¿Es posible pensar en una integración transformadora de América Latina a partir de sus movimientos sociales? La respuesta no es fácil y ha sido motivo de decenas de libros, seminarios y congresos durante décadas. Afortunadamente para los que nos consideramos latinoamericanos, la duda permanece viva y latente. Esta duda, junto a la curiosidad y la consciencia social de varios jóvenes es la semilla del proyecto "América Latina Cooperativa".
Definir un bache puede ser algo simple cuando manejas por las calles de las ciudades mexicanas. Son los hoyos que se hacen en la calle y en los que uno cae si se descuida. Los asimilamos de una manera tan simplista porque hemos convivido con ellos desde siempre. Se han vuelto parte de nuestro paisaje urbano. En cada foto de calle aparece uno y si un día estamos aburridos podemos ponernos a contar los baches de las calles mexicanas por Google maps. Es tanto el cariño que el mexicano le ha tomado al bache por esta convivencia diaria que lo ha incluido en una serie de usos metafóricos.
La ciudad fronteriza de Matamoros resultó resumir lo peor de lo peor, incluso comparado con lo que ocurría en Ciudad Juárez y Tijuana en octubre de 2009, en términos de la falta de coordinación entre policías y militares para combatir al narcotráfico. Es la opinión del ex embajador Carlos Pascual, según expresa en un cable confidencial y vedado para extranjeros (clasificado como noforn con el número de identificación 09MEXICO3018), que integra el paquete de despachos diplomáticos entregados por Wikileaks aLa Jornada.
Recién desempacado en México, el diplomático se embarcó en un recorrido por las ciudades de la frontera norte, donde el gobierno de Estados Unidos planeaba intervenir a fondo para obtener algunos éxitos inobjetables en la batalla contra los poderosos cárteles asentados en estas regiones. Tijuana y Juárez fueron sus primeras paradas. Matamoros fue la tercera.
Acapulco, octubre, 2010. Es de mañana, el día es una buena réplica de los anteriores. Pienso en los pendientes, en el tiempo que voy a dedicar a cada uno de ellos. Pienso en este día con ánimo, la intención es pasarlo con la familia. Salir a la playa, lo que haría cualquier familia en domingo. Quizá comer en alguno de los restaurantes que bordean la bahía. Alguien da un nombre, pide que sea en playa La angosta. A todos nos parece buena idea. El caldo de camarón que ahí cocinan es uno de los mejores que se pueden encontrar en el puerto. La pequeña playa es perfecta para ir con niños, el mar roza el entramado de la pequeña edificación en donde, apilados, hay al menos unos 10 restaurantes.
Las ganas por compartir uno de esos momentos, agita hasta el corazón más pasivo. Hay una mojarrita anclada en el pecho de cada uno de nosotros. Estamos listos en menos de media hora. El mar quiere compañía y uno que es fácil, quiere dársela. La fiesta en la playa es una invitación a la vida. Por eso, es increíble cómo se quiebra el pensamiento cuando uno rememora lo que hace un año, hizo. O hace seis meses, o peor, hace una semana. El mundo no es lo que nos prometieron, Acapulco no es la fiesta que nos dijeron, o lo fue, pero alguien vino y la arruinó.
Diciembre se ve como el mes de las cartas, los propósitos y los deseos. Desde inicios de mes los padres suelen preguntarle cautamente a sus hijos: ¿Ya le hiciste tu carta a Santa Claus y/o a los Santos Reyes?. Mientras que en las cenas o comidas decembrinas surge siempre la curiosidad por conocer los propósitos del prójimo para el nuevo año. “Dejar de fumar”, “ir al gimnasio”, “cambiar de trabajo”, “tener más tiempo para mí” suelen ser las respuestas más comunes. “Ser un mejor ciudadano” rara vez sale en las ternas, y precisamente -y sin saberlo- eso es lo que han logrado los estudiantes de primer semestre de la Licenciatura de Comunicación de a Universidad Marista, que han dejado la comodidad de sus aulas y han salido a la calle para dialogar con la gente y preguntarles: “¿Qué desean para México? Es un video maravilloso y necesario que no necesita explicaciones, pero si un agradecimiento para Ale del Castillo, amiga y promotora de este trabajo.
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Trato de escribir algo bueno para Nuestra Aparente Rendición. Tecleé la primera línea desde hace un par de meses y no volví a escribir una sola palabra desde entonces. Es curioso porque generalmente digo a mis amigos que frente al miedo la parálisis nunca es una opción y yo mismo estoy completamente paralizado. Escribir es un proceso dificil. Lo es más para mí, que no soy escritor. Pienso en México y descubro adentro una amalgama de añoranza, horror, vergüenza y coraje. No hay palabra en mi vocabulario que contenga en sí misma esa sensación y no encuentro el modo de describirla correctamente.
¿Qué significa vivir en México, hoy?
Abro un libro cercano: “and this also (...) has been one of the dark places of the earth”. México, que el lugar común llenó de exotismo, carcajadas y colores, se ha vuelto un lugar oscurísimo.
Cuando se habla de acciones de paz, normalmente se piensa en grandes demostraciones callejeras, en conferencias internacionales, en intervenciones urbanas o bien en manifestaciones artísticas. Pero la paz -a diferencia de la guerra y la violencia- puede construirse desde diversos flancos, desde los rincones más recónditos, siempre que haya compromiso, amor y una necesidad que paliar. Este es el caso de la Casa Hogar Comunitario Yach’il Antzetic (Mujeres Nuevas), creada por Doña María de la Luz Ruiz García, mejor conocida como Doña Lucha, hermana del Tatik, Don Samuel Ruiz García, en 1995. La Casa, situada en el corazón de San Cristóbal de las Casas, es un oasis de amor, paz y respeto para las mujeres y sus hijos e hijas.
Fue el 16 de agosto de 2008 la trágica muerte de 12 jóvenes y un bebé, en el poblado de Creel. Ahora recordamos 3 años cargados de frustraciones, llantos, protestas, aunque también de esperanzas jaloneadas por las impunidades e ineptitudes oficiales para ofrecer investigaciones que terminen en justicia.
Volvimos a marchar por Creel con el dolor de los meses y las horas que se siguen sumando, sin justicia y sin verdad. Y marchamos porque no podemos permitir que se borre la memoria y se olvide la historia; y marchamos porque es necesario recordarle al gobierno que llevamos 3 años de vergüenzas, de dolores y de afrentas, envuelto todo en impunidades, corrupciones y mentiras. Y marchamos porque si el gobierno le apuesta al olvido, nosotros le apostamos a la memoria, pues “…somos la memoria que tenemos. Sin memoria no sabríamos quiénes somos”, nos dice José Saramago.
Vine a Juárez para ver si me dolía. El silencio se perpetúa en el paisaje como una foto fija. Hace calor y hacia la ciudad se asoman dos columnas de humo sobre sus extensos deshuesaderos. Dicen que dos de tres negocios han desaparecido. Los mensajes anónimos en las bardas piden resistencia y que el miedo no se los lleve.
Por la radio se escucha a un joven recitar su poesía como un instructivo, pide que tomen el periódico del día y lo dejen a una distancia suficiente para recordarles: “Estás vivo, estás vivo”. A los muertos de Ciudad Juárez les sobreviven todos esos jóvenes que han aprendido a respirar con resignación, pero ellos lo tienen claro: no se van a rendir.
Caborca, Sonora. Muchas veces en nuestra labor nos encontramos con historias que deben de ser contadas para que la sociedad sepa de acciones que enaltecen y hacen lucir las mejores cualidades del ser humano y que desgraciadamente en la mayoría de los casos no se dan a conocer.
¿Por qué? En ocasiones porque hay noticias mas importantes desde el punto de vista comercial o sensacional y la equivocada idea de que las historias de bondad no venden o llaman la atención.
Esta que a continuación voy a contar es una de ellas y se desprende de una historia de o tema de nota roja, pues gira alrededor de la historia de un hombre llamado Gustavo Sevilla Cardona, extranjero en nuestra patria, hondureño de origen.
Gustavo en su peregrinar fuera de su patria recaló un día a la población de Altar, Sonora, su intención era cruzar hacia el vecino país en busca del mal llamado sueño americano que tanto persiguen, individuos de todas las razas y también de nuestra patria, principal exportadora de obra mal calificada y en menor proporción, altamente calificada.