A César Rengifo, médico forense, le empezaron síntomas de úlcera duodenal a finales del año 55 y se puso más pálido y flaco que nunca. Las tres tías que lo habían criado le decían que la enfermedad le había aparecido por la vida desorganizada que llevaba, por andar con malas mujeres, pobrecitas, por beber tanto y comer mal, por solterón. Casate, le decían. Y como se dejaba un poco largo el pelo y también la barba, entrecana ya a los veintisiete años de edad, su apariencia, especialmente cuando estaba con las gafas negras, que era casi siempre, además de malsana se había vuelto estrafalaria. José Moreno, su mejor amigo, le aconsejó cambiar de especialidad, poner un consultorio, como le recomendaban…
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