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Caravana por la paz (4 de 4): El miedo es solitario, el valor es colectivo. Diálogo después de la caravana

Si existes, manifiéstateAsí es Daniel, nosotros los que todavía no hemos sido directamente afectados por la guerra contra el narcotráfico no estaríamos en un movimiento por la paz, no intentaríamos pensar y caminar juntos, si la necesidad de parar este moridero absurdo no nos urgiera a actuar: por un sentimiento básico de solidaridad humana, porque este es el pedazo de tierra en el que vivimos y queremos, porque nos aferramos al derecho a vivir tranquilos, a salir a la calle sin temor, a morir de viejos. Porque solapar desde la ignorancia pretendida o la indiferencia puntillosa no sólo es de cobardes, es de egoístas.

Por eso el Pacto Nacional en Juárez, porque 40 mil muertos no es una cifra más, son personas. Son una emergencia nacional. Por eso el ¡ya basta! en las marchas del 6 de abril y 8 de mayo. Y ahora, con la caravana, las tragedias que viven miles de familias en todo México, sus dolores privados se nos volvieron públicos, sus perdidas son nuestras. Su tristeza y su rabia también. Ahora sabemos que hay padres, esposos, hijos, tíos y sobrinos esperando a que sus familiares desaparecidos regresen a casa o a que les entreguen los cuerpos para enterrarlos, a que los asesinos sean identificados y enjuiciados.
¿Daños colaterales? En Morelia, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Saltillo, Monterrey, Torreón, Chihuahua, Ciudad Juárez, en las plazas de todos estos lugares escuchamos de la atrocidad y la infamia. Vimos los rostros de quienes nada tienen que ver con el mercado de la droga, pero ya no pueden vivir y trabajar en paz. Supimos los nombres de quienes han peregrinado en busca de justicia sin encontrar autoridades que cumplan sus funciones, de quienes padecen en carne propia el costo de la ineptitud y el cinismo políticos, de los que han sufrido la agresión de la policía y el ejército, que supuestamente están ahí para protegerlos. Asesinatos, desapariciones, secuestros y extorsiones son parte de la vida diaria de cada vez más mexicanos.
Los familiares de las víctimas de este conflicto subieron a los templetes de cada uno de los mítines para contarnos que, cuando han denunciado, sólo han conocido amenazas como el “ya ni le muevan”, “si denuncian los matamos”; los expedientes perdidos, los ministerios públicos y procuradores de justicia corrompidos, los chivos expiatorios, que son inculpados para fingir que hay justicia. En el recorrido de la caravana confirmamos lo que todos sabemos: vivimos en el país de nadie sabe nada, nadie hace nada. ¿Hasta cuándo vamos a entender que no es normal vivir entre tanta podredumbre?
Seas quien seas, no puedes escapar a la impunidad. Entre los deudos hay ricos y pobres, unos con influencias y otros en la indefensión. La injusticia es horizontal: a todos les han negado sus derechos. ¿Qué mexicano confía en la policía? ¿En el ejército? ¿Conoces a alguien que haya denunciado algún delito y recibido justicia? El colmo de los colmos fue el encarcelamiento de Jorge Hank Rhon, precisamente cuando la caravana iniciaba su segundo día de recorrido e informaba del allanamiento al centro de derechos humanos Paso del Norte. La clase política y el sistema judicial ya no tienen pudor, nadie les pone un limite.
En ese vacío de justicia, de reconocimiento y reparación, la caravana consoló con su presencia, con sus poetas, con su música. El consuelo sonoro creó el vínculo para las palmadas, los abrazos, el duelo colectivo. No todo se quedó en el terreno lírico, ni en la mera fraternidad. Los caravaneros que integraron la comisión de Recuperación de la Memoria tuvieron la misión de contactar a todas las personas que quisieran sumarse a la Red de Familiares de Víctimas. Se recabaron datos de más de 200 incidentes violentos. Más allá del valor estadístico de este primer ejercicio, lo importante es que poco a poco salen a la superficie los efectos que esta guerra ha tenido en la vida de las personas.
Algunos de estos familiares fueron miembros activos de la caravana, y sin duda vivieron unos días muy intensos. Tuvieron que hacer a un lado el dolor, el temor y la timidez para atreverse a hablar frente a cientos de personas. Melchor, Roberto, María, Teresa, José, Lourdes, entre otros, vinieron por sus hijos y ahora comparten con Javier Sicilia la responsabilidad de portavoces del movimiento. Julián Le Barón y Olga Reyes crecieron enormemente como oradores, nos arrancaron lágrimas y sonrisas cómplices. Nos enseñaron, desde su experiencia, hacia donde debemos dirigir nuestra mirada.
Compartimos con ellos más de 3 mil kilómetros de sentimientos encontrados. La conmoción de escuchar que la realidad está más torcida que la ficción, se mezclaba con la esperanza que nos infundían los que nos recibían en las plazas, los que pasaron horas a la orilla de las carreteras tan sólo para saludarnos o para dar su testimonio. Fueron días de compasión vuelta indignación. El temor de todos se iba disipando mientras avanzábamos juntos. Aprendí que el miedo es solitario, mientras que el valor es colectivo. Lo sentí por primera vez en Durango, cuando vi a la gente volcarse a las calles sin importar que fuera de noche. Juntaron valor para salir a denunciar que los están secuestrando, los desaparecen y les incendian las casas. Lo confirmé en Ciudad Juárez. Nada me tocó más de cerca que escuchar a cientos de juarenses gritar al unísono ¡resistencia, resistencia, resistencia! Saben que no viven, sobreviven. ¡Nos estaban esperando! Familias enteras salieron a las calles sin importar lo que pudiera pasarles cuando la multitud se dispersara y ellos tuvieran que desandar el camino solos. Los muros se llenaron de pintas y consignas: “Fecal, hiciste mierda a este país”. En este rincón de la frontera norte han estado peleando solos y no es menor la expectativa que tienen depositada en el movimiento nacional.
Después de lo ocurrido con la caravana y luego de que se firmara el Pacto Nacional, ya no hay manera de negar que son muchas las víctimas de una política estatal fallida, de no escuchar sus voces. El principal propósito de ir de Cuernavaca a Juárez era dar visibilidad a las víctimas. El objetivo se logró.
No obstante, deberíamos cuidarnos de no caer en la victimización, porque los familiares que se atrevieron a salir de su casa, a pelear por sus deudos, lo hicieron renunciando a la autocompasión. No olvidemos que son personas indignadas, que reclaman justicia aun a costa de sus propias vidas: don Polo fue asesinado en Durango por exigir el esclarecimiento del asesinato de su hijo. La familia de Olga, los Reyes Salazar, perdió a seis de sus integrantes porque eran defensores de los derechos humanos. No son, ni por mucho, los únicos. A Marisela Escobedo la abatieron, frente a las puertas del palacio de gobierno de Chihuahua, mientras exigía que no quedara impune el asesinato de su hija.
En ese sentido, las madres agrupadas en Justicia para Nuestras Hijas han aprendido, en más de una década de lucha contra los feminicidios, que debe avanzarse con los dos pies. Uno debe estar en el seguimiento judicial de los casos y otro en la protesta. Para ellas cada persona agraviada en este conflicto, más que una víctima es potencialmente un defensor de derechos humanos. La recomposición de nuestro podrido sistema judicial pasa por este reconocimiento. Durante la caravana, otras voces del pasado se sumaron a este mensaje. Rosario Ibarra de Piedra nos recordó muchas cosas en la explanada del Colegio Civil, en Monterrey. Refrescó en nuestra memoria que las madres no se quedan a llorar solas en sus casas, salen a las calles a gritar “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Nos dio optimismo al comparar la situación de aislamiento que enfrentó el comité Eureka con la fuerza y el potencial que tiene el movimiento por la paz en la actualidad.
Y ni duda cabe de esto. O si no ¿qué permitió el avance de 18 camiones hasta Ciudad Juárez? Además de la solidaridad y el sentido de la colectividad, fueron precisamente los organizados los que protegieron, albergaron y alimentaron a más de 600 caravaneros en su red. Esos que desde hace años o desde hace meses han estado trabajando en las localidades que visitamos. La caravana no se entiende sin las organizaciones populares, campesinas, femeninas, de derechos humanos, de familiares de asesinados y desaparecidos, ni de los sindicatos y el cúmulo de ciudadanos independientes que le dimos vida.
Ya somos muchos. ¿Cómo podríamos ser todavía más? Ayer se anunció que el 23 de junio Javier Sicilia y Emilio Álvarez Icaza se reunirán con Felipe Calderón. ¿Qué podemos esperar de esta reunión?
La travesía por el norte agraviado nos dejó con la responsabilidad de acompañar a los familiares de víctimas en su lucha por la justicia. Queremos parar las balas, reconocimiento y reparación. Por eso mismo, la pregunta que me queda, Daniel, es ¿para qué quiere memoria este movimiento?

Caravana por la paz 1/4: EDUARDO VÁZQUEZ MARTÍN
Caravana por la paz 2/4: MAGDALENA GÓMEZ
Caravana por la paz 3/4: DANIEL LUNA
Caravana por la paz 4/4/: KENYA BELLO

Información adicional

  • NAR: Unos días después de la llegada de la Caravana a Ciudad Juárez, hemos querido seleccionar los textos que hemos estado recibiendo. Éste es el cuarto de ellos y entronca en una conversación: el artíulo 3 / 4 de la Caravana por la paz, un texto de Daniel Luna.
  • Publicado originalmente en:: Kenya Bello

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