NUESTRA APARENTE RENDICION

Solidaridad para Ayotzinapa en Berlín

Berlin con Ayotzinapa Berlin con Ayotzinapa Berlin con Ayotzinapa

Más que espejos somos cristales rotos, semillas:

Una crónica de acciones de solidaridad para Ayotzinapa en Berlín.

 

Leer por las mañanas el periódico, siempre me da cosas para pensar durante el día. Aunque la nota sea mala, aunque la nota no sea veraz. Hoy sigue rumiando en mi cabeza la idea del diálogo, a propósito de una nota del Universal. La nota reseña el “diálogo” que la embajadora de México en Alemania, Patricia Espinosa y el subsecretario para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos, Juan Manuel Gómez Robledo tuvieron con manifestantes, frente a la Embajada de México en Alemania, en Berlín el 26 de noviembre pasado. Si uno le cree al diario, resulta que ese día, estos funcionarios públicos tuvieron a bien conversar con el grupo de personas ahí reunidas, los escucharon, incluso se solidarizaron con la indignación de la protesta por el asesinato y desaparición de normalistas en Ayotzinapa. Hubo algo que ellos llamaron diálogo, pues.

 

El asunto es que, de acuerdo a lo que yo sé, el diálogo no es cualquier cosa, bueno, por lo menos eso es lo que decía Bakhtin. Según él, el diálogo es un acto de creación que funciona si los que participan de él escuchan y hablan. Se crea un espacio de interlocución donde se genera algo diferente. El diálogo, no siempre es armonioso, puede implicar confrontación, pero ésta puede ser fructífera, siempre y cuando sea en un contexto equitativo. En este territorio común, de encuentros y desencuentros, se crea una apertura en donde conocemos al otro y nos revelamos ante el otro. El resultado es una suerte de comunión de espejos, yo veo al otro, pero también me veo en el otro; el otro devela una imagen de quién soy.  Decía Bakhtin que sólo en la respuesta se puede gestar el entendimiento. La respuesta crea el terreno para un entendimiento activo y comprometido. Es en este terreno fértil donde nace algo,  hay una transformación.

¿Hubo un diálogo entre los funcionarios mexicanos y los manifestantes? Veamos los eventos.

El 26 de noviembre, se realizó una reunión entre Gómez Robledo y un grupo pequeño de personas en la embajada mexicana. Era una reunión a puerta cerrada, con acceso restringido; sólo se podía entrar con invitación. Algunos mexicanos y mexicanas, al enterarnos de esta reunión quisimos participar como sociedad civil en el evento. Se nos negó esa posibilidad. En vista de esto, organizamos una manifestación frente a embajada, demandando respuestas frente a la desaparición de los normalistas de Isidro Burgos, la detención arbitraria de manifestantes el 20 de noviembre y todas las violaciones flagrantes a derechos humanos que acontecen en México. Durante dos horas, con manos frías y  gargantas enardecidas, expresamos nuestra inconformidad y reclamamos justicia.

Dentro de la reunión, cuatro de los asistentes, que eran parte de la organización de la manifestación, cuestionaron la decisión de hacer el evento a puerta cerrada y exigieron un encuentro abierto al público, con la posibilidad de hacer preguntas y expresar opiniones. Ante las demandas de estos asistentes, la embajadora y el subsecretario salieron al encuentro de los manifestantes. Mientras el subsecretario asentía en silencio, la embajadora nos informó que la reunión a puerta cerrada fue para establecer un diálogo con distintos actores de la sociedad en Alemania, del ámbito económico, político y social, y darles información de primera mano sobre el tema de derechos humanos en México.  Declaró que no había intención de excluir a nadie, que querían escucharnos con respeto y reconocía nuestro derecho a expresar públicamente nuestra inconformidad. El señor subsecretario seguía asintiendo. En cuanto terminó de decir esto, dio la vuelta para irse (yo creo que ya era mucho “diálogo” para ella), pero la detuvo un compañero. Apenas entonces, propuso una reunión posterior, que se ajustara a la agenda del subsecretario, para entablar –por fin- un diálogo con los ahí presentes. Al parecer el señor subsecretario estaba de acuerdo, porque volvió a mover la cabeza.

La prometida reunión fue al día siguiente, con una convocatoria abrupta que, sin embargo, tuvo respuesta. A pesar de la poca difusión y de lo precipitado de la cita, a pesar de las reservas que teníamos sobre los alcances que esta reunión pudiera tener, decidimos que cada espacio que se abre para hacerse escuchar es una oportunidad de la que hay que apropiarse.

En la reunión, la embajadora y el subsecretario declararon que ahora, estaban dispuestos a escuchar primero. Y las voces se escucharon. Voces de descontento que señalaban con cifras y datos, con dolor y rabia, las condiciones de un México sumergido en violencia y corrupción. Las participaciones de los asistentes fueron tan plurales como la sociedad mexicana. Había cuestionamientos puntuales a carencias legislativas en cuestión de derechos humanos, información  de organizaciones no gubernamentales sobre la cantidad de muertos y desaparecidos; otra gente hablaba sus dolores personales. Muchos cargamos con nuestros muertos en otro continente. ¿Ahora si, hubo diálogo? Si soy fiel a la definición, puedo decir que no lo hubo. 

Los funcionarios públicos y la sociedad civil nunca nos encontramos. El subsecretario hablaba de Ayotzinapa como un hecho aislado, nosotros hablamos de la violencia descarnada que azota todo el territorio nacional. El subsecretario hablaba de una democracia con problemas pero avanzando, nosotros hablamos de un sistema político corrompido hasta sus cimientos. El subsecretario hablaba de reformas legislativas parciales pero esperanzadoras, nosotros hablamos del fracaso actual de la procuración de justicia en México. Cuando se le pidió al subsecretario que admitiera que había una crisis generalizada de derechos humanos en México, lo único que concedió fue ofrecer la metáfora de que México era un paciente que estaba en tratamiento. El problema es que como sociedad civil, nuestro diagnóstico era que el paciente tiene cáncer, y sus respuestas solo servían como jarabe para la tos. Entonces, ese intercambio que supone un diálogo no se produjo. No hubo apertura, ante el reflejo de nuestras preguntas, sólo recibimos opacidad. En parte, lo entiendo. Si dialogar es verse en un espejo, se necesita valor para observarse en uno que refleja horror.  Así nos fuimos de la embajada, sin lograr ese entendimiento, sin sembrar esa semilla de transformación que promete un diálogo verdadero. Los funcionarios se quedaron en calor de la embajada protegiendo la idea de una democracia funcional, nosotros salimos a la zozobra y al frío tratando de detener con las manos, los pedazos de un país que se desquebraja.

 

Vea el video "México cuestiona en la Embajada en Alemania" aquí.

Vea el video "No queremos arma alemanas" aquí.

 

(Este artículo fue publicado simultáneamente publicado en La Silla Rota)

 

Información adicional

  • NAR: La autora es candidata al doctorado en Kulturwissenschaft (Ciencias Culturales) en la Universidad de Potsdam en Alemania. Tiene un título de maestría en Estudios Socioculturales de la Universidad Autónoma de Baja California y una licenciatura en Psicología de esta misma institución. Ha trabajado en el campo de los estudios de género desde diferentes abordajes: Como facilitadora comunitaria y terapeuta de mujeres que han vivido violencia de género en ONGs, como evaluadora y asesora de transversalidad de género en el diseño e implementación políticas públicas y como investigadora académica, trabajando con mujeres de la frontera México-Estados Unidos.
  • Por: : Kenya Herrera Bórquez

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

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