El conflicto en Cherán se desató el 15 de abril de 2011 cuando los comuneros detuvieron los camiones cargados de madera que bajaban de sus bosques. Desde aquél día, los 15 mil habitantes de Cherán se organizaron con barricadas en las entradas del pueblo y montaron en sus cuatro barrios 170 fogatas para mantener la vigilancia día y noche contra los talamontes y el crimen organizado, dedicados a saquear la madera de sus bosques, asesinar y extorsionar a los habitantes de Cherán.
Los niños tienen conciencia de la señal de alarma cuando empiezan a sonar los cuetes y las campanas, “ya no dejan salir a ningún niño que porque cuando suenan las campanas ya van a venir los de Capácuaro” explica Juan y Janeth una niña de ocho años se apresura a decir: “decían que iban a quemar todo el pueblo”.
Los resguardan en las casas y a su cuidado queda algún familiar. “Mi prima nos está cuidando en el cuarto para que no nos pase nada” enuncia Cinthya de siete años y continúa Janeth, “nos dice que todos los días tenemos que rezar que para que no nos pase nada”.
Algunos de los niños y las niñas permanecen en las fogatas hasta las dos de la mañana y luego se retiran a sus casas. Todo ese tiempo la pasan haciendo guardia y jugando entre ellos. Lo que ellos quieren es que Cherán vuelva a ser como era antes.
Janeth quiere que Cherán vuelva a ser bonito, cuando no secuestraban personas, ni las mataban. Juan quiere vuelva su pueblo pacífico. Cinthya quiere volver a la escuela.
Desde que no van a la escuela, sólo acuden a ella por tareas y sus madres se encargan de explicarles los deberes escolares y les resuelven sus dudas. Algunos maestros que viven en Cherán han optado por darles clases y concentran a los niños que van desde el kinder hasta sexto de primaria.
Ellos piden lo mismo que sus padres: que dejen de cortar los árboles, que se detengan las matanzas y los secuestros.
A todos ellos les ha tocado ver los escenarios del conflicto y les es fácil narrarlo desde la exposición fotográfica Mi Cherán K`erhi que registra los acontecimientos que suceden en Cherán. Ubican los camiones quemados, la realidad de sus bosques talados y luego quemados donde el suelo aún se siente caliente, recuerdan a Don Armando Estrada y a Don Pedro Juárez, dos personajes de Cherán asesinados en la lucha.
Yolita una mujer que integra las guardias de la Fogata No.6, se nota cansada pero firme ante las guardias, “primero sí estábamos todos, nos quedábamos, casi uno que se iba a dormir y venía otro, se iba otro y venía otro, ahorita ya estamos tres grupos en esta fogata, para poder descansar así, un día sale un grupo, un día otro grupo y otro día otro grupo y volvemos a salir”, piden ayuda al Ejército, pero en su petición son muy claros: “nosotros nos podemos cuidar, donde debería cuidar es allá (en los bosques)” y se preocupa por la parte del monte que ellos no pueden ver porque les dicen que por allá están sacando la madera.
Para ellos, los adultos, es importante el bosque, porque ahí tienen a sus animales, porque algunos de Cheran viven de las resinas que dan los árboles, los hongos, las “hierbitas” y todo lo que les da el bosque.
“Gente de fuera vino a hacernos ese perjuicio aquí, ¿dónde no nos vamos a levantar poquito nosotros para hablar algo? Nosotros también estábamos con miedito, ¿qué les vamos a decir a la gente de fuera? Y dicen que andaban armados… ¿Nosotros qué hacíamos a las últimas? Se levantó toda la gente, todo Cherán y así estamos”, argumenta Yolita sin bajar los ánimos en una guardia que les ha tomado casi tres meses entre cansancio, estrés y desesperación después de ver 20 mil hectáreas de bosque devastadas.
A los adultos de Cherán les preocupan sus niños porque están todos alterados. “La otra vez me sorprendió de que todos los niños están captando todo eso, vi que unos niños estaban ahí jugando con unos palitos… ‘que ya nos vamos a entrar porque ahí vienen los malos, ya nos vamos a entrar…’ y así jugando eso, ya tenían eso en la cabeza, ahora imagínese qué les puede resultar después”, cuenta Yolita preocupada de la conciencia con la que los niños experimentan la situación y preocupada también porque la economía está prácticamente parada en Cherán, sobretodo con el comercio y que viven con el consuelo de las remesas con las que cuentan algunos habitantes que tienen familiares en Estados Unidos.
El pueblo de Cherán espera respuesta y la resolución a algunas propuestas como la de reforestar sus bosques para que a su vez les proporcione empleo a sus habitantes.
Desde algunas calles cercanas a la plaza principal del pueblo, los infantes pueden señalar la parte del bosque que se ve toda “pelada” y entre ellos declaran: “Los niños quieren un planeta verde” dice Cinthya, “los niños de aquí, de todo el país de Cherán”, concluye Janeth.