NUESTRA APARENTE RENDICION

Ahí nací, entre miseria y juegos sin juguetes,

en medio de niños que por un dulce peleaban

entre escasez y carcajadas;

fuerte me hicieron la tortilla y el fríjol,

la lluvia regó cada año la siembra

y junto con ella mi flor, pero un día se marchitó.

 

 

 

Nunca salí de ese pueblo marginado,

vi pasar mi niñez, crecí y me hice mujer;

una mujer humilde que nada tenía, que nada poseía

mas que un baúl lleno de anhelos e ilusiones

así era mi pequeño mundo.

 

Honradamente en aquella fábrica trabajaba,

las horas pasaba esclavizada para así,

alimento a mis hermanos llevar,

a mis viejos ayudar.

 

Las calles transitaba con seguridad,

caminos recorrí, con calor y frió,

pisadas con sandalias desgastadas dejaron huella;

tal vez fue el destino o las circunstancias,

lo que me arrojó al vació, al precipicio.

La luz de mi mirada fue cegada por la mancha oscura,

hermosas pupilas atormentadas.

 

Y así fue, aquel era un día divino, de esos de sol, de ilusión,

los pasos guiaron el camino, al infierno, al destierro.

Fue un amanecer más, un respirar y ya;

inocencia perdida, angustia sofocada,

déjame una ultima lagrima derramar,

mi belleza admirar, mi pobreza repudiar.

 

Desgarraste mis alas, penetraste y no tocaste

no te bastó con lo que Dios te dio, tomaste más,

un palo, cualquier objeto fue buen instrumento.

Subiste las montañas y arrancaste los pechos,

y yo lloraba, suplicaba, imploraba me dejaras,

y tu, reías, disfrutabas y gozabas más y más;

en el desierto estaba yo, en las garras de un león.

 

 

Abriste las entrañas, cortaste a pedazos las vísceras,

quebraste mi columna, mis huesos, mis sueños.

Para estar seguro de tu ruin acto, me echaste el auto encima

¡Qué buena suerte la mía! No me quemaste;

mas el alma salió en las cenizas y el humo de un adiós.

La hermosa rosa blanca fue manchada, sus pétalos deshojados.

 

¿Por qué yo? ¿Qué te hice? Qué más da….

Sigues ensañado en ese cuerpo y te veo,

ya no haces daño, ya no duele;

tan solo es un cuerpo, me he desprendido de él

ya no lo habito, haz lo que desees, yo ya estoy del otro lado;

esperando paz, esperando justicia, esperando vida.

Gotas de sangre fueron derramadas sobre ti, tierra maldita.

 

Y mis padres miran al cielo, contemplándolo reclaman a su hija

derraman llanto amargo, implorando todo fuera un sueño,

esperanzados están en ver llegar a casa con sonrisa inocente

a aquella a quien dieron vida, a quien tanto aman.

Noche de pesadilla ya pasarás, la semilla crecerá,

la brisa del campo, en el viento me devolverá.

 

No reniego de mi suerte, ni de Dios,

reniego de todos aquellos que no hacen nada,

de aquellos que viven callando lo que pasa, ignorando muertes,

mientras su estómago llenan en banquetes

cuando otros, en el lodo alimentan lombrices.

 

Otra mujer; ¡ya no más!

Otra muerte ¡ya no más!,

el asesino sigue libre, vigilando tu camino;

acechando a la presa se encuentra,

ansioso por tu libertad arrebatar.

 

Desde acá,

reclama justicia,

suplica paz,

implora su vida robada

una mujer más,

dicen… de Juárez.

 

Por Paola Alejandra Ramírez González

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

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