La ineficacia del prohibicionismo
La reacción del Gobierno chino fue “la prohibición rigurosa de dejar pasar el opio por sus aduanas” y aplicar “crueles castigos” a sus súbditos adictos. Según Marx, ambas medidas resultaron ser “igualmente ineficaces”. Además, la corrupción penetró “hasta el corazón de la burocracia del Imperio celeste” y el pago del opio “empezó a desordenar el Tesoro….”, al grado que un funcionario del país asiático pidió a los ingleses que “dejen de enviarnos tanto opio y podríamos comprar su manufactura.”
Las autoridades del país asiático se dividieron alrededor del problema: un sector abogó por la legalización del comercio del opio y otro se mantuvo en su posición prohibicionista. Marx recomendó lo siguiente:
“Si el Gobierno chino legalizase el comercio del opio, tolerando simultáneamente en China el cultivo de la adormidera, el Tesoro anglo-indio se arruinaría sin duda.”
Alentar el consumo de drogas es “peor que la trata de esclavos”
Carlos Marx condenaba rotundamente el consumo de drogas. Una de sus frases más conocidas es que “la religión es el opio del pueblo”, es decir, una y otro son equiparables porque enajenan a las personas, les fabrican ilusiones que las evaden y postran impotentes ante un mundo lleno de miseria e injusticia. La revolución socialista y el comunismo son desalienantes, porque con ellos el pueblo se hace dueño de su destino y accede a la felicidad, sin necesidad de dioses, mesías o estupefacientes.
Marx condenaba a los traficantes de drogas por su “operación de emponzoñar” a la población con la “adormidera”, el nombre popular de la planta del opio. El revolucionario, en cambio, quería un pueblo avispado y alerta, con conciencia, es decir, que mirara de frente y entendiera a su terrible realidad, para transformarla.
El ideólogo de la liberación del proletariado compartía el juicio moral del inglés Montgomery Martin:
“… la trata de esclavos era un acto de caridad comparada con el comercio del opio; no destruíamos los organismos de los africanos, porque estábamos directamente interesados en conservarles la vida; no humillábamos su naturaleza humana, ni corrompíamos su espíritu, ni destruíamos sus almas. Pero el vendedor de opio mata el cuerpo después de haber corrompido, degradado y aniquilado el ser moral de los desdichados pecadores; un Moloch insaciable se lleva cada hora nuevas víctimas, y el asesino inglés y el suicida chino compiten en ofrendar sacrificios a su altar.” (C. Ruiz)
(Este texto aparecerá en Pluma, 17, de próxima aparición).
·El comercio del opio”, C. Marx,. New York Daily Tribune, sept. 1857, en Acerca del colonialismo (Artículos y cartas), C M y F.E., Ed. Progreso, Moscú, s/f., págs. 102 y ss.