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El viaje que cambió mi vida

De izq a der: Ana Belem Sánchez, Luis Enrique Castañeda, Diego A. Maldonado De izq a der: Ana Belem Sánchez, Luis Enrique Castañeda, Diego A. Maldonado

Estaba estudiando Bellas Artes y siempre había tenido la ilusión de conocer lugares fuera de Europa, otras culturas y otros paisajes, considerando que una muy buena manera para hacerlo era por medio de estudios. Por eso decidí pedir una beca para ir a México. Tuve suerte y mi sueño se cumplió: en 2010 obtuve la beca para estudiar Artes Plásticas en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM ¡Mi alegría fue muy grande! Siempre había querido viajar allá, conocer esta cultura ancestral, ver sus preciosas reliquias, el arte de antes y de ahora, los hermosos paisajes que veía en fotografías, saborear su cocina tan famosa.

Amigos que habían viajado a México volvieron con las mejores impresiones y con ganas de regresar. Durante los próximos meses preparé todos los temas burocráticos y contra la voluntad de mis padres, que estaban muy preocupados por los niveles de inseguridad del país, compré mi boleto y me subí al avión. 

Llegué con todos mis sentidos al cien, con unas increíbles ganas de ver, oler, escuchar, conocer este lugar tan lejano, tan diferente… No tardé en conocer gente encantadora y muy amable. Me ayudó mucho integrarme tanto en la universidad como en la vida cotidiana. Las clases empezaron, conocí a mis profesores, a los que nunca olvidaré. Gente muy valiosa, gente madura que tenían muchas cosas que enseñar sobre el arte, sobre la vida, sobre todo. Gente muy respetuosa que se hacía respetar al instante, sin la frialdad y la distancia del docente académico. Gente muy culta, gente noble. Y no fueron los únicos, hay mucha gente en México que es así, muchísima; jóvenes y mayores. Hay una calidad humana muy alta y particular. Una calidad forjada de la poderosa historia que México lleva a sus hombros. La cuidad de México es un enorme crisol de culturas, una deslumbrante combinación de las culturas y las religiones antigüas, la herencia española y el catolicismo, los signos de la globalización y las influencias de sus países vecinos. Un amalgama muy particular, extremadamente interesante para observar y pensar. Pero antes de todo,  la vida misma… tanta vida que se manifiesta de tantas maneras. Sin muchas cosas, sin riqueza mundana, pero con mucha calidad.

Hice amistades valiosas y aprendí mucho de ellas. Hasta comencé una relación sentimental que pronto se convirtió en una relación importante. Viaje por muchos lados de la República y tuve la suerte de admirar todos estos lugares maravillosos con los que había soñado. La diversidad de la naturaleza y de las diferentes culturas que encontré en mi camino dejaron su huellas en mi interior. Pasé un año entero en México. Mi relación se convirtió en promesa de matrimonio y mi vida jamás será igual después de esta experiencia.

Me di cuenta de muchas cosas en este tiempo. Pensaba quedarme sólo tres meses, me quedaría con las mejores impresiones de las cosas bellas que me encontraba por el camino, pero elegí quedarme un año entero; ya no podía dejar de enterarme de las otras cosas, de la otra cara de México: los ríos de sudor de los trabajadores que no alcanzan a llevarle a su familia lo esencial, la mirada dura de los asaltantes y el miedo de las madres que esperan a sus hijas en casa, la explotación y la desigualdad, el dolor, las múltiples heridas que ha sufrido México durante los últimos años.

Me quedé mirando, observando; pensé que por eso había decidido venir a estudiar y no solo hacer una visita turística. Quería ver y entender cómo era la vida real y cotidiana en este hermoso lugar. Quería sentirlo.

La vida es dura en México, la injusticia reina, unos pocos explotan a muchos en el interior, y desde el extranjero, también ha sido siempre un país explotado. Carga pesada. Pero todavía no le quitan lo maravilloso, la fuerza con la cual brota la vida. Un lugar tan extraño…

Finalicé mis estudios y regresé a Europa. Pero mi historia con México no terminó. Uní mi vida a la de una persona maravillosa, quien se quedó esperando mi regreso.

Pero México aún me tenía guardada para mi la sorpresa mas triste de mi vida, el golpe más duro, que ni siquiera imaginaba podía ser tan cercano:

Mi novio se encuentra desaparecido, privado de su libertad, sin noticias, incomunicado, desde el día 22 de Julio de 2012, junto a dos compañeros de trabajo. Mi novio, Diego Maldonado Castañeda, es psicólogo; trabaja con niños y adolescentes. Es una persona que cree que la buena educación es el vehículo para el futuro, una persona que adora a su país, sus tradiciones, sus ritos, sus múltiples culturas; una persona que siempre ha honrado a su patria y se ha esforzado por el bienestar social.

Fue levantado en el hotel donde se hospedaba, en Paracho, Michoacán, junto a sus dos compañeros, Ana Belem Sánchez, psicóloga, y Luis Enrique Castañeda Nava, comunicólogo,  con quienes impartía talleres de ciencia para niños y jóvenes de Paracho.

Fue muy diferente escuchar sobre estas situaciones en los medios de comunicación a vivir tal tragedia en carne propia. Mi mente está en México a cada instante, esperando alguna noticia. ¿Por qué tanto mal? ¿Por qué tanta crueldad? ¿ Por qué México desaprecia así a sus mejores hijos, los más soñadores, los más valientes, los que más aprecian la vida? Mi futuro ha sido borrado. Me es imposible poder ver el día siguiente; para mi no existe un mañana sin Diego. ¡No existe nada más si no acaba la maldad y la injusticia!

Ahora puedo sentir en carne propia el dolor y la tristeza que sienten día tras días miles de mexicanos. Yo no soy mexicana, pero este gran dolor me ha unido a ustedes definitivamente.

El propósito de esta carta es advertirles que hay que evitar que una situación así los golpeé, antes de que sea tarde. Necesitamos unir fuerzas y trabajar en conjunto para brindarle seguridad a México, para dar a la vida el valor más alto, porque es el valor que tiene. Cuidar el futuro de todos, cuidar el futuro de México, elevar sus altos ideales y curar las heridas.

¡Necesitamos poner un alto a la violencia ahora mismo!

Y esto no sólo es tarea de un gobierno u otro, sino responsabilidad de toda la sociedad. Hay que construir consciencia colectiva en contra de las enfermizas fuerzas de poder que destrozan la vida humana.

Hago una petición por el regreso de mi amado compañero Diego Maldonado y una más para toda aquella gente que sufre condiciones parecidas. Espero y deseo que amanezca una nueva era, sin violencia, una era en la que todos podamos convivir en paz e igualdad, sin miedos, sin prejuicios.

Una era que tenemos que construir.

Edo Aspropoupoulus, prometida de Diego Antonio Maldonado



 

Información adicional

  • Por: : Edo Aspropoupoulos
  • Fecha del deceso, el encuentro del cuerpo o la desaparición: : Diego Antonio Maldonado, Ana Belem Sanchez y Luis Enrique Castañeda Nava, desaparecidos el 22 de julio de 2012

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