NUESTRA APARENTE RENDICION

En nombre de la "securitización"

Por Rossana Reguillo

La primera vez que escuché la palabra fue durante un intenso, fuerte y estupendo seminario realizado en enero de 2007, organizado por el Social Science Reseach Council (SSRC) y la Bogaziçi University en Estambul, por Marcial Godoy y Zynnep Gambeti. La palabra fue utilizada de manera recurrente por varios de los participantes en el seminario, pero fue el uso que Mary Louis Pratt le dio, el que me obligó a buscar no solamente una traducción al castellano, sino la exploración de su sentido. Para mi sorpresa, el término existía en nuestro idioma pero tanto en inglés como en castellano, su sentido “formal” y sus usos provienen del lenguaje de los finanzas y los mercados de valores y se define como “el proceso por el cual un bien o conjunto de bienes se transforma en un valor transferible y potencialmente negociable en un mercado organizado”. La “securitización”, migró al lenguaje de las ciencias sociales y las humanidades para aludir al proceso mediante el cual la seguridad se convierte en un valor creciente, transferible y central en una sociedad que atenazada por los riesgos, la violencia y la incertidumbre, fue forzada a aceptar la seguridad a cambio de libertad y derechos humanos.

Los primeros indicios de que la securitización se convertía en un bien altamente cotizable y en un redituable botín político, vinieron de los discursos norteamericanos post “september eleven”: Bush reorganizando el mundo en ejes: del bien y del mal; Rumsfeld declarando a Guantánamo, zona libre de derechos humanos. Y, muchas otras declaraciones memorables, que dieron un giro completo a lo que comprendíamos como pacto social, como interacción e incluso como globalidad.

 

En aquellos entonces, sin haber escuchado la palabra “securitización”, pude formular a partir de mi trabajo de investigación la expresión: “la búsqueda a toda cosa de zonas de riesgo cero”. Economías del lenguaje, la securitización sintetizaba todo mi esfuerzo por nombrar los procesos emergentes con los que los estados, desafiados por fuerzas no equivalentes (terrorismo, narcotráfico, delincuencia organizada), respondían a los desafíos que planteaba el quiebre de su hegemonía territorial y simbólica. Es decir, actores no convencionales (otros estados), emergían para retar el dominio de lo que aceptamos llamar (desde Weber), el uso de la violencia legítima.

Hoy, la securitización gobierna, conduce, ordena, articula la vida social. Se aceptan en su nombre, la militarización de la sociedad, el referente incuestionable de códigos de faltas y reglamentos de policía y buen gobierno, la violación constante de los derechos humanos en aras de un ¡bien mayor! Y así, la sociedad, forzada en los inicios, asiste de manera silenciosa, impotente y  a veces cómplice a la amputación de su capacidad de decidir.

Parapetado en esta lógica, el titular del Ejecutivo Federal de México ignoró hoy, en el llamado “Diálogo por la Paz con Justicia y Dignidad”, la demanda que unos pocos pero siendo la voz de muchos, intentaron plantear: no estamos dispuestos a pagar los costos (colaterales) de una securitización irresponsable y violatoria de los derechos humanos. Pero el discurso está instalado, en nombre de la securitización se construye paso a paso el estado autoritario de la nueva época que deja a la ciudadanía dividida, confusa, enojada y fragmentada; solo queda espacio para firmar o no firmar.

 

(Hoy, le dije a mi nieta por teléfono que tenemos “inconclusa” una misión en pandafu, un juego que jugamos con grandes risas en internet. Su carcajada es memorable, “inconclusa, abu, qué es eso, preguntó; algo que tenemos pendiente, quise explicarle, pero su risa no me lo permitió. Me quedé pensando si esta risa ante lo encriptado que resulta la expresión “inconclusa”, no es parte del gesto nervioso que nos persigue de cara al avance de la securitización)

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  • Por: : Rossana Reguillo

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

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