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Hannah Arendt Hannah Arendt Hannah Arendt

 

Tres comentarios a propósito de lo expresado por Felipe Calderón y su guerra contra el narco.

 

1. Sobre la cuestión de si hay o no una estrategia en el proceder de Calderón.

2. Sobre la analogía que hizo públicamente entre el país y el problema del crimen con la de un cuerpo enfermo de cáncer.

3. Esbozo de las condiciones que permitirían la relación entre biología y política.

 

 

 

 

 

 

 

 

1. Se ha dicho que el error en Felipe Calderón ante el problema del crimen organizado es que no hay una estrategia que oriente lo que llamó al inicio de su sexenio, como forma de legitimación, la guerra contra el narcotráfico o como se le llamó después, con el eufemismo lucha contra el crimen organizado. El periodista Daniel Lizárraga afirmó el 22 de mayo en el programa de Carmen Aristeguiii que en su investigación sobre documentos que evidenciaran la estrategia oficial contra el crimen organizado en la Secretaría de la defensa Nacional (SEDENA) y en Presidencia de la República por medio del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) lo que obtuvo fue que una declaración de SEDENA en la que se reconocía que no se habían encontrado documentos que dieran cuenta de la existencia de una estrategia. Incluso la famosa demanda de ayuda militar que habría hecho el gobernador de Michoacán Lázaro Cárdenas Batel a Calderón como justificación para la intervención militar en la guerra fue desmentida por el mismo Cárdenas Batel según Lizárraga.

Esta situación revela no solo la ausencia de estrategia oficial y de una demanda explícita de apoyo militar que se hubiera hecho por una de las entidades federativas con mayor presencia del crimen organizado sino que también evidencia la falsedad de la versión del ejecutivo de que habría una estrategia oficial y una demanda explícita de apoyo militar. Lógicamente es fácil refutar la tesis de la necesidad de una guerra/lucha contra el crimen sólo porque se tiene que hacer, pero sin estrategia. El que se tenga que hacer algo desde el Estado ante ese problema no lleva necesariamente a que sea primordialmente de manera violenta y superficial ante la organización criminal que cuenta con un gran poder económico y logístico, además de contar con un potencial ejército enorme entre los jóvenes, además de una presencia corruptora dentro de las fuerzas institucionales que supuestamente lo combaten, sean de seguridad pública locales, federales, milicia y aún poder judicial.

Sin embargo, al sostener Calderón que hay estrategia donde no la hay convierte el asunto en un problema irresoluble: el problema no es que no haya estrategia planteada oficialmente sino que la hay aunque en otros términos a los que el sentido común determinaría.

Calderón invierte el “problema”, ahora no es que desde el ejecutivo no se haya planteado una estrategia oficial, integral y detallada sino que el problema es de los demás, ciudadanos, críticos o investigadores que como Lizárraga han pensado la estrategia en términos diferentes, tal como Edgardo Buscaglia cuando piensa la estrategia como un conjunto de acciones integrales que deberían enfocarse en la inteligencia y en el ataque a los recursos económicos del crimen organizado más que en la guerra callejera basada en las armas.

 

Para causar revuelo y deshacer el crimen organizado tienen que pasar otras cosas. Se tienen que atacar las estructuras corruptas del estado y de la iniciativa privada, y aparte la estructura financiera de la mafia. Estas son las bases de los criminales. No sirve de nada solo dedicarse al show mediático, detener o matar capos. Organizaciones criminales funcionan con y sin “La Barbie”. Ellos no dependen de personas, sino de estructuras.iii

 

Desde esta perspectiva crítica, complementada con los hechos que revela Lizárraga, queda claro que Calderón no planeó ni ejecutó correctamente ninguna estrategia, no hay estrategia. Incluso si se tomaran en cuenta los otros rubros de la “estrategia” que posteriormente Calderón añadió ante los cuestionamientos y críticas, no hay una estructura oficial de esa estrategia, lo que llamó “combate al criminal, reconstrucción de instituciones en materia de seguridad y justicia y la restitución del tejido social”.iv

Tanto si se piensa que no hay estrategia como que sí la hay de carácter violento, cualquiera de estas opciones es tan grave como sus resultados lo evidencian: miles de asesinados reducidos al prejuicio de su nulidad (“si lo mataron fue por algo”; “ya la debía”), o reducidos a la cifra objetiva (más de “60 mil muertos” según el entrecomillado del periodista orgánico Ciro Gómez Leyva), o reducidos incluso a la desaparición, la ausencia radical que suspende y dificulta el duelo que permitiría pasar a otra cosa (como ya lo puntualizó Flavio Meléndez en este blog). Así, la posición de Calderón es mucho más débil de lo que podría parecer… y sin embargo su desaprobación no es unánime entre la población.

Por lo pronto tomemos el problema concerniente a la concepción política de Calderón.v

Si procedemos por un momento a la manera en que el psicoanálisis lo propone, tal como un psicoanalista llamado Jacques Lacan lo hizo en su retorno a Freud, tomando al pie de la letra lo que se dice para dejar que se exprese una verdad que revele al sujeto implicado en ese decir,vi sin pretender por ello avalar o justificar la posición de quien sostiene el dicho que lleva a esa verdad; entonces, si concedemos por un momento en el dicho de Calderón de que la guerra o lucha es necesaria porque es responsabilidad del Estado proteger a los ciudadanos y de que esta estrategia consistiría en luchar de frente a los criminales entonces este dicho tomado literalmente evidencia la estrategia de Calderón: la guerra. Calderón se apega de manera radical al significado etimológico de estrategia (strategĭa y στρατηγία), entendida como arte de dirigir ejércitos o las operaciones militares. Así, al contrario a lo dicho por Buscaglia y Lizárraga hay estrategia. La diferencia es que Calderón resultó en este punto demasiado clásico para horror de todos. La estrategia de Calderón ha sido una guerra, una operación militar. Por supuesto que es problemático aceptar la validez del concepto de guerra de un estado dentro de sí mismo. Esto también lo ha cuestionado Buscaglia cuando dice que el Estado no se puede hacer la guerra a sí mismo -sería absurdo. Parecería entonces que en efecto no habría estrategia en Calderón. Pero tomado literalmente, concedamos por un momento que pese a lo absurdo de la noción, sí hay estrategia como operación militar, como un recurso de control del ejecutivo ante el cuestionamiento de su legitimidad.

Vivimos los efectos de un Estado militarizado que le darían a Calderón legitimidad y eventualmente respaldo ciudadano, o por lo menos por parte de los que quedaran vivos tras la batalla. Esta concepción, compartida por muchos, sería más aceptada si se creyera en sus componentes iniciales: se trata de una lucha entre bien y mal; la violencia era inevitable al nivel conocido, independientemente de las acciones gubernamentales; es necesaria la intervención militar como el eje de la estrategia de seguridad.

 

 

2. ¿En qué premisa sostiene Calderón esta necesidad de guerra como solución? Su primer argumento es el de la responsabilidad: “Tu deber como presidente, como gobernante, tu deber es actuar con lo que tengas” decía Calderón en el programa de TELEVISA, Tercer grado:

 

“Estoy convencido de que el papel de un gobernante no es hacerte tonto y haber de ‘espérate tantito a que arreglen las cosas’ (sic), eso es ridículo, con lo que tengas tienes que defender a los ciudadanos” […]“Aquí requieres liderazgo, aquí requieres que alguien tome decisiones y vamos adelante. Aquí requieres que alguien te respalde desde arriba y desde lo más arriba”.vii

 

El problema de este argumento que proviene del titular del poder ejecutivo es que la respuesta gubernamental militarizada ante el crimen organizado no le es necesaria forzosamente. No se desprende necesariamente de que haya crimen organizado que la respuesta automática sea la militarización y la conflagración directa si se trata de proteger a los ciudadanos. Justo al contrario, si la operación militar o paramilitar es una parte de la estrategia del crimen organizado la respuesta del Estado requeriría no sólo del monopolio de la violencia sino de los recursos institucionales más allá de los recursos punitivos para asegurar la vida de los ciudadanos, también más allá de la retórica de la recomposición social e institucional de su estrategia global cuyos rastros desaparecen ante el componente punitivo. Al enfatizar prácticamente esta estrategia Calderón pone al poder que representa al mismo nivel del crimen organizado, algo que dificultaría su distinción en tanto usan las mismas estrategias; puede tomarse también como algo que evidenciaría la indistinción entre ambos sectores por su semejanza. Al ponerse al tú por tú, o al o tú o yo un poder supuestamente superior y legítimo frente a otro poder, uno limitado, ilegal e ilegítimo, el resultado es que se asemejan. Si la jerarquía se pierde y se cae en la semejanza entonces la eliminación de una de las partes sería la opción que sigue.viii Calderón pide que se siga con su estrategia con todos estos supuestos en la próxima administración.

Pero esto no es todo. Calderón dará enseguida otro argumento todavía más inquietante.

En el programa Tercer grado Calderón dio otra clave para entender su estrategia, la analogía entre cáncer y violencia. Ante pregunta expresa, más de cuarenta minutos después de iniciada la “entrevista” apareció inevitablemente el punto más cuestionado de su gobierno: los más de sesenta mil muertos en la guerra o lucha contra el crimen. Ante eso Calderón respondió:

 

- Calderón: […]“es muy probable que incluso esa violencia se hubiera generado sin la intervención del gobierno” […].

- Ciro Gómez Leyva: “Pero no había ocurrido, Presidente [sesenta mil muertos]”,

- Calderón: “Pero es un poco como el cáncer, Ciro, ¿no? ¿Qué dice el paciente de cáncer? ‘Oye a mí nunca me había pasado’. ¡Pues te pasó mi hermano! Tú traes un problema ahí que por no atendértelo a tiempo te está brotando y te está generando un malestar enorme. E incluso el propio tratamiento también te lo genera porque a la hora de que te extirpan el tumor, te dan radiaciones, te dan quimioterapia pues se te cae el pelo y empiezan los problemas este… terribles y este… eso es lo que puede estar pasando también”.

 

Esta respuesta que pasó desapercibida para los periodistas del programa, llama la atención por lo que implica de ominosa. Decir que es una analogía simplona y ridícula y que eso demostraría cierto nivel intelectual de Calderón sería una crítica que reduciría el problema a un asunto psicológico o personal. No. Si se hace caso literalmente de lo que dice Calderón aparece algo más inquietante. La analogía supone por lo menos la siguiente serie de posibilidades, no exhaustivas:

 

    a) Que México es como un cuerpo que se enfermó al no atender un problema anterior, el narco, y por eso sus células -personas- se volvieron cancerígenas –delincuencia-. El presidente sería el médico que se da cuenta de la enfermedad y asume su responsabilidad de tratar el cáncer con métodos agresivos pero necesarios.

    b) Que los muertos son como células malignas o benignas que inevitable y necesariamente tendrían que morir en el tratamiento. Las células que se matan entre sí obviamente no son responsabilidad del médico.

    c) Que el médico sabe lo que se tiene que hacer sin importarle el saber de enfermo y que éste estará por debajo de la comprensión de su problema; habría una jerarquía necesaria.

    d) Que el paciente puede o vivir o morir en ese tratamiento, pero al hacerse lo necesario por el médico, éste no puede ser cuestionado ni durante ni después del tratamiento, antes bien tendría que ser colmado de agradecimientos en tanto que cumple su función.

    e) Que el tratamiento del cuerpo-país también genera malestar o células muertas -personas- pero este malestar estaría justificado, el fin de la salud justificaría los medios dolorosos de su tratamiento.

    f) Que si el paciente muere por el tratamiento el doctor estaría justificado en tanto “se hizo lo posible”.

     

Si el país es un cuerpo enfermo, con cáncer, y si es responsabilidad del médico atenderlo para ser reconocido como buen médico, aparece con más claridad la forma en que Calderón quiere ser reconocido. Pero también sería un error reducir esto a un atributo personal o psíquico de Calderón. En realidad esta concepción biológico-militar en política no es nueva ni exclusiva de Calderón. Parece que en México por su cultura priista de ilegitimidad, corrupción y condiciones generalizadas de crisis y de esperanzas desesperadas (reflejadas en la fe religiosa y la fe neoliberal) la idea de un cuerpo que enferma y debe sobrevivir al mismo tiempo en que el uso de la fuerza depende de un criterio personal basado en la jerarquía del puesto de presidente ya había aparecido en el priismo. Pareciera que el uso de la fuerza es proporcional a la falta de reconocimiento de legitimidad según la fórmula priista confirmada desde Díaz Ordaz hasta Zedillo, hasta llegar a un mejor exponente de este principio con Calderón.

Además de estas condiciones propias de nuestro contexto, la pensadora Hannah Arendt nos advierte de algo que podría ayudar a entender mejor esta concepción biológica de la política que no es reciente ni mucho menos exclusiva de México.

 

 

3. ¿Cuál es la base de esta analogía entre lo político y lo biológico? La equivalencia entre el orden político y el orden biológico tiene su base, según Hannah Arendt, en la alienación del humano ante el mundo desde el siglo XVII por el avance de la ciencia, de la filosofía y de la producción capitalista. Esto propiciaría que el ser humano tomara como modelo de explicación de lo político lo privado, lo biológico, esto es el animal laborans -agente social interesado en la sobrevivencia biológica- diferente al homo faber -interesado en la fabricación de los objetos del mundo para lograr su permanencia objetiva. Las condiciones, sólo enunciadas aquí, de esa alienación del ser humano frente al mundo fueron:

a) la cientificidad y su concepción procesual de la realidad física y luego histórica de la Época Moderna (s. XVII-s. XX); b) los efectos del capitalismo: expropiación, acumulación de riqueza y sobre todo el paso de lo nacional a lo territorial basado en el modelo de familia; c) la introspección filosófica (Descartes) que oscilaría entre la epistemología y la psicología; d) el paso al auge de lo social –que para Arendt es lo colectivo basado en lo privado-, una esfera nueva y diferente a la de lo político y lo privado; e) la inversión de la importancia de la acción sobre la contemplación, lo que refuerza el ensimismamiento del filósofo y se valora cada vez más lo práctico. Por último y más importante: f) la victoria del homo faber en esta época de producción fundamentada no por ideas o formas de las cosas sino en procesos, tal como la ciencia lo permitía. Al respecto dice Arendt:

 

“La ruptura con la contemplación no se consumó con la elevación del hombre fabricante a la posición que anteriormente ocupaba el hombre contemplador, sino con la introducción del concepto de proceso en la fabricación.”ix

 

La derrota de la contemplación por la fabricación no se detendría ahí. A partir del siglo XX el homo faber será derrotado por el animal laborans gracias a la importancia que se le dará ya no a la inmortalidad sino a la vida como bien supremo. La humanidad sería desde entonces la entidad más importante y su supervivencia será entendida también en términos procesuales, automáticos. Estas condiciones por las que triunfaría el animal laborans fueron:

 

a) El interés por la supervivencia del producto y la aplicación del modelo de familia a la especie.

b) La acción se redujo al hacer y fabricar de manera especializada y automática, perdiendo así su carácter creativo y múltiple que le sería propio.

c) La función automática en equivalencia al proceso natural que lleva la pérdida de individualidad.

d) La perspectiva universal y objetiva que reducirían las actividades humanas a procesos.x

 

El peligro que conlleva esta concepción es lo que Arendt encontró en los totalitarismos: la individualidad se deberá ya no a Dios ni a la Nación sino a la Tierra y a la especie (llamada también, raza, clase).xi Si lo importante es la supervivencia de la especie o de la raza o del cuerpo social, lo singular es prescindible. De ahí la justificación que ve como necesaria la muerte de las células benignas o malignas del cuerpo social si de lo que se trata es de su supervivencia. xii

Cuando la política se entiende en estos términos del animal laborans se percibe con más claridad que Calderón y muchos civiles sostienen sin cuestionar una perspectiva coherente pero peligrosa para la vida, no de un cuerpo social sino de cada vida singular y sus lazos colectivos. Esta concepción de política de Calderón expresada lo revela como un representante ejemplar de la bio-política que en su núcleo requiere del necro-poder donde el fundamento de acción sería: para vivir como país y ser reconocido como presidente es necesaria la muerte como medio. El problema con esto es que la muerte se convierte no solo en el medio sino también en el fin, entendido este como finalidad (thelos) y como conclusión de la vida subjetiva, política.

 

***

 

Francisco Javier Ramírez López

Practicante del psicoanálisis. Maestrante en filosofía por Universidad de Guadalajara.

 

NOTAS AL PIE

iiDaniel Lizárraga en Noticias MVS con Carmen Aristegui http://aristeguinoticias.com/la-guerra-contra-el-narco-se-lanzo-sin-estrategia-lizarraga/

iii Edgardo Buscaglia: el fracaso de la guerra contra el narco - Por el diario Alemán Die Tageszeitung

http://nuestraaparenterendicion.com/index.php?option=com_k2&view=item&id=87:edgardo-buscaglia-el-fracaso-de-la-guerra-contra-el-narco-por-el-diario-alem%C3%A1n-die-tageszeitung&Itemid=38

iv Felipe Calderón. “No temo ser llevado al tribunal de la haya. actué con respeto a la ley”. Entrevista con el diario El País. http://internacional.elpais.com/internacional/2012/07/14/actualidad/1342286287_360991.html

v Hannah Arendt. La condición humana. Paidós. México, 2009.

vi “¿Por qué introduje la función del sujeto como algo distinto que atañe al psiquismo?

No puedo verdaderamente hacerles una teoría, pero quiero mostrarles cómo se une esto con la función del sujeto en el lenguaje, que es una función doble.

Está el sujeto del enunciado, y que resulta bastante difícil localizar. Yo quiere decir este que está hablando efectivamente en el momento en que digo yo. Pero el sujeto no es siempre el sujeto del enunciado, porque no todos los enunciados contienen yo. Aun cuando no hay yo, aun cuando dicen llueve, hay un sujeto de la enunciación, hay un sujeto aunque ya no sea perceptible en la frase.

Todo esto permite representar muchas cosas. El sujeto que nos interesa, sujeto no en la medida en que hace el discurso, sino en que está hecho por el discurso, e incluso está atrapado en él, es el sujeto de la enunciación”. Jacques Lacan. “Lugar, origen y fin de mi enseñanza”. En Mi enseñanza. Paidós. Argentina, 2008 [1967]pp. 52-53.

viiFelipe Calderón en Tercer Grado el 28 de marzo de 2012 http://tvolucion.esmas.com/noticieros/tercer-grado/165870/el-presidente-felipe-calderon-tercer-grado-2/ También: http://www.youtube.com/watch?v=GsfOoqOOYAY&feature=related. Las transcripciones son mías.

viii El o tú o yo y la agresividad que implica la semejanza tiene su estructura clásica en Hegel y su dialéctica del señor y el siervo en Fenomenología del espíritu. FCE. México. 1971. Cfr. Jacques Lacan, la agresividad en psicoanálisis., en Escritos I. Siglo XXI. México 1984.

ix Hannah Arendt, op., cit, p 326.

x Hannah Arendt op., cit., p. 135.

xi Hannah Arendt. Los orígenes del totalitarismo. Taurus. México. 2006.

xii Dice Arendt a propósito de su crítica a Marx cuando este pretende explicar la historia en términos de un proceso análogo a lo biológico: “La incómoda verdad de esta cuestión es que el triunfo logrado por el mundo moderno sobre la necesidad se debe a la emancipación de la labor, es decir, al hecho de que al animal laborans se le permitió ocupar la esfera pública; y sin embargo, mientras el animal laborans siga en posesión de dicha esfera, no puede haber auténtica esfera pública, sino sólo actividades privadas abiertamente manifestadas. El resultado es lo que llamamos con eufemismo cultura de masas, y su enraizado problema es un infortunio universal que se debe, por un lado, al perturbado equilibrio entre labor y consumo y, por el otro, a las persistentes exigencias del animal laborans para alcanzar una felicidad que sólo puede lograrse donde los procesos de agotamiento y regeneración de la vida, del dolor y de librarse de él, encuentren un perfecto equilibrio” Hannah Arendt Op., cit., pp. 140-141.

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