NUESTRA APARENTE RENDICION

Graffitero, de los horrores del gobierno de Puebla

Graffitero Graffitero Graffitero

A “Any”; y, por aquel pesado, determinista gusto estético en la educación privada.

Si Ricardo Cadena Becerra hubiese sido un graffitero:

Habría escenificado, en una intervención al interior de las pastas duras del Código Penal del Estado de Puebla donde se halla –uno mismo en el suelo– la “Ley Antigraffiti”, el ruido, el horror y la impotencia de su propio asesinato por aquel extrajudicial balazo en la nuca.

Habría “taggeado” un “fascista” sobre la mano en alto y estirada de aquella “crítica” de arte, caduca preceptista neoyorkina “made in mexican state”, rostro afectivo de la cultura de la discriminación, portavoz del sentir oficialista de los congresos en México contra el artivismo o anarquistas o antisistemas…, o “vandalismo” que pone en riesgo el “incalculable valor” de lo que sí es “arte”.

Habría persuadido a que miráramos (suerte de mapa de reconocimiento humanitario en acción –y en altavoz–) una “Flor”, “Reunión consensuando democráticamente”, “Amapola y fauna” o “Cuerno de la abundancia” humboldtiano sobre las paredes que edifica la clase política rapaz en las que, generacionalmente, depositan a la extrema pobreza económica que supervive a la invisibilidad y saqueo económico nacional.

Habría constituido el mural “Sonriente campesino destentado”, “Árbol atestado de veneno”,  “Gaviota que migra al norte”, “Ambientalista enjaulado” o “Asesinado por su patria” sobre las caras encaladas de las altas sucursales transnacionales del fracking, mineras a cielo abierto o centrales hidroeléctricas en México.

Habría ejecutado velozmente, con spray en mano, “Paloma sin Dios”, “Niña que vende de noche”, “Joven sin calle” o “Mirrey analfabeta” sobre el exterior del inmueble de los congresos estatales, de las iglesias honorables, universidades privadas, en las esculturas de pulcra y perpetúa cultura –y “continuidad”– clásica o en las columnas de cada puente peatonal por donde transita “subterráneo” el humanista “don Coche”.

Habría pésimamente grafiteado, en lo ancho del “confortmismo” (“espacios útiles”, “recintos” legalizados), sus ideaciones, metafiguraciones (“sobre la calle, la calle”), su estética visual emergente o literariedad viva y empática, su afirmación por la tierra. (Habría sido vuelto a escoltar a la puerta; lavarían u otra capa de voz-color sepultaría el más mínimo rastro de su graffiti).

Habría catalizado sobre la polución visual (propaganda política que desprecia y atenta los espacios comunales), el “Rábano: rojo por fuera; pero, blanco por dentro”: rostro populista del discurso de la izquierda; o “Reloj pa’ magnates”: faz del corrupto pluralismo imperante.

Habría asumido su papel neorenacentista: “Madre patria”, y ahí, gráficamente, aplaudiría imbécilmente la consorte, la misoginia, el racismo, la homofobia…; y, el consumismo o proselitismo de develar, correría a cargo del “poder”.

Habría hecho de conocimiento público la ética de sus convicciones en torno al graffiti, nos habría mostrado su proceso de interiorización que se solidariza orgánicamente o acto autopoiético del proceso de aprendizaje experiencial estético y moral, su valiente apropiacionismo que desautoriza, desarticula y abre los candados que blindan a la funesta obra “muarte o el confinamiento, marginación y gracia de la violencia estructural” del coautor intelectual “El Estado”.

Habíase volcado matérico (¡no reciclado!) sobre un trozo de ladrillo por el inexistente derecho a la vivienda digna, un cuarto de lápiz por el inacceso a la educación formal, un plato vacío por el alimento que no aguarda en la mesa, unas cucharas que lo reflejan todo de cabeza o por la imagen animalizada que otorga el gobierno, unas cubetas a medio llenar por el agua que se privatiza y que criminalmente se encarece… Materiales o argumentos que hallaría desde la zona de la exclusión social y económica en pro del derecho a la expresividad.

Habría sido Ricardo el graffitero frente a la hoja en “blanco”, híbrido del escritor ante el muro; y, ahí, su coraje (collage polifónico) se agolparía y doblegaría, se justificaría y se indignaría, se expandiría y contendría como una supernova percibida hoy como “subversiva” y “criminal”.

Habría sido “El Graffitero” Cadena quien objetivaría su aprendizaje “validado” por la educación privada, la cual se empeña aún en dictar el gusto estético, lo que sí y lo que no es la “denuncia pública”, el cuándo sí y no del “tiempo” para el amor y la identidad que proclamaría en primera persona.

Habría sido tu crítica-crítica, graffitero Ricardo Cadena, la presencia que proviene de la adscripción política o de la clase popular, de los saberes harbermianos expuestos y revindicados que, a partir del 3 mayo de “tu” muerte, se fraguarán ya no bajo la etiqueta de “clandestinos”, sino de “actos criminales”.

Un combate visual –mal visto, impopular; pero, que cohesiona socialmente– contra la brutal, histórica, monumental y represora obra de “arte” de “don Corrupto” acreditado.

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Hakobo Morá
  • Publicado originalmente en:: http://homozapping.com.mx/2015/05/graffitero-de-los-horrores-del-gobierno-de-puebla/#more-52468
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NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

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