NUESTRA APARENTE RENDICION

Correo electrónico, de Rafael Lemus

Marcha por la paz en Nueva YorkFrom: Rafael Lemus ...
To: Lolita Bosch ...
Sent: Tuesday, August 23, 2011 8:58 AM
Subject: NAR

Querida Lolita:
Si voy a ponerme meloso y a celebrar el primer año de Nuestra aparente rendición, tal vez debería empezar confesando mi inicial escepticismo: al principio nada más no entendía ni simpatizaba mucho con tu proyecto.

Recuerdo que hace más o menos un año llegó a mi buzón esa carta abierta en que llamabas a “los artistas, pensadores, lectores, escritores, profesores, estudiantes, críticos y demás ciudadanos interesados” a sumar su firma y a manifestarse “contra la inseguridad que se está viviendo en México” –y recuerdo que la carta me pareció un poco ambigua y algo inocente y que al final no sumé mi nombre.
Recuerdo también que poco tiempo después me invitaste a colaborar en el sitio, entonces un blog, y en 72 migrantes, ese “altar virtual” para los migrantes asesinados en San Fernando, Tamaulipas –y recuerdo que al final, ay, no participé ni en uno ni en otro proyecto.
Recuerdo que tenía mis motivos. Primero, la jodida duda de siempre: ¿qué diablos puede la escritura –una carta abierta, un altar virtual, un blog– ante la brutalidad de las bandas criminales? Después, ese temor que también paralizaba a muchos otros: ¿y si las críticas a la campaña oficial terminan por servir como un aval a la delincuencia, como otro elogio más a la cultura del narcotráfico? Ahora esto suena absurdo, desde luego, pero tú sabes muy bien que todavía hace unos meses el grueso de los escritores mexicanos se gastaba dentro de esa dicotomía –o Calderón o el narco– y que casi todos, ante la disyuntiva, optaban por guardar un silencio siniestro –una rendición nada aparente.
En fin: hoy me queda claro que esa dicotomía es falsa y que es posible criticar a la vez la ineficacia del gobierno y la barbarie de las bandas criminales –reconocer a un tiempo la responsabilidad del Estado y la culpabilidad de los asesinos que jalan del gatillo. También me queda muy claro que no es inútil esgrimir la palabra, la escritura, contra la violencia. Por el contrario: hay que esgrimirla una y otra vez, hay que discutir y disputar los signos, las representaciones, los discursos vinculados a este conflicto, más aún cuando el Estado y los medios de comunicación masiva han acordado difundir un solo relato sobre el asunto. Apenas si es necesario decir que esto no es una tarea menor ni virtual: al fin y al cabo esos discursos son los que justifican y alientan las prácticas que padecemos.
Aquí viene el melodrama: si ahora pienso todo esto no es nada más porque sí, es entre otras cosas porque tú y un puñado de editores y colaboradores de Nuestra aparente rendición se adelantaron y abrieron brecha y señalaron un camino. De veras. De veras creo que tu iniciativa contribuyó a disipar la confusión de muchos de nosotros y posibilitó nuestra vuelta a la crítica. Así que sí: felicitaciones. Pero sobre todo: gracias.

 

Un abrazo.

R.

PD. Una sugerencia: ahora que ya somos muchos los escritores que hemos escapado de aquel chantaje y retomado una postura crítica, ¿no sería bueno que empezáramos a criticarnos a nosotros mismos? Es decir: ¿no es hora de que dejemos de ubicarnos automáticamente del lado de las víctimas y empecemos a reflexionar sobre la violencia simbólica que ejercemos contra los otros cada vez que los suplantamos y representamos y hablamos por ellos?

NUESTRA APARENTE RENDICION | 2010

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