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Cuerpos sitiados (Rumores que matan)

Luis Carlos Nájera Luis Carlos Nájera

Eminentemente social, compartido por tanto; no confirmado, especulativo por tanto; intencionalmente manipulativo, con objetivos más o menos claros, por tanto. El rumor corre como la pólvora entre tejidos sociales concretos, lo que le pudo pasar a otro me puede pasar a mí, aquí, ahora, en el tiempo en el que los cuerpos tienen lugar.

Hablar sobre rumores de actos violentos en una época de violencia extrema como la que se vive hoy día en México puede representar un lujo demasiado alto por los riesgos que conlleva. Analizar un rumor que se expande por un contexto social determinado en un momento puntual, fuerza la idea de que efectivamente estamos ante un rumor y que por tanto la escena que prefigura no es hasta el momento constatable. Pero sus efectos sí lo son. Y habría que decir, de hecho, que un rumor de violencia es de por sí violento, ejerce una violencia sobre aquellos a quienes está dirigido. No tratándose entonces tanto de lo que el rumor dice sino de lo que el rumor hace.

¿Y qué hace el rumor sino alertar de lo que dice? Lo que es enunciado en el rumor, lo que el rumor que corre en Jalisco dice, “se roban niños”, pone en alerta ante una posibilidad, que tu hijo sea robado. El dispositivo casero que sustituye al ausente policial, extrema la vigilancia sobre el hijo y los entornos que transita. Se distribuyen entre la población y por la población guías de medidas que adoptar para minimizar la posibilidad de que el rumor deje de serlo. En los muros de Facebook se pegan octavillas con unos cuantos puntos rematados por un “no te fíes de nadie”. Una cosa es lo que el rumor dice y otra lo que pone en marcha, cuanto más de cerca nos toca mayores cuidados se toman. Pensarse dos veces salir a la calle con tu hijo pone el listón de medidas muy alto. El padre o la madre tiene la sensación de que su hijo está siendo expuesto a un peligro, y que lo está siendo por él o por ella. Y efectivamente, lo hacen tanto por él como por ellos mismos. Que los niños pisen la calle, que se relacionen con su entorno, es positivo, o debiera serlo. Un niño en una casa no deja de ser un niño que se pierde de un buen número de cosas. Si a lo que aspiramos es a vivir en una ciudad, en la que se pueda respirar un ambiente comunitario, no podemos imaginar una ciudad sin niños en la calle (“La calle es peligrosa porque no hay niños”: http://www.eldiario.es/andalucia/Francesco-Tonucci-exito-escolar-relacion_0_103940046.html). La retirada, la puesta a resguardo de los niños, es eminentemente peligrosa. Se corre el peligro de alejarnos definitivamente de la posibilidad de que los espacios públicos sean compartidos. Transitar las calles que nos conectan, atravesar las vías que nos separan, da la oportunidad de entrar en contacto con realidades que nos son ajenas en su proximidad. Cuanto más ajeno nos es lo próximo, mejor idea podemos hacernos de la medida de nuestro cautiverio. Como es propuesto aquí, lo que el rumor hace o puede llegar a hacer, su efecto performativo, va mucho más allá de lo que dice, siendo que, incluso, lo que dice ha podido ser cierto.

Nájera Gutiérrez hizo énfasis en que los jóvenes subieron al taxi por su voluntad, por lo que insistió en que no existe una banda de robachicos y se deben “acallar los rumores de esta gente mal intencionada que quiere manchar el trabajo de una institución seria”.  (La Jornada Jalisco, 29 de junio de 2013).

Cuando Nájera, Fiscal General del estado de Jalisco, insta a acallar los rumores puesto que la intención de éstos es manchar el trabajo de la fiscalía, en realidad no deja de mirarse el ombligo. El rumor no puede ser tratado como un ataque directo a una institución desde el momento en que el afectado es el pueblo. Sí, sin embargo, sería percibido por la ciudadanía como un ataque que se es posible sufrir en algún momento. Es decir, se produce un estado de alerta en los ciudadanos que genera un efecto de reflexividad, me protejo, te protejo, nos protegemos, se protegen, quedando excluido nos protegen.

Dejando por un momento a un lado este efecto reflexivo, el crucial a mi parecer de los efectos que el rumor produce, Nájera introduce la cuestión de la intencionalidad. Podríamos coincidir en que la intención es "mala" (con ciertas reservas) y en que mancha; no así en que los rumores se deban acallar (y menos por ese motivo), ni en el objetivo. Si la intención es manipular la opinión pública, la intención es trascendida a las primeras de cambio tras saltar la alarma. La trasciende algo que, como es usual, va más allá de la conciencia, el cuerpo víctima del rumor. En el sentido de que es el cuerpo el que lo padece, el que se queda sin salir, el que sale con el alma en vilo, el que establece un perímetro de seguridad en torno a sí y principalmente en torno a otros cuerpos. La sola idea de dar un paseo (la distracción inherente al paseo no es permitida, distraerse puede resultar fatal) se convierte en una incursión al exterior, al escenario de proporciones citadinas donde se desarrolla la acción denunciada en el rumor.

Incursiones, perímetros, alarmas, estado de alerta, ataques, nos remiten a un escenario de guerra, en el cual lo indicado es cuidarse y cuidar a los tuyos, ya que lamentablemente nadie lo va a hacer por ti. Y como toda guerra, la guerra que alcanza a los ciudadanos residentes en México, se juega cuerpo a cuerpo. Los cuerpos son alcanzados, son cercados, son sitios de guerra, son, en definitiva, cuerpos sitiados.

De esto es de lo que deberían tomar nota los gobernantes más allá de que la imagen de las instituciones que comandan, de por sí ya deteriorada, lo esté aún más a causa de ciertos rumores.

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Manuel Carreras Hernández
  • Biografía: Psicoanalista. Candidato al doctorado en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
  • Fecha: 15 de julio de 2013

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