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Aquí en Torreón se acabó la mota. Destacado

Aquí en Torreón se acabó la mota Aquí en Torreón se acabó la mota Aquí en Torreón se acabó la mota

Mientras un Cártel la distribuye, el otro está dispuesto a matar a quien la compre.

Torreón, Coahuila. Andamos buscando mariguana. Me acompaña alguien a quien muchos llamarían Conecte. Él dice que antes la mota abundaba en calles, universidades, barrios, esquinas y cotorreos. Pero ya casi no hay, porque en esta ciudad, como en casi todas las ciudades que se encuentran en disputa, si te agarra un cártel contrario te mata. Aunque seas un simple adicto de ocasión.
Estamos en Torreón, este paso es de los más codiciados por bandas de narcotrafi cantes, así consta en expedientes elaborados por la Secretaría de la Defensa Nacional, quienes la clasifi can como Ruta del Centro. Inicia en Ciudad Cuauhtémoc y Tuxtla Gutiérrez (Chiapas), sigue por Ixtepec (Oaxaca), Puebla, Distrito Federal, Aguascalientes, Zacatecas, Torreón (Coahuila), Jiménez, Ciudad Juárez (Chihuahua) hasta llegar a Estados Unidos.

 

Además se trata de la línea divisoria entre Coahuila y Durango, que toca parte del llamado “Triángulo dorado” del narco. En esta tierra se trafi ca con cocaína, heroína, piedra y mariguana, sólo que no todos los cárteles venden yerba.
Y aquí están todos, mezclados en la zona conocida como Comarca Lagunera, la cual está conformada por 16 municipios de Coahuila y Durango, donde en 2010 se cometieron más de 700 asesinatos violentos, además de ataques a bares y fi estas privadas (Ay Nanita, Ferrie, Juana’s y Quinta Italia Inn), según cifras de la Fiscalía General del Estado, incluidos desmembrados y decapitados, sin contar con las decenas de desaparecidos, cuya cifra es inexistente porque en muchos casos no hay denuncias.
La violencia ha crecido tanto, que durante el primer semestre de 2011 se han registrado más de 500 asesinatos violentos, incluida la balacera del 20 de agosto al exterior del Territorio Santos Modelo, durante el partido Santos – Morelia.
Conseguir droga se vuelve toda una aventura. Nelly lo sabe, a sus 25 años se ha metido de todo. Acostumbraba comprar cocaína en el centro de la ciudad, aunque lo suyo es la mariguana. Una vez sus proveedores la sorprendieron con un cigarro de mota y ahí, ante la mirada de todos, la apedrearon hasta dejarla inconsciente. Para Nelly fumar mariguana no es como antes. Ha tenido incluso que prostituirse para conseguirla. Y no es que no tenga dinero esta muchacha de clase media, estudiante de universidad privada y piel blanca. Es que nadie quiere vender yerba ni portarla.
Incluso Luis, un adicto de 40 años que se considera de la vieja guardia, ha sido encañonado por intentar comprar mota. Por eso en esta búsqueda acompaña Conecte, quien en realidad no es un “conecte” (un enlace para comprar droga). Es un drogadicto y bebedor cualquiera, de 35 años y sin futuro. En su vida ha desempeñado diversos ofi cios, desde gallero a mecánico. También ha consumido muchas drogas, desde resistol hasta piedra. Alguna vez robó para drogarse, sediento de cerveza y con los ojos abiertos como poseído.
Es más, Conecte podría andar toda la tarde y noche acompañando a cualquiera. Sólo necesita dos cosas en la vida: cerveza y drogas.
Esa tarde, entre los 40 grados centígrados de temperatura y la cumbia que no dejaba de sonar, Conecte decidió subir al auto a Teterete, un conocido de las colonias del oriente que la rola en el centro.
Ambos se ufanan de conocer todos los recovecos, bares y callejones. Vamos juntos para el oriente, Teterete será carne de cañón porque aquí ya no hay mota, muchos han dejado la vida en el intento por conseguirla.
—¿Por dónde van a bajar? La contra nos ha matado muchos clientes. Los han rafagueado, cortado sus cabezas. Presta para una caguama, compita, habría de decirnos Cholo, cabeza rapada, barba poblada y tatuajes impresos en su pecho desnudo. En estas colonias todos son cholos, algunos desde su nacimiento. Es más común que un niño sea llamado Cholo a ser nombrado Juan.
Minutos antes, pistola en mano, Cholo gritaba detener la marcha del automóvil, arriba de una de las colonias cuya geografía la comparte con los riscos del Cerro de las Noas, lugar donde Policía Municipal, Federales y Ejército no entran, mucho menos los contrarios, quienes esperan a las faldas del cerro listos para matar. —Si no se estacionan cuando yo digo les tiro bala a las llantas, si te pones loco te pelotean por todos lados. Nomás que al compa de atrás lo conocí, es cliente. A decir verdad a Cholo no le importa si mata o no, ni los doscientos pesos invertidos para comprar un poco de mariguana ni acabar su resaca con una cerveza familiar.
Le importa saber quiénes son los compradores, de dónde vienen y si no traen radio o un fi erro (pistola) clavado entre sus ropas. Tal vez por eso se acerca tanto a la ventanilla y pide para una caguama. Ellos mandan en esos callejones.
—Aquí vendemos pura calidad, dice, mientras Teterete abre la puerta trasera, baja y se mete a una casa. Nosotros los vemos cuando suben al cerro, traemos binoculares, muchos halconcillos. Ellos también (los otros). Bajen por el otro lado y pónganse truchas. No quiero perder clientes (risas).
Teterete sube al auto, entrega una bolsa sellada. Cholo habla por radio. Conecte maneja rápido, se ve nervioso, espejea. La bolsa la clava en los testículos. Trato de romper el silencio:
—¿No viene la Policía?
—¡Policía! Cuídate de que no vengan camionetas, esos sí nos truenan.
Ya es de noche, tras varias cervezas y dos o tres carrujos de mariguana, Conecte tiene más sed. Necesita algo que le acelere el corazón, más bien quiere nevar un toque con un poco de cocaína para andar bien pila.
La coca, según el expediente 4/2007-III, integrado por la Subprocuraduría Especializada en Delincuencia Organizada como parte de una investigación en Coahuila y Durango, tiene un valor de 13,000 dólares por kilo, es traída por tierra desde Chiapas. Antes tiene que cruzar la frontera.
Los doscientos pesos de mariguana casi se acabaron, hubo que repartir a Teterete por haber ido por ella. Así que regresamos al lado marginal de la ciudad, ahora con los contrarios de Cholo. Por calles maltrechas ni una patrulla de Policía, sólo indigentes, taxistas, pequeños comerciantes; muchos de ellos traen radios entre sus ropas.
Conecte saluda a algunos, quiere pensar que lo conocen y no habrá problemas. La ciudad a esa hora suele tornarse incierta, a veces cruel. En el cruce de unas vías de ferrocarril una docena de cholos departen entre cervezas y cigarros:
— ¿Qué quieres? ¿Qué buscas?
—Dame dos bolsas.
El que vende es serio, observa directo a los ojos con ceño fruncido para conocer los rostros. Su ropa es holgada, no sabemos si anda armado, lo más seguro es que sí. En la oscuridad decenas de puntos rojos iluminan nuestros cuerpos, el rostro, la cabeza. Alguien, muchos nos apuntan desde quién sabe dónde.
—¿No vendes mota?, pregunto.
— ¡Aquí no se merca esa mierda! ¿Me viste cara de jodido o qué? Culero
El ambiente se torna tenso, Conecte trata de mediar pidiendo disculpas. Los puntos rojos no dejan de apuntar, se acercan otros. Alzamos las manos. Una bofetada, una patada. Risas, groserías. Nos quitan la mercancía, los celulares. Alguien se acerca, dice que ya estuvo bueno. No es necesaria tanta violencia, mancharse de sangre sólo porque sí, a menos que alguien pesado lo dicte.
Nos vamos. Una camioneta con vidrios polarizados nos sigue varias cuadras. Hay silencio absoluto en el auto. En una zona de callejones Conecte acelera la marcha del auto. Se mete por uno, luego por otro. Para la marcha, apaga las luces. La camioneta pasa veloz a varias cuadras, luego pasa otra, otra. Y otra.
Conecte conoce la zona, divagaría después, porque hace años andaba loco por esos lugares. Trata de adivinar por dónde salir de esa colonia. Arranca, más y más callejones, vueltas, el auto a más de 100. Salimos, el silencio se rompe. —¡Pendejo!, a la otra no hables. Acá el bueno soy yo.
Decide comprar a otros gramos, en una colonia ubicada en límites de Coahuila y Durango. Dicen que es de la mejor, ahí la venden en cápsula. Al llegar varios jóvenes de entre 13 y 15 años, armados con rifles de asalto AK-47, piden a gritos acomodar el auto en un estacionamiento improvisado.
Realizan cateo corporal, revisan el auto con lámparas. A empujones piden incorporarse a una de las dos filas que hay.
En una hombres, en la otra mujeres. Hay personas de todos los estratos sociales. A las jóvenes que pareciera que acaban de salir de algún antro de moda las catean salvajemente, acarician sus nalgas, sus pechos. Ellas no dicen nada, sólo quieren algo de cocaína.
A unos metros de la fila varios adolescentes armados golpean a un hombre con aspecto de pandillero, luego le quitan todo lo que trae en los bolsillos. Amenazan con matarlo si lo vuelven a ver en el lugar revendiendo la mercancía que compró. Le dan un balazo en la pierna como escarmiento, luego le azotan la espalda y las nalgas con una tabla.
El hombre grita, llora. Los de la fila no dicen nada, prefieren no ver aunque el mensaje es para todos. Conecte compra dos cápsulas con un hombre que trae cientos en una bolsa transparente.
—Listo hijo, ya hay para acompañar la mota. Fue una noche cabrona. Mañana buscamos más yerba con un contacto de confianza.
Quisiera no conocer al contacto de confianza porque Conecte siempre se mete en problemas, pero se veía muy seguro de la aventura, tanto que al pasar por él realizó una llamada telefónica advirtiendo sobre nuestra llegada.
Tomó otra vez el volante del auto, porque se trata de ir a lugares que él conoce, por ende son problemáticos.
La cita es en el estacionamiento privado atrás de un mercado de la ciudad, donde sólo opera un cártel después de correr a balazos a sus rivales en una lucha a muerte que llevó casi un año.
En la entrada, esperando se encuentra… ¿Cómo llamarlo?… digamos que ¿Comando?, un personaje amigo de la infancia de Conecte, que dice haber trabajado muchos años para el Ejército Mexicano, después desertó y se unió a la mafi a. Ahora trabaja como jefe de estacas.
No sé si Comando sea estaca o no, ni quisiera saberlo, pero según el parte informativo 88/2010 elaborado por la Policía Operativa del Estado de Coahuila, documentado en la causa penal 31/2010, un estaca es aquel matón al servicio de un cártel que cobra una cantidad económica por matar rivales, en este caso policías.
Lo saben bien los Policías Estatales que manejaban la patrulla 7920, la tarde del 5 de abril a eso del medio día, cuando al recorrer la colonia La Merced encontraron unos estacas.
…Fue cuando un carro Ford Grand Marquis color verde y vidrios polarizados estuvo a punto de chocarlos, por lo que comenzaron una persecución por las colonias Las Dalias y Las Julietas, donde lograron capturar a cinco hombres, de 36, 27 y 19 años de edad: dos de 18.
Al revisar el carro encontraron una escuadra marca Interdinamic Luger, dos revólveres Smith & Wesson, calibre .38 especial, número de serie CCC-4817 y CCB- 9785 y una escopeta, calibre .12 milímetros Mossberg, número de serie 1US14602.
Los oficiales dijeron que al reconocer los números de serie de los revólveres y la escopeta, notaron que se trataba de las armas de los ofi ciales Wilder Alejandro Mota Hernández y Osvaldo Samaniego Vargas, asesinados tres días antes de varios balazos en la cabeza.
Uno de los detenidos, identificado como Estaca Nueve, comentó ser el líder de un sector ubicado al norponiente de la ciudad, cuya función principal es mantenerse al tanto de las tiendas donde venden droga, percibiendo un sueldo de seis mil pesos quincenales.
“…Soy el jefe de varios muchachos que continuamente son cambiados o reclutados, estos perciben un sueldo de tres mil pesos a la quincena. Se dedican a visitar las tiendas que están a cargo en mi sector con la fi nalidad de que estén vendiendo en debida forma. Son encargados de avisar si pasan o entran carros sospechosos, el Ejército o cualquier autoridad…”.
Aquella tarde, Estaca Nueve estaba en su casa cuando recibió una llamada de un superior, quien dijo que por el sector andaban unos Policías Estatales en la patrulla 7674, a los cuales tenía que, en su lenguaje: Darles piso, es decir, matarlos por andar de preguntones. Todo el trabajo por la cantidad de 10 mil pesos para él y otros 10 mil para un acompañante. Y decidió marcar a Estaca Cinco para que le ayudara llevando otros cuatro acompañantes.
Estaca Nueve contó que sorprendieron a los Policías Estatales cuando departían a orilla de la carretera en un lugar de comida rápida, iban en una camioneta nueva y se pararon casi enfrente de ellos sin que lo notaran, iban cubiertos de pasamontañas negros. Fue cuando dijo a sus acompañantes: —Orales batos, a aventarse el jale. Él se bajó sigilosamente por un costado; pistola en mano.
“…Cuando me acerqué por la espalda a uno de los ofi ciales, que es uno gordito, moreno, no muy alto, le pregunté por la hora. Se volteó y se sorprendió y luego le dije: ‘Te voy a tronar el culo’, tirándole dos disparos…”.
Las balas hicieron blanco en el lado derecho del cuerpo, mientras su compañero intentó correr. Estaca Nueve disparó hiriéndolo en la cabeza. Después los subieron a la camioneta y les quitaron uniformes y armas. Metros más adelante los tiraron y balearon, un cuerpo a varios metros del otro, en la terracería para que no llamaran la atención.
“…Cuando lo tiramos, Estaca Cinco le dio una ráfaga con el cuerno de chivo, dándole en varias partes del cuerpo y cabeza, por lo que luego nos retiramos del lugar hacia nuestras casas…”.
Días después su jefe les marcó para que recogieran el Ford Grand Marquis donde fueron capturados, en eso coincide Comando, porque a decir verdad no saben cuándo van a matar a alguien ni en qué, con qué, ni cómo se van a mover. Sólo reciben una llamada y realizan una operación en cuestión de minutos, como las de los antros, en muchas ocasiones se les va la vida en ello.
Total, no quiero saber si Comando es un Estaca. Dice tener a su servicio a varios hombres, entre ellos a un tal Licenciado, quien es un tipo que realiza toda actividad que le sea encomendada.
Comando y Conecte hablan, se conocen desde la infancia, mucho antes de ser lo que son y cuando ya eran algo de lo de ahora. Conecte dice que no hay lío. Su acompañante es gente de confi anza, del mismo barrio incluso donde Comando creció.
Y Comando se convence, explica las reglas del juego. Él no vende mota, su gente tampoco. Cuando tienen ganas compran a los contrarios, muy a pesar de lo que piensen sus superiores, que si se llegasen a enterar los acribillan a todos, por lo que El Licenciado es el indicado para ir, porque lo conocen como adicto, porque conoce las calles que a sus cincuenta y tantos años ha recorrido en múltiples ocasiones.
La bolsa, una pequeñita para el antojo, no contiene ni 100 gramos y cuesta 50 pesos. Le son entregados a El Licenciado 300 pesos para comprar 6. Decidimos esperarlo bebiendo cervezas en una cantina de la esquina, sentados en una mesa de plástico atendida por una mujer robusta que trata como rey a Comando.
Comando es alto, gordo; sus brazos son gruesos. Constantemente se toca la nariz, aspira profundo. Dice que es una manía que le dejó el consumo de cocaína. Alardea de su poder, de la fi esta que tendrá en la tarde donde habrá putas y loquera. Y de que la policía no les hace nada, ni los contrarios. Y las llamadas donde le dicen a quién y cómo matar; de la ciudad a más de 100 por hora, de las balas y las granadas, de las esquinas como campos de batalla, y de todos los jóvenes que ha reclutado y entrenado para matar.
Sólo que nada más habla, no hay ganas de preguntas. Hay mucha tensión alrededor. El lugar está rodeado de gente extraña.
Todos beben. Las dos cervezas de espera saben a agua. Llega El Licenciado con un acompañante, entrega tres bolsas y 30 pesos. Alega que la mercancía se acabó, que subieron el precio de repente. Guacho se le queda viendo, no le aparta la mirada. Rompe:
—¿Cómo? No es coherente lo que dices. —Bueno, es parte de la propina. —Aquí nadie transa a los compas. —Bueno, es que él me dijo.
Comando cuestiona al acompañante, se ve molesto. Explica que no sabe nada, que sólo encontró a El Licenciado en el camino y lo invitó a dar un toque. Comando cierra los puños, pega a la mesa. Conecte se levanta, jala nervioso de la camisa para incorporarnos.
—Bueno hijo, muchas gracias. Así está bien. No hay bronca.
—¿Cómo qué no hay bronca?, responde Comando. Aquí nadie se pasa de verga.
Trato de entender, no me despido. Conecte casi me saca a empujones del lugar después de pagar las cervezas. Arranca el auto, no dice nada.
—No hay bronca. La consiguieron. ¿Qué pasó?
—Pues se pasó, eso no se hace. —Fueron unos cuantos pesos. —No es el dinero, es el hecho. Nos chingó. El teléfono de Conecte suena, es Comando. Lo pone en altavoz.
—Ya le quité tu dinero, hijo. Se quiso poner vivo con los compas.
—Chido, no hay bronca, cómprate una cerveza. Ya vamos de salida.
Pregunto a Conecte sobre El Licenciado, qué le van a hacer. Encoge los hombros, piensa que por lo menos una tremenda golpiza.
Salimos a un bulevar, el aire tibio de la ciudad mece los cabellos. Conecte saca una bolsa, hace un cigarro. Acelera, chupa un costado, acelera. Chupa el otro, acelera. Saca un encendedor: prende el extremo, aspira. Acelera. Saca el humo por la nariz, se pone unos lentes oscuros y sube el volumen de la radio.
La ciudad a más de 100; caliente. Salvaje. Su aire tibio: El olor a yerba.

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  • NAR: Nos mandan este artículo que está publicado en Open Source. Aquí: http://www.vanguardia.com.mx/aquientorreonseacabolamota-1090720.html
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Nuestra Aparente Rendición

Gestión del Portal Nuestra Aparente Rendición.

Nació en Barcelona en 1970, pero ha vivido en Albons (Baix Empordà), Estados Unidos, la India y durante diez años en Ciudad de México. Es licenciada en filosofía por la Universidad de Barcelona, tiene un diplomado en escritura creativa de la Sociedad General de Escritores Mexicanos (SOGEM) y un posgrado en letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Escribe, a la vez, en catalán y castellano. Y su obra ha sido traducida al polaco, al alemán, al inglés, al gallego, al valenciano y al euskera. También ha publicado literatura infantil y juvenil, géneros con los que ha cosechado diferentes premios.

En 2004 ganó el Òmnium Cultural de Experimentación Literaria, en 2006 fue elegida Nuevo Talento FNAC y en 2009 fue finalista del Premi Salambó, el Amat-Piniella y el Premio Fundación Lara de Novela. En 2007, además, recibió el reconocimiento de los lectores y la crítica con los premios de literatura juvenil Protagonista Jove y Serra d’Or. Y en 2010 Edicions 62 le concedió el Premi Octavi Pallissa de creación para terminar una novela sobre la historia del narcotráfico mexicano en la que lleva seis años trabajando: Camps de caputxins abans de tot això / Campos de amapola antes de esto.

En 2007 dirigió en Barcelona el festival literario Fet a Mèxic. Y tras crear el Colectivo Fu de Literatura, dirigió un nuevo festival: Fet a Amèrica – Festival internacional de novela contemporánea en lengua castellana / Barcelona, otoño 2010. Además coordina, en colaboración con otros miembros del colectivo, otros proyectos literarios como la biblioteca para los presos de la prisión de Valledupar (Colombia) que apadrina Juan Marsé, o la biblioteca infantil para la Fundación Lydia Cacho.

En 2010 la adaptación de su novela Elisa Kiseljak ganó el Premio Especial del Jurado del 58 Festival de Cine de San Sebastián y fue seleccionada para el Festival de Londres BFI, el Festival de Estocolmo, el Festival de Toulouse, el Festival de Montreal Nouveau Cinema, el Festival de Marsella y el Festival de las Bahamas, entre otros.

Anteriormente, en el año 2000, había fundado con el escritor peruano-mexicano Mario Bellatin la Escuela Dinámica de Escritores en la Casa Refugio Citlaltépetl de la Ciudad de México, y antes fue maestra de literatura y filosofía de la Universidad del Claustro de Sor Juana, también en la Ciudad de México, y dio clases en la UNAM y en el Orfeó Català de Mèxic. Hoy da, en distintos lugares, cursos de pensamiento y creación de novela contemporánea con un método propio.

Colabora o ha colaborado en diversos medios de comunicación, como los suplementos Babelia o Cultura/s; los periódicos El País, La Vanguàrdia o El Periódico y Público; o los medios mexicanos Letras Libres y El Universal. También ha participado en programas culturales para la televisión como Saló de lectura, l’Hora del lector y Ànima, donde ha hecho crítica de literatura y teatro; y para la radio, como Els Matins de Catalunya Ràdio o El Secret, donde en la actualidad hace crítica teatral. Actualmente, además, escribe columnas de opinión en Públic y crítica literaria para algunos medios catalanes y mexicanos.

En los últimos años ha publicado: Això que veus és un rostre (CCG Edicions, 2005 / Sexto Piso, 2009), Elisa Kiseljak, (La Campana, 2005), Tres historias europeas (Caballo de Troya, Debolsillo, 2006 / LaButxaca, 2010), La persona que fuimos (Mondadori, 2006 / Empúries, 2006), su antología personal de literatura mexicana Hecho en México (Mondadori, 2007), Insólita ilusión, insólita certeza (Mondadori, 2007 / Empúries, 2007), Una: la historia de Piiter y Py (Almadía, 2008), La familia de mi padre (Mondadori, 2008 / Empúries, 2008), Japón escrito (autoedición, Barcelona, 2009) y una antología personal de literatura catalana contemporánea (Voces de la literatura catalana - Empúries / Anagrama, 2010.) Próximamente aparecerá su primer ensayo narrativo sobre la escritura (Ahora, escribo, - Empúries / Periférica, 2010.) Publica su obra literaria en catalán en Empúries y en castellano en Literatura Mondadori, pero edita también en otras editoriales independientes como las españolas Anagrama y Periférica, las mexicanas Almadía y Sexto Piso, o la peruana Borrador Editores.

Gestiona el blog Nuestra Aparente Rendición sobre la violencia en México. E incursiona, además y siempre, en el teatro y la fotografía: géneros que le son íntimos, necesarios y cercanos para pensar la escritura.

Sitio Web: www.lolitabosch.com

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