rato esperándolo. «No se vayan, falta mucho por decirles», pidió Montiel. Para mitigar las cuatro horas de espera el gobernador les envió bandejas de quesos y jamones y, a Maude, dos recaditos de su puño y letra. Al volver, la plática siguió una hora. Entre otras cosas, le habló entusiasta de la tuna, fruta mexiquense que Versini desconocía: «Es tan importante para los mexicanos -le dijo Montiel-, que forma parte del escudo nacional.»

 

El político, casado entonces con Paula Yáñez, se despidió de la mujer, que rondaba la edad de sus dos hijos.

 

Horas después, la joven recibió sorpresivamente un dulce y jugoso regalo del gobernador: una caja llena de tunas.

 

En 2001, según Guadalupe Loaeza -conocida de la ex primera dama mexiquense-, Maude convivió cinco meses en Venezuela con Hugo Chávez, a quien le ofreció un publirreportaje para The New York Times. Montiel mantuvo contacto telefónico con ella hasta que organizó una gira por Caracas. Ahí, la joven le dijo que se iría a vivir a Líbano. El gobernador, dolido, le pidió volver a México: dejaría a su esposa y le facilitaría un proyecto con la revista ¡Hola!

 

Una noche parisina de fines de 2001, frente al Arco del Triunfo, Montiel le pidió matrimonio. Para que los recién divorciados como él pudieran casarse de inmediato, hizo que en 2002 el Congreso del Estado de México reformara el Código Civil. La boda entre la joven y el político que alguna vez dijo «los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas», se realizó el 22 de junio ante unos 100 invitados.

 

La pasión de Maude era el esquí, que practicaba una vez al año en los Alpes franceses. Montiel quiso aprender, pero le fue muy complicado. Capitalizó sus dificultades con otra prueba de amor: anunció la creación del Centro Internacional de Esquí Nevado de Toluca. Por su esposa, "la gobernadora" -como la llamaban en el Estado de México-, él sentía devoción: el mandatario le ofrendaba serenatas de mariachi y le mandaba 200 rosas blancas cada 22 de mes.

 

La adoración caló en la política. Maude apareció en espectaculares y fotos que se regalaban en actos políticos, y con su nombre fue bautizado un hospital de Atlacomulco -municipio natal de Montiel, que da título al grupo político de donde proviene-, con todo y su título profesional: "Lic. Maude Versini de Montiel". A dos años de la derrota del PRI en las elecciones de 2000, Montiel, el político con mayor presupuesto del país, era tan poderoso que ya sonaba como candidato a la presidencia de México.

 

 

EL MAL DE MONTIEL

 

La relación de Montiel y Maude pronto causó estragos. El gobernador se desconcentraba en las juntas y llegaba irritado. Sus allegados culpaban de ello a Maude.

 

Montiel solía cancelar actividades de su agenda entre viernes y lunes para viajar con su esposa. «Ese fue uno de los primeros síntomas del mal que le provocó Maude a Montiel», me cuenta -con la condición del anonimato- un hombre quien fuera un muy cercano colaborador del ex gobernador.

 

Los rumores sobre la relación de Maude con un "tenista" llegaron a la oficina de este funcionario, quien pidió a sus subordinados investigar. Trajeron novedades: Versini, efectivamente, se veía a escondidas con esa persona, un profesor del Club Toluca. El colaborador de Montiel, sin embargo, decidió guardar silencio.

 

«Yo no iba a decirle qué pasaba con Maude, ella ya ejercía un enorme poder sobre él -añade-. Nosotros sabíamos eso y otras cosas, pero no se le podía tocar el tema a Montiel.»

 

-¿Cómo se enteró del asesinato del instructor?

-Alguien de mi gente me lo dijo.

-¿Cree que el ex gobernador está involucrado?

-No. Para nada. No creo que Montiel lo ordenara.

-¿Nunca tocó el tema con el gobernador?

-Nunca.

 

BESOS SUAVES

 

Mario era bajito, calvo y no tenía dinero, pero no le faltaban virtudes. «Sin ser galán era muy coqueto y caía bien a las mujeres», explica su amigo Aldo Dapozzo, entrenador de futbol. «Era muy juguetón a la hora de enseñar», dice el empresario Luis G. «Tenía mucha labia -cuenta su alumno Edgar Madrigal-. Y tú sabes, los argentinos tienen mucho pegue en Toluca. No bebía ni fumaba, su único pecado eran las mujeres. Anduvo con mujeres casadas.»

 

La psicóloga Jazmín López, joven de pelo largo y ojos grandes que me recibe en la clínica de Santa Cruz Atzcapotzaltongo, describe: «Sus besos eran muy suaves, acompañados con un abrazo fuerte y tierno.» Jazmín fue su pareja meses antes de que Mario muriera. «Salí con Mario porque era muy humano y muy gracioso», me dice esta chica agradable, con la que el argentino iba al Coffe Cool y al restaurante La Fortaleza.

 

-¿Qué piensas sobre su muerte?

-No sé. Mario me platicó que antes de que nosotros saliéramos era mujeriego. Se comentó que había sido un crimen pasional. Aún no sé qué pensar.

 

 

BOLSA DE CARTÓN

 

En el viaje hasta Neuquén recorro 9,000 kms. Veo a Doelia, madre de Mario, una tarde de octubre de 2008. Al entrar al barrio Gregorio Álvarez transito entre nubes de polvo y perros flacos. «A dos calles de aquí no entra la policía», me dice Doelia, una señora bajita y de lentes, señalando una zona con casas de hormigón. Los Palacios Montarcé viven en un Fonavi, unidad popular construida por Felipe Sapag, una suerte de cacique no tan mal recordado -hoy de 91 años- que gobernó Neuquén 20 años.

 

«Hasta que murió Mario empezaron a darle bolilla (tomar en cuenta) en Neuquén al tenis de mesa», dice esta mujer enferma de diabetes, cuando entramos al cuarto de su hijo. No ha modificado nada: varios brillantes trofeos ocupan una cómoda. Junto a un camastro hay un retrato de Mario jugando en el Club Toluca. En el colchón, sobre una sábana amarillenta, descansa una maleta negra. Además, una bolsa de cartón. Doelia me pide que la abra: sentado en su camastro veo anuncios de cursos de pingpong, copias de emails personales dirigidos a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. , tarjetas de presentación con su celular (044722-1183228), una nota del periódico Reforma de México con su foto, folletos de su Atos, copias de su CV, notas de El Sol de Toluca con fotos de Montiel y Versini entregando el premio a Fernandito, fotografías con amigos, papeles del Instituto Nacional de Migración y una vieja cartera.

 

Al cuarto lo sume el silencio. De pronto, Doelia, de brillantes ojos rodeados de arrugas, se suelta a llorar.

 

AZUCENAS

 

Mario falleció a los 35 años en el Hospital 220 del IMSS media hora después de ser atacado el viernes 21 de noviembre de 2003. Los testigos fueron el médico José Bernal y el gerente del Club Toluca, Cienfuegos Arochi.

 

En horas, el directivo preparó una misa en la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores y un velorio al que acudió Fabián Estay, jugador de Santos Laguna y amigo de Mario, que dejó su concentración en Torreón para viajar a Toluca.

 

A las 6 pm, el gerente llamó a Argentina. -Mario tuvo un accidente... está muerto -le dijo a Mónica. Desconsolada, la hermana se hundió en llanto y soltó la bocina. La comunicación se cortó. Media hora más tarde, el gerente llamó de nuevo.

-Mario murió en un accidente -reiteró y añadió: -le dieron un tiro-.

 

«Me pareció raro que dijera que fue un accidente y que (también) un tiro -recuerda Mónica, la hermana mayor-. Luego me dijo que fuera a México y le contesté que no tenía dinero. Me dijo que si yo no iba lo declararían NN (ningún nombre), pero nos habló Depietri y dijo que él se encargaría.»

 

Mónica avisó de la tragedia a sus hermanas. No sabían cómo informar a sus padres. Esa noche les dijeron que Mario había tenido un accidente en Toluca y que esperaban más noticias. Acto seguido, Doelia fue al cuarto de su hijo a encender una vela. Se apagó al instante. Pensó que era el aire y la encendió otra vez. Cuando la llama volvió a extinguirse, supo que su hijo había muerto.

 

En los días en que el cuerpo de Mario volaba a Neuquén, Doelia se levantó cada madrugada a regar unas azucenas de su patio, las favoritas de Mario. «Pese al agua, la luz y el viento, no dejaban de marchitarse», dice. Seis días después del asesinato, luego de un viaje Toluca-DF-Santiago de Chile-Buenos Aires-Neuquén, la familia recibió el cadáver en el Aeropuerto Internacional Presidente Perón. «Ese día era el cumpleaños de mi papá, que estaba enfermo del corazón -cuenta Mónica-. Fue muy duro.»

 

El cuerpo permaneció 24 horas en una funeraria. Al día siguiente, a las 10 am, lo enterraron en el Cementerio Central de Neuquén. Ya en casa, Doelia fue a su patio y cortó las azucenas, que se habían marchitado por completo.

 

TRATEN DE NO METERSE

 

Graciela, la hermana más alegre y consentida de Mario, dice que ante la noticia no podían hacer más: no tenían dinero, México estaba lejos y sólo conocían a Depietri: «Y en Toluca, aunque hay leyes, no había ley.»

-¿Qué les decía Depietri? -pregunto a Mónica, la mayor de las hermanas.

-Que le pegaron un tiro y que no sabía nada, que fue un accidente. Y me dijo: «Traten de no meterse, no hagan llamadas ni envíen mensajes. Hay mucha mafia en México.» Evadía decirnos qué pasó (pero) estoy agradecida porque sin él no hubiéramos traído a Mario. Esa fue la única vez (cuando el cuerpo llegó) que vimos a Depietri.

-¿No dudaron de la versión?

-Después atamos cabos porque Ringo (Depietri) ya no contestaba cuando le llamábamos para preguntar por lo de Mario.

Antes de terminar esta investigación, la familia Palacios Montarcé seguía creyendo que Mario murió en un asalto.

 

 

CASO ARCHIVADO

 

En el Club Toluca busqué a Víctor Cienfuegos Arochi, militante del PRI y gerente que contrató a Palacios. Aceptó platicar mientras iba por su auto. Los primeros dos minutos no paró de alabar a Mario. Luego me dio la dirección del sitio donde murió. «¿Falleció por un asalto?», le pregunté. Detuvo su paso, me miró a los ojos y dijo: «Murió de muerte natural» y tras la enigmática frase siguió caminando hacia su coche.

 

Cerca del centro de Toluca, en Lerdo de Tejada y Josefa Ortiz de Domínguez, estuvo la panadería La Bondi, negocio de la familia Reyes cerrado poco después del deceso. Hoy es una tienda de Telcel atendida por una chica que no tiene idea de que pasó ahí.

 

Toluca es quizá la ciudad con más diarios del país: 15. Pero únicamente El Sol de Toluca y Cambio publicaron notas como susurros, pequeñas y en interiores, sobre el asesinato. El primero omitió el nombre de la víctima y su puesto en el Club Toluca.

 

Arturo Callejas, entonces reportero policial de Cambio -donde sí hubo una nota en forma-, revela el extraño modo en que el periódico supo lo sucedido: no fue por el ritual aviso del jefe de prensa de la policía, sino porque a un editor se lo contó el dueño de un negocio vecino a la panadería, con cuyo testimonio se elaboró el breve texto, que no tuvo seguimiento. Las demás publicaciones callaron.

 

Mario Carrasco, director de Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM) y en ese entonces subdirector jurídico de la Secretaría de Gobierno, confirmó escueto: «Su muerte fue por un disparo en la sien y los asesinos no han sido detenidos.»

 

Días después, un funcionario de la PGJEM que contacté extraoficialmente accedió a pasarme datos del expediente TOL/HLN/I/2747/2003, abierto por el homicidio. «Es uno de los expedientes con menos hojas que he visto en mi vida», me dijo, y añadió que incluía tres declaraciones ministeriales de personas relacionadas con lo sucedido. «El caso fue archivado -me aclaró-. No hubo investigación.»

 

Busqué a otro alto funcionario de la PGJEM que labora en el actual gobierno de Enrique Peña Nieto: «Ese caso no se resolvió y nunca se resolverá -me aclaró-. Es un tema bastante delicado. Y no murió en un asalto. Checa eso. Es todo lo que te puedo decir.»

 

Arturo Montiel Yánez, primogénito del ex gobernador, fue contactado por teléfono el 13 de noviembre de 2008 para que ayudara a entrevistar a su padre sobre la muerte de Palacios. Él ofreció avisarle y comunicarse después. No lo hizo. Ante una segunda llamada mía, de inmediato colgó.

 

 

NO EXISTEN REGISTROS

 

En la Oficialía 3 del Registro Civil de Toluca, libro 6, constancia 01018, se encuentra el acta de defunción de Mario Palacios Montarcé, soltero nacido en Neuquén, muerto a causa de «herida penetrante por proyectil de arma de fuego en cráneo» y «sin hijos».

 

Según el acta de defunción, el 25 de noviembre de 2003 el cuerpo de Mario fue revisado por Sanidad Internacional del Aeropuerto de la Ciudad de México, antes de partir a Neuquén. Embalsamadora Kong, de Toluca, preparó el cadáver. «Se recibe cuerpo procedente de Semefo Toluca (...) procediendo a reabrir cavidad toracoabdominal para aseo viseral, extracción de gas, líquido y materia fecal introduciendo sustancias conservadoras y en duro, posteriormente se realiza la misma maniobra con cavidad cranearia», detalla el certificado de Santiago Kong, quien también rechazó una entrevista sobre el caso en particular.

 

Pese a que la empresa Intercontinental Cargo hizo los trámites aduanales para la salida del cadáver que voló por Aerolíneas Argentinas, en la Embajada de Argentina en México dicen que no hay registro del deceso de Mario Palacios Montarcé. «Oficialmente puedo decirte que de 2003 a la fecha no existe registro de la muerte de un argentino con ese nombre», declaró Facundo Macedo, agregado de Prensa de la representación. Pero conseguí copia de la constancia registro 0325141 del Ministerio de Relaciones Exteriores, en la que el cónsul argentino en México, Carlos Aparicio, autoriza el 25 de noviembre de 2003 que el cuerpo de Palacios saliera del país. Aparicio, funcionario de Relaciones Institucionales de ese ministerio, tampoco quiso una entrevista.

 

Tras semanas de intentos, vi a Depietri, pariente que trajo a México a Mario y, según la familia de éste, quien les pidió no indagar el deceso. Manager de Rodrigo Palacio, estrella del jugador del club Boca Junios, entra, de impecable atuendo sport, al Museo del Jamón, en la céntrica avenida 9 de Julio de Buenos Aires.

 

-Fueron a matarlo, eso lo sé. No se lo dije a su familia porque no tenía caso hacerlo más doloroso. Nunca se supo por qué lo mataron. Era muy bueno, su gran motivación era juntar dinero y regalos para su familia.

-¿Existió una investigación?

-No hubo nada sobre los que mataron a Mario. Fui dos veces a ver cómo iba la investigación, pero nadie quería informarme. Supe que la chava que estaba en la panadería durante la muerte de Mario dijo primero que podía reconocer a los asesinos y a los días siguientes la hicieron cambiar su declaración y dijo que no los podía reconocer.

-¿Cuál puede ser la causa del ataque?

-Hubo muchos rumores e hipótesis. La principal: un marido despechado. Me dijeron que Mario estaba nervioso esos días.

Un año después del asesinato de Mario, el empresario Luis G. le dijo a Depietri que en el Club Toluca se decía que su muerte se debía a su relación con Versini. Según G., Depietri le respondió: «Si fue por eso, por lo menos Mario se fue contento al cielo.»

-¿Existió la relación de Mario y Maude?- pregunté a Depietri.

-Mario nunca me dijo nada. No sé qué pensar. Pese a todo, creo que Mario fue feliz en México. Vivió cosas que nunca hubiera vivido en Neuquén.

-¿Tramitaste el permiso ante la Embajada Argentina en México?

-Supongo, pero no me acuerdo. De muchos trámites se ocupó (el gerente Cienfuegos) Arochi en el Club Toluca.

-En la embajada dicen que no hay registro del traslado de Mario, ni de su muerte.

-No recuerdo qué pasó. Tal vez (Cienfuegos) Arochi lo recuerde.

 

 

NI LO ACEPTO, NI LO DESCARTO

 

A mi regreso a México busqué otra vez al gerente Arochi del Club Toluca. Sólo aceptó tomarme la llamada.

-Dos escenarios circundan a Mario -me dijo-: uno, que era un gran amigo; otro, que tuvo una muerte muy trágica.

-Quisiera hablar en persona.

-Tengo 63 años, me afecta hablar del tema. Debí identificar el cadáver cuatro veces... su fisonomía... fueron balazos que no lo desfiguraron.

-Quisiera hacerle varias preguntas.

-Sé el momento político de mi estado, el que viene. Yo sé mi cuento y créame, es todo lo que le puedo comentar.

-¿Tiene que ver la política?

-Lo que sé, ya lo dije. Hablaría las veces que quiera con usted, pero no sobre Mario. Usted en su medio y yo en el mío, somos gente que sabemos. Soy un viejo de 63 años y tengo algo de experiencia en la política.

-¿Hay políticos involucrados?

-No puedo ni debo hablar. Uno sabe hasta dónde hablar sobre una persona.

-¿Descarta que Mario conociera a la señora Maude Versini?

-Ni lo acepto, ni lo descarto, ni nada. No voy a hablar más de esto.

 

 

DOS DÍAS DESPUÉS

 

El día del asesinato de Mario, Arturo Montiel, junto a la propia Maude, inauguró la Convención Nacional de la Cruz Roja en el Teatro Morelos de Toluca. Lo acompañaron el entonces rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, y el empresario Olegario Vázquez Raña, presidente en turno de la institución, quien galardonó a Montiel por su altruismo, con la Gran Cruz de la Orden de Honor y Mérito de la Cruz Roja Mexicana.

 

Desde el siguiente día y hasta el 5 de diciembre, Montiel no tuvo ninguna actividad pública, al menos por los registros de los medios de comunicación. Varios diputados federales del PRI por el Estado México consultados aseguran que recibieron la explicación de que su ausencia se debía a «uno de los berrinches de Maude», y que el mandatario estaba en San Diego. Otros dos legisladores priístas coincidieron en que estaba en gira de trabajo por Chicago. El gobernador que quería ser presidente desapareció de la escena política cuando se discutía la reforma al IVA en alimentos y medicinas, una de las más importantes del sexenio.

 

No obstante, el 23 de noviembre de 2003, dos días después de la muerte de Palacios, a la Embajada de Francia entró una mujer de lentes oscuros y gesto descompuesto. Era Versini, con cinco meses de embarazo. Autoridades de esa representación confirmaron que, según sus registros, la joven declaró al embajador Philippe Faure haber sido golpeada por órdenes de su esposo y pidió protección.

 

Al abordar el fracaso de la reforma constitucional del IVA, Jorge Castañeda -secretario de Relaciones Exteriores de México cuando Montiel era gobernador- y Rubén Aguilar, vocero del entonces presidente Vicente Fox, revelaron en el libro La diferencia lo siguiente: «La tercera respuesta a la pregunta sobre las causas de la derrota (en el Congreso) es la más "técnica", si se quiere. Descansa en la abdicación, traición o debilidad de Arturo Montiel, cuyos 21 diputados del Estado de México faltaron y fallaron en el último momento, haciendo en teoría la diferencia de los 18 votos que nunca llegaron. (...) según esta versión, debido a sus líos matrimoniales, patrimoniales y anímicos, se fue a refugiar a San Diego para reconquistar a su esposa francesa. Ella, de acuerdo con fuentes de inteligencia y diplomáticas, había sido objeto de una golpiza mayúscula por parte de presuntos guardaespaldas de Montiel, como se denunció ante el MP en Toluca, pero sobre todo, ante el Consulado de Francia en México. (...) Montiel estaba en eso, y se desentendió de lo otro, que al final importaba menos que el amor.» Según el texto, para mitigar la golpiza a Maude, Montiel le habría comprado con efectivo una «fastuosa casa de playa en la isla francesa de Saint-Barthélemy (en el Caribe)».

 

En marzo de 2004 nacieron los gemelos de Maude, Sofía y Adrián. Mientras tanto, en Toluca, Fernandito, de once años, devastado por la muerte de su maestro evaluaba dejar el deporte. «Lo quise mucho», es lo único que acepta decirme.

 

De 2003 a 2008 nada se supo del caso Palacios. Fue hasta el 14 de mayo pasado cuando la comunicadora Flor Berenguer publicó lo siguiente en su columna "En Voz Alta", según lo que le confió «un empresario y político mexiquense de origen libanés»: «Un día este personaje me llamó para contarme, a modo de chisme, que Maude Versini estaba embarazada de gemelos, pero que no eran de Montiel y que el posible sospechoso, el maestro de ping-pong de la primera dama mexiquense, había sido encontrado misteriosamente muerto de un balazo en la sien en pleno centro de Toluca».

 

Las investigaciones sobre el homicidio de Palacios ni siquiera han iniciado. Hasta ahora, por lo tanto, no existen datos que pudieran inculpar a Montiel o a cualquier otra persona por el asesinato del 21 de noviembre de 2003.

 

 

SEPULCROS

 

Con Graciela y Patricia -hermanas del deportista- entramos al Cementerio Central de Neuquén. En el nicho de Mario, el 6195, hay un mate de su club, Boca Juniors. Además, dos láminas: una con la leyenda «Mario Palacios Montarcé: Serás un ejemplo de vida que nos guiará por siempre. Tus padres, hermanos políticos y sobrinos», y otra con la frase: «Una persona buena que supo dejar una profunda huella en el espíritu de quienes lo amamos. Tus tíos y primos.»

 

En la urna con sus cenizas hay una carta de su sobrino Rodrigo, un florero con rosas y unas raquetas que le envío su discípulo Fernando. Patricia, costurera en un hospital, limpia el cristal del nicho: «A veces -confiesa tímida- aparecen besos pintados que tengo que quitar.»

 

Los restos de Mario están en un lugar pleno de sol, entre sepulcros de niños. De tan coloridos, los crisantemos para el tenista parecen artificiales. «Mi papá venía a charlar con Mario. Al poco tiempo aquí se quedó», expresa Graciela señalando el nicho 3290, de su padre Bernardo Palacios, muerto tres meses después de recibir el cadáver de su hijo. «Creo que por la tristeza», dice Mónica.

 

 

NO CONOZCO A ESE SEÑOR

 

Marco al celular de Maude Versini. Atiende en París, el martes 28 de octubre pasadas las 9 pm.

 

Antes de la primera pregunta, me presento y explico la razón de mi llamada.

-¿Qué opina de la muerte de Mario Palacios Montarcé?

Guarda silencio un par de segundos y contesta:

-No conozco ese señor... Lamento lo que le pasó.

-Era un instructor de tenis de mesa que fue asesinado...

-Como le dije -me interrumpe-, lamento lo que le pasó a ese señor. Ahora me disculpo, tengo que hacer algunas cosas.

 

La ex esposa de Montiel colgó. Esa noche, recibió en su email un cuestionario en el que le pregunté sobre Mario y los señalamientos del libro La diferencia. Nunca respondió. Afectado gravemente por los escándalos de corrupción, Arturo Montiel debió retirarse de la contienda presidencial de 2006. Su amigo entrañable y asistente más cercano, Isidro Pastor, se atrevió a declarar a los medios que la debacle de Montiel empezó el día que conoció a Maude Versini.

 

Pocas semanas rompió para siempre con el mandatario. A unas semanas de tomar esta decisión, el 14 de febrero de 2005, un cercano colaborador de Pastor, Marcos Olivo García, fue encontrado muerto en un canal de drenaje, atrás de la Central de Abasto de Toluca. Tenía las manos atadas con cinta canela, una bolsa de plástico en la cabeza y un trapo en la boca. Había sido reportado como desaparecido durante 15 días. Semanas más tarde, el automóvil de Maribel Mireles, secretaria particular de Pastor, amaneció con nueve perforaciones de arma de fuego.

 

«Mientras la Procuraduría no aclare el homicidio (de Olivo García), para mí es una persecución política del gobierno estatal, y el gobierno estatal tiene una cabeza", declaró Pastor, conocedor de la entraña priísta, a los medios de comunicación.

 

TE VAMOS A MATAR

 

Uno de los alumnos de Mario me confía algo que su maestro le contó un día de noviembre de 2003: varios hombres a bordo de un Ford Galaxy blanco pasaron a su lado y le dijeron: «Te vamos a matar.»

 

Mario sabía que algo iba a pasar, pero no sabía cuándo. La gente lo veía nervioso.

 

En su departamento de Santiago Miltepec, una colonia austera bajo unos cerros, se dedicó a ver caricaturas. Avelino Gutiérrez, amigo argentino que vivió con Mario en sus últimos días, lo recuerda viendo Tom y Jerry en la televisión, preocupado y agarrándose la cabeza por agudos dolores.

 

«Marito era un muchacho muy alegre, pero se volvió otro días antes de que lo mataran», me cuenta Avelino en un café de Neuquén, a donde volvió lleno de miedo cinco días después del deceso del profesor de ping pong.

 

Al ver así a su amigo, Avelino lo encaró. Mario adujo que el radiólogo Serrano Almudí, papá de su alumno, le había detectado una «arteria tapada de la cabeza». «Cuando Mario murió se lo pregunté (a Serrano) y me comentó que ni siquiera lo había atendido», dice Avelino.

 

 

 

TENGO HIJOS

 

El 21 de noviembre, Mario llegó al gimnasio del club a las 6 am. Como no había ningún alumno, hizo estiramientos. Al rato, acudieron unos 20 socios a los que puso a practicar en las mesas, sin prestarles mucha atención.

 

Una de sus alumnas, Alicia Bennet, lo llamó para que se quedara un rato más a practicar con ella: «Tengo cosas que hacer», respondió en seco el instructor. Aunque la sesión colectiva a veces terminaba hasta las 10 am, Mario suspendió todo hacia las 8. Apresurado, salió del gimnasio.

 

En su Atos rojo, tomó la avenida Lerdo de Tejada y, antes de llegar al cruce con Josefa Ortiz de Domínguez -donde viraba en su habitual itinerario-, frenó el auto de golpe y entró a la panadería La Bondi.

 

Según la declaración ministerial de la empleada del lugar -hecha frente a Avelino Gutiérrez-, Mario entró de prisa, agitado. Segundos más tarde, hicieron lo mismo dos hombres corpulentos de traje y corbata.

 

«Tírate al suelo y cállate», le dijeron a ella al tiempo que se abalanzaban sobre Mario, con quien forcejearon. El argentino lastimó su mano al detener un cuchillo que lo amenazaba, pero un momento después quedó inmóvil: uno de ellos le clavó un puñal en el cuello, y otro le asestó con un tubo un golpe en la cabeza.

 

Los asesinos arrastraron sangrante a Mario hasta el baño del negocio. Todo acabó con un balazo en la sien.

 

Salieron del local sin robar nada.

 

Las últimas palabras de Mario -según la declaración ministerial de la empleada de la panadería- fueron: «¡No me maten, tengo hijos!»

 

 

twitter.com/diegoeosorno

 

 

Texto aparecido en el libro País de muertos. Crónicas contra la impunidad, Debate 2011

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