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Sergio Ramos comparte su visita a la redacción de El Debate de Mazatlán

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LA NOCHE MÁS LARGA DE MAZATLÁN

Por Sergio Ramos

 

Son las 12 de la noche en la redacción del periódico El Debate de Mazatlán. Luis, reportero de nota roja, espera junto a su radio a que se reporte un hecho policíaco que cubrir. El fotógrafo Ricardo González, por su parte, está sentado junto a su computadora revisando algunas notas. No hay calma; Ricardo sabe que en cualquier momento puede ocurrir algo, en alguna parte, que los obligue a levantarse y salir corriendo de ahí a pescar una nota. Es sencillo, en tiempos de guerra, cualquier tregua, cualquier momento de tranquilidad, resultan inquietantes… alarmantes.

 

En esos momentos, en la calle Bernardo Vázquez, en la colonia Independencia –al sur de la ciudad- un grupo de sicarios a bordo de una camioneta tira junto a la acera el cuerpo de un hombre decapitado. Los reporteros del periódico escuchan el reporte y de inmediato se levantan. Luis toma su grabadora y su libreta. Ricardo, su cámara Nikon 2300, su lámpara y un radio. Antes de salir, se persigna ante el altar de la virgen de Guadalupe que se encuentra junto a la puerta.

Es otoño y Mazatlán suda su verano más caluroso; incluso a estas horas de la noche, el clima no concede tregua a los habitantes del puerto. En el estacionamiento, como todas las noches, aguarda la camioneta de la Policía Ministerial que desde el atentado contra El Debate, en octubre de 2010, custodia las instalaciones del diario. Era la madrugada del primer día de octubre; justo un mes antes, Noroeste, el otro periódico de Mazatlán, había sufrido un atentado similar. Un grupo de sicarios a bordo de una camioneta se detuvo frente a las instalaciones del diario y comenzó a disparar contra la fachada; armas AK-47 y AR-15 dejaron vidrios rotos y paredes agujeradas. Antes de retirarse, el comando dejó una manta frente a la puerta en la que reprochaban al diario por no publicar información relacionada con un cártel.

Cuando tocó el turno a El Debate, la camioneta de reparto de los voceadores se disponía a abandonar el estacionamiento. En esos momentos pasó por la avenida Circunvalación una camioneta van, que se detuvo frente a la fachada del diario. Según se aprecia en el video de la cámara de seguridad, desde el interior abrieron la puerta corrediza y dos hombres armados con AK-47 comenzaron a disparar. Al escuchar las ráfagas de cuerno de chivo, el chofer de la camioneta de El Debate, mientras esperaba que el guardia de seguridad abriera el portón para salir, dio reversa hasta estrellarse contra la pared. Los voceadores se bajaron de inmediato y corrieron hacia la bodega de la imprenta.

Bajaron las cortinas y ahí permanecieron resguardados, hasta que elementos de la Policía Federal y del Ejército Mexicano aparecieron en el lugar. “Fueron días difíciles; no sólo para nosotros, sino para los demás periodistas del estado. Cualquier medio que hubiera adoptado la postura de no servir más de mensajero entre los delincuentes (al no publicar el contenido de las ‘narcomantas’), corría el riesgo de padecer represalias”, comenta un reportero de El Debate.

Luego de los hechos, uno de los editores del diario se reunió en junta con el personal para escuchar sus inquietudes. Una de las peticiones que hicieron los reporteros fue borrar el logotipo del diario de la camioneta que repartía al personal del turno de la noche. Al final, lo dejaron así, pues aunque la palabra “prensa” expone a quienes viajan en la camioneta, también resguarda en cierta medida.

2010 será recordado como el año más violento en la historia reciente de Mazatlán. La línea en la gráfica de homicidios asciende impasible desde 2008, año en el que se rompió la tregua entre los dos cárteles de la droga que operan en Sinaloa. El saldo: 107 homicidios ese año; ascendiendo a 116 en 2009, subiendo en vertical casi completa en 2010 con 388 y, finalmente, descendiendo ligeramente en 2011 con 294 homicidios cometidos (hasta el mes de noviembre). Mazatlán vive una guerra de dos frentes: por un lado está la que libran los carteles entre sí por el control de la plaza; por el otro, la sostenida por las fuerzas federales (Policía Federal y la Marina Armada de México) contra algunos de estos cárteles. Esto ha incrementado la violencia a niveles nunca antes vistos.

La disputa por el control de la plaza se ha llevado hasta las zonas serranas del municipio, dejando un reguero de muertos en pueblos como La Noria, San Marcos y el Guamúchil, convertidos hoy en verdaderos pueblos fantasmas de donde los sobrevivientes tuvieron que huir para salvar su vida.

GOLPE AL TURISMO
La alerta emitida por los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, para que sus ciudadanos extremaran precauciones al viajar a Sinaloa, provocó que todos los cruceros que hacían escala en Mazatlán cancelaran sus arribos. Según datos de la Administración Portuaria Integral, hasta 2009 llegaban al año 250 embarcaciones que traían a más de 120 mil turistas que dejaban una derrama económica de 80 millones de dólares anualmente.
La cadena de beneficios comenzaba con los vendedores de artesanías y souvenirs que esperaban a los turistas en el muelle, continuaba con los taxistas que los esperaban en la calle y seguía con los restauranteros, meseros, guías, vendedores en la playa, etcétera. Toda esa cadena se rompió a partir de que los cruceros suspendieron sus escalas en Mazatlán y las reemplazaron por estancias en Manzanillo y Los Cabos.

UNA NOCHE NEGRA
Son los primeros minutos del domingo y las calles están desiertas. Hoy casi no hay turistas en Mazatlán y eso se nota más por las noches. Por esas calles solitarias llegamos a la escena del crimen. En el lugar hay varias unidades de la Policía Ministerial y del Ejército Mexicano.

“Cuando llego, trato de que no me vean la cámara, que no me detecten que soy reportero para evitar ser agredido”, me dice Ricardo González, fotoperiodista de El Debate desde hace una década y ganador de la Bienal de Fotoperiodismo en 2007. “Ya que veo la situación, que no haya gente violenta que pueda agredirme, intento buscar la manera de tomar la foto sin que nadie se dé cuenta”. El cadáver, con las manos atadas a la espalda y los muslos y tobillos ajustados con cinta canela, está envuelto en una bolsa negra. A un lado, en un mantel ensangrentado, la cabeza cercenada. “Evidentemente, cuando uno llega a cubrir una escena como éstas, los familiares del cadáver lo que menos quieren es publicidad en el periódico”, finaliza.

Ricardo acciona su cámara cuantas veces pueda, antes de que el personal forense cubra el cuerpo con una sábana. Desde atrás de la cinta amarilla, apunta la cámara hacia el bulto tirado en el suelo. Algunos vecinos están viendo el macabro espectáculo. Pero la mayoría ha decidido encerrarse en sus casas, apagar las luces, hacer como que duermen. Los reporteros no terminan su labor cuando se reportan dos cadáveres más, ahora en el estero del Infiernillo. Apenas recopilan algunos datos, los necesarios para subir al portal una nota urgente. Los reporteros se suben a la unidad y se dirigen a la colonia Estero.

Brotes de adrenalina en el ánimo de Ricardo. Su experiencia como fotógrafo de nota roja le indica que esta será una noche larga. De seguro, los muertos más recientes son una respuesta del cártel al que le acaban de matar a uno de sus miembros. A lo largo de la noche, se presentará la respuesta del cartel contrario y aquí nos va a alcanzar la madrugada. ¿No sientes miedo? –le pregunto. “El miedo existe porque en este oficio hay riesgos desde que subes a la camioneta. En la escena te puedes topar con todo tipo de situaciones. Pero debes pensar que tu mente puede ser tu mejor amigo o tu peor enemigo. Debes controlar al miedo”, responde enérgico. Cuando llegan policías reporteros a la zona, no encuentran nada. Días después, cuando los cuerpos sean identificados por sus familiares en el Servicio Médico Forense, se descubrirá que los mutilados de esa noche eran hermanos y vivían en El Infiernillo.

El equipo vuelve a la redacción. Pero Luis no termina de escribir la nota cuando se reporta otro homicidio; ahora en la colonia Benito Juárez. Una colonia famosa porque en la década de los noventa se formaron aquí decenas de pandillas que fueron el dolor de cabeza de varios gobiernos.

Al llegar, la imagen es similar a la anterior: el cuerpo encubierto con una bolsa negra, las manos atadas a la espalda y los pies sujetos con cinta canela. La única diferencia es que aquí no dejaron la cabeza envuelta en un mantel, sino que está colocada junto a los pies del muerto.

Ya son las dos treinta de la madrugada y todos lucen cansados. Ricardo propone ir a cenar unos tacos. Nadie acepta. A Luis le urge sentarse a escribir la nota que esa mañana ocupará la primera página del diario. Cuando llegamos a la redacción todos se amontonan alrededor de la computadora de Ricardo. Quieren ver las fotos. Él aún tiene la respiración agitada, como si viniera de un maratón. Le cuesta trabajo insertar la tarjeta de memoria en el ordenador. Cuando en la pantalla aparece el archivo con las fotos, los gestos de asco, curiosidad, asombro, aparecen en todos los rostros. Pero nadie queda decepcionado: el horror está ahí.

 

(Publicado anteriormente en la revista Open)

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