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El órgano tirado en calle Fuenteovejuna

El sueño era el siguiente: parecía sueño el arrebato de recuerdos que me venía cuando pasábamos ella y yo caminando por esa calle Fuenteovejuna hacia la cordillera en Santiago: soy un niño como en todos mis sueños: las casas estaban iguales que hace veintisiete años y acá –a mitad de cuadra en Ayquina, ¿ves?, ésa que tiene un patio adelante con plantas amarillas y el macetero de greda que cuelga de una tela blanca– vivíamos con mi familia en ese tiempo: ahora era noticia por medio minuto en la tele que el abogado Hiram Vivanco había interpuesto una querella criminal contra el ex dictador Augusto Pinochet, su ex ministro del Interior Sergio Onofre Jarpa, además del ex auditor del Ejército general Fernando Torres Silva y el ex jefe operativo de la disuelta Central de Nacional de Informaciones (CNI) Álvaro Corbalán Castilla, como responsables de dar la orden al comando que el 7 de septiembre de 1983 ametralló y quemó vivas a tres personas en esa calle Fuenteovejuna, a ocho cuadras de donde vivíamos y por donde pasaba la liebre amarilla a buscarnos de madrugada para ir al colegio: cinco años después cae en mis manos un libro con la historia de los habitantes de esa casa, Lucía Vergara, Arturo Villavela y Sergio Peña: y anoche me fui a dormir diciéndole que me acababa de dar cuenta de que todas esas querellas criminales contra Pinochet por los asesinatos políticos en los setenta y ochenta en Chile se habían súbitamente desvanecido con la muerte del dictador hace cuatro años y a nadie le parecía importar, como si él hubiera sido el órgano blanco al que debía acudir exclusivamente la bilis de los abogados de derechos humanos de Santiago:

no sé, no creo, me va a responder ella mañana, tomando su café cargado con leche: era casi de noche, eso sí, veníamos de vuelta del colegio y no me acuerdo por qué volvíamos tan tarde en el auto con mis papás: no sé, no creo: el órgano blanco no puede dejar de ser el más delicado de todos los que tenemos en el cuerpo, sólo una extrema sensibilidad puede asumir la carga completa de los fluidos hormonales y sanguíneos que se agolpan para que la vida se equilibre otra vez y cambiemos y crezcamos y nos volvamos adultos, no ya niños que necesitan pegarle a las niñas –yo también le pegaba a mi hermana, como todos mis compañeros, pero no me enorgullezco de eso– para tener de vuelta su juguete: órgano blanco, encontraré la definición después, es esa parte del cuerpo cuyo aumento de intensidad demuestra que se está produciendo un cambio en la manera de interpretar los propios fenómenos internos: algunos meses antes, el 11 de mayo de 1983, por primera vez se había producido una protesta generalizada de la ciudad contra el gobierno militar y, mientras bajaban por Colón y Fleming columnas multitudinarias desde las poblas de Padre Hurtado, encabezadas por encapuchados listos para lanzar sus bombas molotov, las mujeres de las casas más acomodadas donde vivíamos nosotros salían a golpear insistentemente sus cacerolas con cucharas: dónde estaba mi papá en ese momento: no me acuerdo tampoco de haber visto a los papás de mis vecinos ni a ningún otro hombre adulto en toda la cuadra: por qué sólo las dueñas de casa del barrio protestaban contra Pinochet durante la crisis económica: esa tarde se sentía la brisa del principio de la primavera, ese frescor que te hace pensar –sobre todo si tú eras un niño, agrega ella– que todos se quieren entre sí y que todos te van a proteger: la convocatoria a la protesta nacional tuvo éxito porque el eslogan no hacía alusión directa al terror político ni a la recesión económica, sino a eso otro que estaré tratando de decir cuando escriba esto: Ha llegado la hora de pararse y decir: Ya Basta: había algo que nosotros no entendemos ni entendíamos, me responderá ella: los niños no eran personas en ese tiempo y para los papás significábamos algo que había que llevar de un lado a otro, simplemente: decenas de autos parados en todas las calles, deteniendo el tráfico con su ruido incesante de bocinazos, más allá se notaba que alguien daba un salto sobre las llamas y otros rociaban con bencina los neumáticos de las barricadas: ¿qué significa barricada, mamá?: ayer, como siempre, estaba la empleada con los dos niños cuando vino una persona de seguridad preguntando por mí: ella se entró rápidamente, no le gusta decir que está sola, luego llegaron otras personas y carabineros, quienes sacaron a los dos niños y contaron que había que rescatarlos porque estaba a punto de suceder algo: gracias a eso los niños no sufrieron ningún daño: pero, ¿todos los niños son el órgano blanco, incluso el matón que te pegaba en el jardín infantil sólo por el gusto de sentir tu miedo en la palma de sus manos?: la gente no está contenta, ¿tienes miedo?: había caravanas de autos y gente con carteles en la tele, dicen: los padres de entonces llegaban mucho más tarde desde el trabajo, las jornadas laborales duraban a veces diez o doce horas, luego había que tomarse algo con alguien o ir al café Haití, o simplemente el papá se quedaría parado en el tráfico, tocando su bocina también, aunque sólo para alegar porque quería volver luego a la casa, saludarnos y ver un poco de tele mientras mordía una hoja de repollo para luego sentarse hasta tarde frente a la tela donde por primera vez había empezado a probar algunos lápices pastel, y los croquis de grafito de sus libretas habían empezado a llenarse repentinamente de colores, de un morado con una leve mancha amarilla, medio colorada al centro, apenas perceptible: yo llegué el 7 de septiembre, como a las 20:15, y vi que ya todo ardía: los hechos se habrían iniciado a las 19:45 horas, cuando efectivos de la CNI, cumpliendo lo que se califica de inspección rutinaria, interceptaron en la esquina de calles Visviri y Alejandro Fleming, comuna de Las Condes, a dos hombres y una mujer: Sergio Peña Díaz, de 36 años de edad, médico veterinario, casado, con dos hijas menores: Lucía Orfilia Vergara Valenzuela, 31 años, universitaria, casada, con dos hijas menores: Arturo Jorge Villavela Araujo, 38 años, ingeniero, casado, con un hijo menor: las protestas ya se habían disipado con la primavera, iban a volver cada año pero siempre en invierno: el cuadro era de un azul casi celeste y, sobre ese fondo, una figura de bordes redondeados parecía mostrar la cabeza, el torso, ciertas sinuosidades femeninas, ahora que lo pienso –¿y qué pasa con una mujer como yo, que tiene las caderas estrechas?–, de color madera como las sillas que teníamos en esa época aunque también –mucho mejor dicho así– era todo de color piel: mi papá debió haber empezado a pintar por primera vez dos meses después de lo de calle Fuenteovejuna, cuando ya tenía un poco más de tiempo, durante diciembre o en las vacaciones de febrero, tras sentarse con su café, la cajetilla, el cenicero y una sandía a escuchar los chincoles[1] y los zorzales[2] en el atardecer de calle Ayquina: al ser sorprendidos, la mujer y sus acompañantes habrían esgrimido armas de puño y se habrían batido a tiros con el personal de seguridad en un sitio eriazo[3] del lugar, desatándose acto seguido un nutrido intercambio de disparos que provocó pánico entre los habitantes del sector: a veces se quedaba hasta la madrugada trabajando en su cuadro con los lápices pasteles, mientras escuchaba las noticias de la radio: la prensa escrita decía que se trataba de los que asesinaron al general Carol Urzúa: la radio decía otra cosa en esa época: siempre disparando, los tres extremistas corrieron por las calles y pasajes del conjunto habitacional hacia el poniente, hasta llegar a calle Fuenteovejuna, donde buscaron refugio en una casa de número 1330, ubicada frente al pasaje El Pintor, a corta distancia de Alonso de Camargo, donde según fuentes extraoficiales habrían llegado a habitar hace dos semanas aproximadamente: mi mamá era la que pintaba hasta entonces: antes de ese año me acuerdo de que ella acumulaba óleos de paisajes rurales, cuadros de sillas y mesas a lápiz, bodegones en grafito y pasteles también azules y rojos y naranjos muy coloridos: luego, desde el antejardín tanto como desde las ventanas y las puertas de la casa, las tres personas enfrentaron a los efectivos de seguridad, que a esa altura habían recibido apoyo de Carabineros e Investigaciones: el intercambio de disparos, acompañado del lanzamiento de luces de bengala para iluminar el lugar y de bombas lacrimógenas a fin de obligar a los extremistas a salir del inmueble, se prolongó por espacio de casi media hora, para culminar con una fuerte detonación que provocó un violento incendio en el interior de la vivienda: estoy seguro de que esos días mi papá tomó la decisión de entrar al partido, le diré cuando despierte de la pesadilla: todo calza demasiado bien, sólo eras un niño, ¿no te lo estarás inventando?: la explosión habría alcanzado de lleno a uno de los terroristas, que falleció instantáneamente: esto habría obligado al hombre y a la mujer que le sobrevivían a salir a la calle, ya sin escapatoria posible: en esta acción suicida fueron alcanzados por casi medio centenar de balazos, cayendo los dos sin vida en el bandejón central de calle Fuenteovejuna: si la sociedad es un cuerpo, argumentábamos en la conversación de la otra noche, una de las personas de ese cuerpo será el órgano blanco: en general es la más sensible de ellas, la más imaginativa, la más pálida porque así puede proyectársele encima la violencia reprimida por todos como sobre un lienzo blanco los trazos colorinches de un cuadro expresionista hecho a pastel: en uno de los bolsillos de la mujer se encontraron 1.200 dólares en billetes: a las 21:30 todo habría concluido: me acuerdo de haber visto las llamas desde el auto cuando íbamos llegando, mi hermano preguntó qué pasaba y el silencio que hubo ahí, el silencio con que nos contestaron nuestros papás fue suficiente para entender que ellos tampoco sabían: mi mamá nunca más pintó: eso también te lo imaginaste, me dirá mañana mientras me pasa los cereales: el órgano blanco siempre parece estar preparado para la descarga, para sostener la tensión del proceso, sin embargo hay casos en que no se queda en silencio y reacciona, se hincha, deja de funcionar, se hipertrofia, revienta el material sobre el tejido: el material fotográfico que acompañaba esta noticia, redactada con las mismas palabras en Las Últimas Noticias, La Nación, El Mercurio, La Tercera y La Segunda los días 8 y 9 de septiembre de 1983, mostraba planos completos del cuerpo sin vida de Lucía Vergara, tendido en plena calle Fuenteovejuna: llevaba sólo calzones: a Fuenteovejuna fui/ de la suerte que has mandado/ y con especial cuidado/ y diligencia asistí./ Haciendo averiguación/ del cometido delito,/ una hoja no se ha escrito/ que sea en comprobación;/ porque conformes a una,/ con un valeroso pecho,/ en pidiendo quién lo ha hecho,/ responden: «Fuenteovejuna»: la desnudez de Lucía Vergara contrasta con el centenar de hoyos abiertos por las balas en su carne y las manchas de las quemaduras en su piel: cuando llegamos a la casa, mi hermana estaba llorando y había un estrépito a la distancia, aunque los estallidos eran constantes en esa época, y mi hermana tenía que llorar porque era una guagua[4], ¿no?: allí estuvimos un rato, mientras nos daban las instrucciones para actuar en una casa de calle Fuenteovejuna: llegó un Jeep de la CNI con el techo corredizo, en el cual se instala una ametralladora Punto 50 sobre un sistema hidráulico que permite subirla y operarla por dos hombres, uno que dispara y otro que va pasando la cinta de municiones: la familia es el núcleo más básico de la sociedad, el cuerpo dentro del cuerpo: faltando un minuto para las ocho, comenzaron a llegar los carabineros y se sintió una voz que decía: están rodeados, ríndanse, salgan con las manos en alto: la balacera fue infernal: parecía interminable: debe haber durado sólo unos cinco minutos: nosotros ya sabíamos que algo pasaba por aquí: se preguntó por el oficial al mando, ¿lista la base de fuego?, y ante la respuesta afirmativa se dio la orden: eso me lo habré inventado: se accionó el techo del Jeep y salió la ametralladora, que  empezó a disparar: debo dejar constancia que esa arma dispara 1000 municiones por minuto: luego volvió el silencio y, por altoparlante, se pidió a las personas de adentro que se rindieran: por qué mi mamá dejó de pintar justo cuando mi papá empezó a hacerlo: desde la casa dijeron: nos vamos a rendir: entonces salió uno de los moradores con las manos en alto: me recuerdo que era de tez bien blanca y delgado: cuando se aproximaba a la reja del antejardín, se adelantaron dos agentes de la CNI y lo rafaguearon a casi un metro de distancia: doblándose hacia adelante, cayó al suelo: en ese instante la mujer, desde dentro, tiró una ráfaga hacia afuera que provocó una nueva orden de disparar: todos lo hicimos junto con la ametralladora: fue en este momento cuando alguien lanza una bengala hacia la casa: a mí me tocó arrastrar hacia la calle al primero que murió: penetramos en la casa y en el pasillo se encontraba tirada la mujer, a la que también arrastré hacia la calle: unos minutos después se acercó la Brigada de Homicidios para hacerse cargo de la parte legal: de lo que sí me acuerdo perfectamente es que al año siguiente nos cambiamos de casa y que mi papá dejó de escuchar la radio: jamás vi que él y mi mamá hablaran delante de nosotros de sus reuniones en el partido, que llegara con panfletos o que se hablara de política en los asados del domingo: eran personas perfectamente apacibles: la escasa ropa con que andaba Lucía Vergara demuestra que estaba relajada en el interior de su casa: cuando el órgano blanco se hace inútil, debe ser extraído y reemplazado: en la mayoría de los casos, el cuerpo permanecerá en reposo y con medicamentos hasta que complete el proceso de aceptación del nuevo órgano blanco: el cadáver de la mujer fue arrojado a la calle para que los organismos de la CNI lo fotografiaran: las imágenes fueron publicadas en todos los diarios de Santiago y en televisión para todo Chile los días siguientes: mi papá se convirtió en activo militante de la Democracia Cristiana en Machalí durante el plebiscito que en 1988 destituyera democráticamente a Pinochet, casi diez años más tarde fue alcalde de esa localidad y, nunca, en sus ratos libres dejó de pintar: mi mamá no volvió a sentarse frente a un cuadro suyo, sólo se dedicó en silencio a cuidar de nosotros hasta que, cuando nos vio adultos, pudo volverse a la cerámica: los impactos de bala que aparecen en los diarios siguen hoy visibles en las paredes de esa casa en calle Fuenteovejuna, y ninguno de los muros de enfrente ni los postes de la vereda evidencian una mínima señal de haber recibido balazos provenientes desde esa casa: y te entiendo, concluirá ella mientras yo enjuago las tazas para empezar el día: cuántas amigas nuestras tienen padres que dependen emocionalmente de sus logros, cuántas primas tuyas han tenido que irse a vivir al extranjero, cuántos hermanos sensibles tienen miedo de serlo, cuántas madres jóvenes en Santiago siguen deprimidas, irritadas, bulímicas, agotadas de estar acarreando a sus hijos de un lado a otro sin poder pensar en sí mismas, esperando el momento en que pierdan su trabajo corporal: ella explota de la peor manera y el otro se ríe en su cara: su negativa a seguir funcionando parece ridícula a ojos del marido, que la agarra a patadas: trescientos he atormentado/ con no pequeño rigor,/ y te prometo, señor,/ que más que esto no he sacado./ Hasta niños de diez años/ al potro arrimé, y no ha sido/ posible haberlo inquirido/ ni por halagos ni engaños./ Y pues tan mal se acomoda/ el poderlo averiguar,/ o los has de perdonar,/ o matar la villa toda: entonces me despierto del sueño, busco algún nuevo reportaje sobre los casos de femicidio en Chile, que son miles cada día, pero no encuentro nada: eso también ha pasado ya: los tribunales están ocupados de los delitos económicos del nuevo gobierno: es noticia vieja que yo voy a poder olvidar, pero ella no[5].

 


[1] Pequeño pájaro gris con visos rojos en su cuello, pecho blanco y jopo plateado, habitual en las calles de Santiago, en las zonas rurales del centro y sur de Chile, y en todo el Cono Sur.

[2] Pájaro mediano de pecho y plumas grises, cabeza negra y largas patas amarillas , habitual en las calles de Santiago y en las zonas rurales del centro y sur de Chile.

[3] Baldío, abandonado.

[4] Bebé, en el castellano de Chile.

[5] Bibliografía:

- Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (Codepu). Los muertos en falsos enfrentamientos. Janequeo y Fuenteovejuna. Santiago de Chile: Colección Patricio Sobarzo, tomo II, 1983.
http://www.derechos.org/nizkor/chile/libros/sobarzo/fuente/index.html
- Lope de Vega Carpio, Félix. «Fuenteovejuna» en Docena parte de las comedias de Lope de Vega Carpio. Madrid: 1619.
- “Declaración Jurada de ex agente de la CNI Andrés Antonio Valenzuela Morales” en revista Mensaje Nº 336, Santiago de Chile: enero-febrero de 1985.

 

Información adicional

  • Publicado originalmente en:: Carlos Labbé
  • Biografía: Nació en Santiago de Chile en 1977. Ha publicado la novela hipertextual Pentagonal: incluidos tú y yo (2001), las novelas Libro de plumas (2004), Navidad y Matanza (2007, con edición en alemán en 2010) y Locuela (2009), y los discos de música Doce canciones para Eleodora (2007) y Monicacofonía (2008). Compiló la antología Lenguas (dieciocho jóvenes cuentistas chilenos) (2005). Ha participado en la dupla pop Ex Fiesta y en la banda Tornasólidos. Entre otros trabajos de escritura audiovisual, ha coescrito con Cristóbal Valderrama las películas Malta con huevo (2007), Yo soy Cagliostro (en preproducción) y El nombre (en producción). Fue parte del sitio de investigación Archivodramaturgia.cl, ejerce la crítica literaria en la revista Sobrelibros.cl, que también dirige, y desde 2008 es parte del comité editorial de Sangría Editora

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