No queda más que recordar aquellos días donde se salía de la escuela y se podía caminar hasta la casa de uno con el único miedo de llegar tarde para la cena. Aquellos días en los que uno podía quedarse platicando en los parques hasta que tocara la noche. Aquellos días donde se podía ahorrar para comprar algo de valor, y mantenerlo. Aquellos días donde las preocupaciones eran otras, y no el miedo. Ahora solo queda recordar, y agachar la cabeza para evitar el disparo.
Duele, abrir los ojos.
Duele, cuando leo las noticias
Duele, el niño sicario
Duele, mi hermana asesinada
Duele, mi hermano asesinado
Duele, tu indiferencia
Duele, que te quejes y no hagas nada
Duele, el campo abandonado
Duele, la gente sin trabajo
Duele, la gente sin sueños
Duele tu egoísmo, pero duele más el mío.
Duele sentir que no puedo hacer más que escribir.
Duele, solo ser una soñadora más, creando utopías con el corazón, con el miedo de contarlas, por el miedo de que se degraden, por el miedo al ridículo, por el miedo a la amenaza, por el miedo a la tortura, por el miedo al que está afuera, por el miedo al que está adentro, por el miedo, siempre el miedo, miedo a morir, no le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo a la indiferencia, no hace falta que maten a nadie, para que yo diga ¡basta!, basta de sangre, basta de violencia, basta de guerra. Por favor, ya basta.
¿Tienes miedo?
Yo también, pero ya no quiero tenerlo.
Sueño estar todos juntos, más allá de esta guerra.
Sueño con que el egoísmo no devore mi país, por que lo amo.
Sueño con amar y no guardar rencor a nadie.
Sueño con que las palabras recobren su valor y se conviertan en acciones.
Y sueño, muchas cosas, y seguiré soñando, y seguiré viviendo, y luchando.
No es natural tanta violencia, sin embargo ya estamos todos enfermos, ya no hay asombro, no hay indignación, es un tema de comida y no una acción. La paranoia ya es costumbre, no es raro ver a un chico grabando el cuerpo de un ejecutado... Estamos enfermos todos, y papá gobierno, tío federal y abuelo militar, en vez de darnos la cura, nos enferman más. ¡BASTA!
Mi esposo no conoce México y tiene muchas ganas de ir. Quiere ir a probar toda la comida que le describo y a ver los lugares que son los míos. Pero no se cuándo podremos ir. El entusiasmo se esfuma cuando pienso en la lista de recomendaciones que he de hacerle antes de llegar al DF: no andes solo de noche, no vayas solo a un cajero, camina por la orilla de la banqueta y no pegado a la pared, evita los sitios oscuros, no te subas a un taxi cualquiera, si te llegan a asaltar jamás resistas, no mires al asaltante y no abras la boca... Y no se cuándo podremos ir a México
¿Qué culpa tenemos nosotras de ser mujeres, de querer vivir, acaso tenemos una maldición o ya venimos a este mundo cargando una cruz?
¿A caso debemos morir para que nos escuchen? !!No Señor!! Estamos vivas y nos callan, estamos muertas y nos sepultan. ¿!!Qué caso tiene vivir asi, donde una no pueda estar a gusto y feliz solo porque somos mujeres (mujeres fuertes)!!?
No deseo mal al hombre que me hizo daño. Sólo lo miro y sonrío sabiendo que la vida se encargara de él, como el lo hizo conmigo.
No debería ser así.
Mi vida no debería ser así.
No debería preocuparme andar sola en la calle.
No debería preocuparme que mi familia no llegué a casa.
No debería preocuparme que un día me encuentre en medio de una balacera.
No debería preocuparme por usar un reloj grande y bonito.
No debería preocuparme sacar dinero de un cajero.
No debería preocuparme ver una camioneta lobo.
No debería preocuparme ver a un hombre con tatuajes y con la cabeza rapada.
No debería preocuparme por algun idiota que pase con una pistola y comience a dispararle a los niños que juegan.
No debería preocuparme por los ancianos que viven solos. No debería preocuparme que alguien quiera entrar a sus casas.
No debería preocuparme escuchar ruidos en la noche.
No debería preocuparme cada mañana que mi hermana sale al trabajo.
No debería cuidarme cada vez que subo a un camión y que alguien quiera robarme mi cartera.
No debería cuidarme de cada persona que veo en la calle.
No debería preocuparme por los secuestros.
No debería preocuparme por todos ustedes.
No debería preocuparme cada vez que respondo el telefono, pensando que es un extorsionador.
No debería preocuparme al escuchar nombrar a los zetas, a los aztecas, a la linea.
No no no, me niego a vivir esta vida. Me niego.
Pero acaban de matar a alguien a una cuadras de aquí. Balazos.
¿Qué futuro me espera?
Todos los días te levantas con la esperanza de que hoy sea el último. Pero no. Nada es como antes o al menos nada parece indicar que así sea, todos guardamos silencio y salimos a la calle fingiendo que nada nos puede pasar, que somos muchos, que somos invencibles o que el destino nos va a cuidar. No es cosa del destino, como tampoco es una cuestión de suerte y, mucho menos se trata de que Dios se encuentre o no enojado con nosotros, o el que Apocalipsis, nos alcanzo ya, podría jurar que Dios, ni siquiera se ha enterado de lo pasa afuera de nuestras casas todas las noches y a cualquier hora, no es como tener un mal día y pensar que al siguiente todo será mejor, nuestra aparente rendición, nos llama a la puerta todo el tiempo, es como un vendedor de enciclopedias, de esos vendedores que hace mucho tiempo dejaron de tocar las puertas de nuestras casas porque la tecnología los desplazo, en este instante, juro con el alma en ello: que hoy quisiera no escuchar nada de esto, no ver como las ciudades se van despoblando y no tener claro a donde van a parar los sueños. El sueño americano, la idea de cruzar una frontera para tener una mejor vida, un mejor empleo, un mejor todo, ya no existe, ya no se trata, de la pobreza del mexicano buscando un destino, una oportunidad, eso ya no importa, ahora el que puede huye, se refugia del otro lado, se lleva sus negocios, su vida, sus hijos, su mundo, y si puede a unos cuantos amigos. Basta con cruzar el río para olvidarse de todo, para escuchar las noticias de un mundo que parece lejano, un mundo que se encuentra a unos cuantos metros, donde los que nos hemos quedado, pensamos que ese no puede ser el final y recurrimos a medidas o actos desesperados, donde una chica de veinte años, toma el mando policial de un pueblo y tiene esperanzas que si educamos con principios y valores a nuestros hijos, las cosas pueden ser diferentes y yo, lo único que deseo es que ella no termine como una victima más de esta pesadilla, de este fuego cruzado del que todos somos victimas. No es cuestión de tiempos, no es cuestión de quien gana o pierde, es cuestión de poder, de maldad, de actos que no parecen tener sentido y la violencia crece sin tener limite alguno. No es cuestión de escondernos y pensar que lo mejor es no salir porque el mundo se nos viene abajo y no existe nada mejor que las paredes de nuestra viaja casa, que parece resistir todos los ataques y donde las heridas de balas, se cubren con un poco de pintura y al otro lo mismo, pensando que en verdad hoy puede ser el último y no el de nuestra vida, sino el de toda esta violencia, donde no hay ganadores, sino vencidos y después de siglos seguimos caminando con la mirada clavada en el suelo y creemos que así nos toco vivir, que así debemos morir: agachados.
No recuerdo un solo día de mi infancia donde lo normal, fuera una vida como la que ahora nos toca vivir, es cierto que la violencia existe desde siempre, es cierto que nadie esta seguro, es cierto que la lucha del poder por el poder mismo no es un invento de nuestros padres, es cierto que todos queremos que todo esto no sea otra cosa que un mal sueño, que un mal día y que cuando llegue la noche cada uno pueda hacer lo que más le gusta sin estar preocupado, por donde va a estallar la próxima granada.
Así que no me dejo atrapar por el miedo, todos los días salgo a la calle y, pienso en que las cosas pueden cambiar, a mis espaldas siempre el ruido, el mismo ruido, el clap, clap, clap, clap, de armas poderosas que aunque uno no quiera oír, están como música de fondo de lo que sucede a diario, me imagino una ciudad vacía, una ciudad fantasma, con casas abandonadas o puestas a la venta, un lugar inexistente, donde lo único que no es rentable son los bienes raíces, quien lo iba a decir pero tal lugar si existe y la realidad es hoy.
Ta-ta-ta-ta-ta-maulipas, Ma-ta-ta-ta-ta-ta-moros, no es algo que se diga con orgullo, por cierto: ¿a donde se van nuestros muertos, nuestros amigos con los que hemos crecido, a donde se van los miedos? ¿A donde iremos a parar todos? Espero que no sea nunca, el miedo o la muerte: Nuestra aparente rendición.
Nació el 7 de enero de 1972, en el estado de Oaxaca, ingeniero auto-jubilado, estudiante en el Programa de Escritura Creativa, en la Universidad del Claustro de Sor Juana en el 2009. Vive en Matamoros, Tamaulipas, frontera con los Estados Unidos.
Ruleta mexicana
Para la maravillosa gente del querido México, el país donde más amigos tengo.
De camino a las pirámides de Teotihuacán, recorremos la inquietante carretera México-Pachuca. Hablamos de Ciudad Juárez, de Bolaño, de las colonias míseras y violentas. Pasamos por debajo de un letrero y leo mal: Autopsia de México.
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México lindo, librería del aeropuerto, títulos en primera fila, de izquierda a derecha: Historias de impunidad; Los cómplices del presidente; País de mentiras; Herencia maldita. El reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico; Las FARC en México; Las historias más negras de narco, impunidad y corrupción en México; Los capos. Las narco-rutas de México; Crónicas de sangre; Los brujos del poder; y un explosivo etcétera. Se diría que hay más entusiasmo que indignación por los crímenes, escándalos y catástrofes. No sé si esta bibliografía denuncia un negocio o funda otro.