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Querido Marcos:

 

El mundo nunca está listo cuando llega un niño. No comprendo aún el maravilloso sueño que significa ser tu padre, pero estoy en La Habana escribiéndote a pocos días de que nazcas. La noche calurosa y tropical está adormecida y hoy hay una luna impaciente que me acompaña en la encomienda.

 

Pensar en ti se siente cabrón.

 

Lo primero que debo decirte es que quieras al mundo y a tu madre, una linda y buena mujer que será la persona más importante de tu vida. Este mundo, aunque te recibe en una época confusa, no es poca cosa. En los días actuales, hombres de mente libre y corazón honesto pueden desafiar su destino.

 

Conocerás personas, lugares y situaciones. Eso es la vida. Dale un valor especial al alma de tus amigos. Sé fraternal con los humildes y sé partidario de las causas justas, no importa que éstas casi nunca ganen. Al menos una vez pon las manos al fuego por alguien que haya sido marginado. Así es como se inventa de nuevo, cada día, la humanidad.

 

No reprimas el instinto callejero. Si topas a un cínico, míralo frente a frente. Ten dignidad, en especial a la hora de tus batallas. Sé buen camarada con los tuyos y ten un compa poeta. Los poetas son la gente más honrada que hay. En mi caso tengo cerca y leo a Alejandro Sánchez, Raymundo Pérez Arellano, Fernando Pessoa, Alicia Cárdenas, Emiliano Ruiz, Alejandro Almazán, Daniela Rea, Andrés Ramírez, Froylán Enciso y John Gibler.

 

Toma en cuenta que a veces tus pasiones serán derrotadas y que el corazón es un órgano titubeante. Sin embargo, cae todas las veces que puedas en la tentación del amor. Que unos bellos ojos no dejen de hacerte valiente y revolucionario.

 

Es secreta la tarea de encarar el difícil día a día. De madrugada, insomne o durmiendo con una tempestad de sueños pasando por tu cabeza, te darás cuenta de eso. Vivir no es un espejismo. Olvídate de la inmortalidad, pero como quiera, por favor, déjame ir primero a ver qué asunto es ese del final.

 

Si escribes, hazlo sobre cielos y sobre abismos por igual, y si puedes, cuando viajes, evita los hoteles modernos tanto como las sonrisas posadas y el rencor hacia quienes mienten sobre ti y te desean el mal sin conocerte.

 

Lleva serenatas con mariachi a tus abuelas, no importa que llegue la Policía. Sé un peatón y si vas en auto, maldice los semáforos en rojo durante el día y besa a tu novia frente a ellos por las noches, mejor si en el estéreo suena el nuevo disco de Miguel Torres o las primeras grabaciones clandestinas de Valdivia Esparadrapo tocando en el Café Nuevo Brasil.

 

Asústate de lo normal. No entregues la vida a la rutina. Escapa del futuro, aun si ello –mejor incluso– implica no hacer caso a nada de todo lo que te digo en esta carta que espero leas alguna vez. Sé paciente con la incesante rebeldía que albergues dentro de ti. “Hay cosas que para ser han tenido que ser en silencio”, dijo José Martí.

 

Cuando crezcas, deseo que tus cuarentenas en el Distrito Federal estén acompañadas de paseos nocturnos por el parque México, vino tinto, poemas e historias de otro país. Si alguna vez estás en Lima, sonríe con la bruma que entristece al malecón. Camina por Miraflores con la orgullosa resignación de un buquecito de guerra a la deriva.

 

En África súbete con una flor hermosa que ames a un tren apretujado que vaya de Casablanca a Marrakech y cuando lleguen a su destino, recuerda a ese tren y a esa flor con respeto y emoción.

 

Consigue una borrachera imprevista en la frontera de Ecuador y Colombia. Oye ahí vallenatos y rancheras con la misma solemnidad que hay que hacerlo cuando canta un señor chaparrito y ciego que se llama José Feliciano.

 

Para entender lo que significa la palabra México, ve a Chiapas. Si te vas a una guerra de Medio Oriente o de Bolivia, no renuncies a escribir cartas de amor por las madrugadas.

 

Cuando pases una noche en Madrid –porque sé que lo harás–, visita a tu tío Tirso Esteve, oye un par de canciones de Paco Ibáñez y desviste con cariño ese muslo más blanco que la luna.

 

Pasea por los barrios tan tristes que hay en los días lluviosos de Buenos Aires pero no te quedes fijo en ese territorio de la nostalgia. La nostalgia tiene muchos rincones. Uno de ellos se llama Lisboa. El mundo girará diferente cuando desandes por ahí.

 

Baila len-ta-men-te en un departamento de Nantes, abraza en las barricadas a tus hermanos de Oaxaca, enamórate a primera vista en Rancho Nuevo, piérdete por la boca del lobo de Medellín, y cada vez que estés en Hermosillo recuerda que en toda tu natal Sonora no cabe la dignidad de los papás de los niños de la guardería ABC.

 

Suspira cuando vengas a La Habana y sé muy escéptico cuando hablen mal de este pedacito de tierra arisca, pero no cierres tus ojos ante su realidad y ninguna otra.

 

Te adora, Diego, papá.

 

La Habana, Cuba, marzo de 2010

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