Cuando la inteligencia superior se estrella contra ese grupo de primates, en forma de monolito, en “2001: Odisea del espacio” (Stanley Kubrick, 1968), surge el pensamiento como un acto de triunfo de un ser frente a otro. El fémur como herramienta para conquistar un riachuelo. El golpe de un hueso sobre otro hasta descubrir que ese contacto agresivo produce el daño suficiente para declarar a alguien vencedor. El pensamiento se presenta como vehículo para la violencia que te lleva a un fin: el otro no importa, solo los míos y (concretamente) yo. Cuando en Ecuador, años después de la odisea de Kubrick, hablé con un escritor ecuatoriano acerca de sus experiencias anteriores como administrador de empresas (omito su nombre bajo…
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