HÉCTOR GUERRERO

“El testimonio de la barbarie estará en las fotografías”

Fotoperiodista. Guadalajara, Jalisco.
Fotoperiodista freelance y corresponsal de la Agencia France Press

Por Darwin Franco Migues

¡Sí, eso que está ahí en el piso es sangre! Está ahí abandonada, ahí la dejaron como un gráfico testimonio de la violencia que se vive en Guadalajara, Jalisco. Héctor Guerrero, fotógrafo de la Agencia France Press, no podía creer que esta evidencia del homicidio que se cometió a plena luz del día se quedara ahí como una mancha roja que ninguna autoridad policial o forense se dignó a limpiar. Este hecho, como Héctor lo sabe, es una metáfora potente de lo que pasa en Jalisco, pues en este estado existe un esfuerzo sistemático por ocultar algo tan visible como esta mancha de sangre que duró varias horas sobre el suelo y que él retrató con su lente para comprender la huella que nos va dejando la violencia.

Héctor Guerrero Skinfill comenzó su andar como fotoperiodista en 1998 y, si bien, radica en Guadalajara, él es un fotógrafo nómada que ha recorrido casi todo el país realizando diversas coberturas que van desde problemas sociales hasta catástrofes ecológicas. Y, quizá, ésta sea el área que más le apasiona porque no hay otro fotoperiodista que tenga un registro tan vasto de las maneras en que el hombre y su voraz apetito han ido acabando y contaminando los recursos naturales de nuestro país. Eso también es violencia.

Sin embargo, la violencia social –esa que se negó inicialmente a cubrir- lo encontró el 12 de octubre del 2006, cuando escuchó que la entonces Policía Federal Preventiva (PFP) entraría en Michoacán como parte del “Operativo México Seguro” que el ex presidente, Felipe Calderón, implementó para combatir al crimen organizado. Su tranquilidad se rompió aquel día cuando de la agencia le asignaron trasladarse a Michoacán a cubrir este hecho, el cual, como asegura Héctor, significó el inicio de una guerra que él, sin buscarlo, ha cubierto. Aunque para él, la violencia y su espiral, comenzó el 7 de septiembre del 2006, día en que arrojaron cinco cabezas humanas en un centro nocturno en Uruapan, Michoacán.

Yo había visto mucho esas fotografías y creo que es ahí donde de verdad empezó la guerra contra el narco. Yo en ese octubre fui a Michoacán a cubrir la entrada de la PFP, pero era algo bien raro porque estaba el operativo y a la vez no estaba. Era muy raro porque estaban todas las fuerzas federales en Lázaro Cárdenas, pero se quedaron ahí y no salieron. En una noche que me tocó regresar de Uruapan a Morelia, escuché un discurso de Calderón donde ya le nombraba guerra a su operativo, anunciando –además- que habría bajas de ambos lados. Cuando yo vi eso supuse que todo se pondría horrible pero nunca imaginé que llegaríamos a estos niveles. En ese momento, yo tomé una decisión personal de no cubrir nada relacionado con la violencia.

Héctor Guerrero no quería formar parte de una guerra que sólo se lanzó por un asunto de drogas, pues en esta “guerra”, él, no observa ningún tipo de ideales y, por tanto, se negaba a fotografiar a unas personas que sólo se estaban matando por el control de una plaza: “Esto me parece absurdo porque demuestra que la humanidad falló; por ello, yo no quería hacer fotos de unos tipos que se están matando por vender más drogas”. Héctor se apegó a su decisión y entre 2006-2008, se alejó de este tipo de coberturas. Sin embargo, no dejó de seguir las notas y la descomposición del país producto de la violencia.

La violencia no le espantaba porque ya había sido fotógrafo de la nota roja en el Distrito Federal, pero sabía que el cubrir el tema del narcotráfico implicaba un riesgo mayor.

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El estado donde no pasaba nada

La violencia en Jalisco comenzó a sentirse con fuerza desde el año 2009, los hechos violentos que marcaron la incorporación de Héctor Guerrero a la cobertura de la violencia sucedieron entre los años 2010 y 2011; en el primer año, Héctor miró en las noticias el hallazgo de seis personas descuartizadas que, sin más, fueron arrojadas en las calles de los municipios de Tlajomulco de Zúñiga y Zapopan (28/05/10). Sin embargo, lo que lo marcó más fue el cubrir la muerte de dos niñas de 8 y 12 años, las cuales fueron alcanzadas por una balacera sucedida en la colonia del Fresno en Guadalajara (11/01/11).

Cuando esto ocurrió no hubo vuelta atrás para Héctor Guerrero quien sólo tuvo una tregua en su cobertura de la violencia durante el tiempo que duraron los Juegos Panamericanos de Guadalajara, después vinieron los 26 cuerpos encontrados debajo de los Arcos del Milenio (26/11/11), escultura monumental ubicada en plena capital de Jalisco.

Así inicié yo en esta cobertura de violencia, pero prácticamente así iniciamos todos. Nadie quería cubrir esto. No existía (no existe) un fotógrafo que voluntariamente dijera (diga): yo quiero cubrir el narcotráfico. Cuando ocurrió lo de los Arcos yo no lo podía creer porque yo vivía muy cerca de ahí… un colega me habló y me dijo que eran un chingo de cuerpos, pero no lo podía creer porque todo sucedió rapidísimo y, sin darnos cuenta, ahí teníamos de frente a la violencia. Cuando llegué a casa me quedé en shock porque supe que tenía que asimilar que la violencia estaba aquí. Tuve, en ese momento, la misma sensación que tuve en Michoacán cuando inició la guerra. Entonces, supe que Guadalajara ya no sería la misma.

Y, en efecto, después de esto Jalisco, en específico la Zona Metropolitana de Guadalajara (que conjunta nueve municipios), comenzó a padecer un espiral de violencia que le hizo padecer en poco tiempo lo que muchas otras ciudades del país habían vivido en varios años.

A partir de ese momento no he dejado de cubrir la violencia; sin embargo, en un lapso muy breve yo fotografíe mucho de lo que ya había pasado en otras ciudades, pues tuvimos diversos narco bloqueos, gente colgando de los puentes, múltiples masacres como la de los 18 cuerpos abandonados en la carretera Guadalajara-Chapala (10/05/12). Nos pasó y nos ha pasado de todo. Yo he tenido experiencia cubriendo la violencia en otros estados (Monterrey, Sinaloa, Nayarit, etcétera), por eso supe que aquí todo se destapó de manera muy rápida. Todos los días estábamos esperando a que pasara algo, no sabíamos qué, pero estábamos esperando. Yo siempre pensé que ya no podía sorprenderme más con lo que veía y, sin embargo, pasaba y ese esperar era terrible porque, sin quererlo, nos íbamos acostumbrando a la violencia.

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No hay espacio para la auto-censura

Héctor Guerrero sabe que no se gana nada auto-censurándose, pues por más cruda que sea la realidad o los hechos que un fotoperiodista debe cubrir se debe saber que eso que se está haciendo es más que una cobertura: es un registro histórico.

Para mí la carga histórica de lo que estamos haciendo los fotoperiodistas que cubrimos hechos violencia es muy importante, yo no pienso en el día a día… yo siempre estoy pensado en la parte histórica de lo que estoy haciendo. No sé si estoy equivocado, pero yo creo que nuestras fotografías en un futuro van a valer más y no me refiero a un valor económico sino a lo simbólico e histórico, ya que estamos documentando un periodo que será fundamental para entender qué estábamos haciendo en esta absurda guerra. Quizá, en unos años, ya no estaremos aquí pero nuestras fotos sí estarán y éstas pueden explicar mucho de lo que nos pasó. Hoy, por ejemplo, no sabemos todo lo que hay alrededor de la desaparición de los 43 normalistas pero sé que en algunos años habrá fotos y testimonio que nos lo explicarán, tal y como pasó la matanza del 2 de octubre del 68 en Tlatelolco. Ahora, por las fotos, sabemos cómo operó el Batallón Olimpia, eso comprueba el valor que tiene registrar la violencia.

Por ello, creo que no debe haber espacio para la auto-censura. Mucha gente me dice o me cuestiona sobre qué tipo de bien le hacen estas fotografías a la sociedad, y yo lo que creo que es que estas fotos le hacen bien a la sociedad porque es el registro de la barbarie que vivimos. En algunos años alguien preguntará si es cierto que colgaban a las personas de los puentes o que bloqueaban las calles con camiones, la respuesta estará en una fotografía. Por ello, se debe documentar lo que está pasando y esa es nuestra obligación. En un futuro ni modo que se diga que no hay registro porque nosotros no tuvimos el valor de salir a documentar.

Y esa es la razón que justifica el hecho de que Héctor Guerrero se arriesgue para tomar alguna fotografía, eso es lo que hace que éste se cuestione la realidad a través de la imagen: “¿Cómo es que hemos llegado aquí? ¿Qué estábamos haciendo cuando esto comenzó?”. El fotógrafo tapatío es honesto y sabe que ahora no tiene las respuestas, pero cada día busca encontrarlas con y a través de su lente. De ahí que parte de su tarea no sólo sea contextualizar lo que ve sino también desmontar los supuestos de aquello que vemos.

Creo que siempre nos venden la idea de que el narcotráfico es algo ajeno a nosotros, algo que está separado… son los narcos, son los sicarios, es el crimen organizado pero ellos forman parte de esta sociedad, no son personas de otros planetas. Somos nosotros, es un hermano, es un padre… es un todo que forma parte de nosotros, pues somos nosotros los que hemos aceptado que un hermano muera o mate. Nosotros mismos nos estamos matando.

Lo que vivimos no son hechos aislados, no somos el país de los hechos aislados, aquí todo está conectado y eso debemos visibilizarlo a través del periodismo. No somos el país o el estado del aquí no pasa nada, del aquí todo está bien. Yo siempre quiero generar más con mis fotografías, quiero que éstas despierten preguntas para desmontar lo que creemos.

Recuerdo mucho la fotografía de un hombre que al salir de la casa de su madre fue ejecutado a las doce del día. Esto fue un hecho que me impactó porque nunca antes me había cuestionado lo esa vez vi. Pasó el homicidio y llegaron las autoridades e hicieron el levantamiento del cadáver. Yo nunca me había quedado después de esto, pero ese día me quedé y algo que me impactó mucho es que todos se fueron dejando ahí el gran charco de sangre, yo creía que las personas del Servicio Médico Forense limpiaban pero eso no pasó esa vez. Me quedé ahí viendo y, si bien, ya no había un cuerpo si había una escena violenta. Me quedé por mucho rato hasta que una trabajadora de un local cercano limpio todo. Ahí fue que decidí registrar este proceso que es muy violento porque me ha tocado ver que después de que se comenten los crímenes quienes se encargan de limpiar son los empleados del restaurante donde ocurrió la balacera o son los familiares quienes dan orden al lugar donde murió su ser querido. Estas huellas de la violencia se quedan ahí impregnando aún más la violencia que las gestó.

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Lo único que me protege es hacer lo que me toca hacer.

“Protegerse realizando este tipo de coberturas es muy difícil”, afirma Héctor Guerrero y cuando lo hace enfoca su mirada como tratando de recordar algunos de los momentos que mejor ejemplifiquen sus palabras. Antes de las anécdotas, llegó una clara afirmación:

Lo único que te mantiene a salvo es hacer lo que debes hacer y dejar que los otros hagan su trabajo. Yo cuando estoy en una cobertura de violencia nunca olvidó que soy un periodista y esa es la función que debo de cumplir, pues si quiero hacer otra cosa estoy incrementando el riesgo de estar ahí. Uno debe de estar claro por qué está ahí, yo nunca estorbaría el trabajo de un policía o de un paramédico y nunca pondría mi trabajo por encima de el de ellos, todos ahí tenemos una función… el día que yo quiera hacer algo más estaré dejando de ser periodista.

El recordar quién es y qué es lo que hace en esas situaciones lo mantiene en estado de alerta porque como él lo afirma: “ninguna fotografía vale la vida de un periodista ni de ninguna otra persona”; por ello, Héctor asegura que deja pasar muchas fotos que, si bien, pueden considerarse un buen material lo colocarían en una situación de vulnerabilidad que no vale la pena asumir; por tanto, el procura respetar las reglas de la autoridad, pese a que muchas veces no esté de acuerdo con lo que están haciendo, porque sabe que ellos están ahí cumpliendo una función y porque, igualmente, ha aprendido que en una cobertura de violencia nadie quiere que el fotoperiodista esté ahí… ni la autoridad, ni los familiares, ni los narcos: “Uno debe tomar fotografías donde nadie quiere que estés; por ello, lo mejor es siempre pasar desapercibido”, afirma Héctor.

Esta cobertura todo el tiempo estás en riesgo y yo todo el tiempo tengo miedo porque yo creo que los fotógrafos tenemos la desgracia de llegar primero a las escenas del crimen, muchas veces mucho antes que las autoridades. Al llegar sientes ese miedo de lo que ahí ha ocurrido, yo recuerdo mucho una temporada en que en la Región de Valles ocurrieron muchos asesinatos de jefes de policía. Valles ha sido una de las regiones en Jalisco donde mayor he corrido, pues la cobertura siempre se hacía en las noches e íbamos en carreteras completamente obscuras y con información no totalmente confirmadas y sin saber sí ya tenían la zona asegurada, desconociendo si aún había tiroteos… Muchas veces no sabíamos bien a lo que íbamos y aun así teníamos que ir a cubrir…

El día en que asesinaron al jefe de la policía del municipio de Hostotipaquillo (29/01/13) llegamos al lugar y tuvimos que salir corriendo porque nos dijeron que estaba aún activo un material explosivo y allí nos quedamos esperando que desactivaran el dispositivo y con el riesgo de que eso fuera a explotar. Así que todo el tiempo estamos viviendo y asumiendo riesgos.

Ante ello, lo que tenemos son muchos protocolos de seguridad. Nos movemos en grupo, no vamos solos. En mi caso, yo nunca me muevo si no hay una persona que está monitoreando lo que hago… así que siempre aviso a dónde voy y por qué, aviso por dónde me iré y a la hora que llegaré ahí, no importa que tan cortas sean las distancias porque ahí en las carreteras es donde uno tiende a ser más vulnerable. Alguien siempre debe andar monitoreando.

Una regla que tengo siempre fija es ya no moverme de noche por el riesgo que esto implica.

Aunque muchas las veces la realidad y la noticia es la que condiciona la labor y reglas de los fotoperiodistas, como recuerda Héctor que pasó cuando el 26 diciembre del 2012 un convoy de Los Caballeros Templarios comenzó a recorrer la frontera entre Michoacán y Jalisco asesinando a 26 personas en menos de 24 horas. Cuando decidió irse a cubrir con otros colegas eran las once de la noche. En un punto fijo, todos emprendieron un plan de cobertura y decidieron viajar hasta Ciudad Guzmán en el sur de Jalisco.

Llegamos a Ciudad Guzmán en un muy mal momento porque se estaban dando con todo, unos sicarios y unos federales. Yo esa vez tuve mucho miedo porque justo al dar la vuelta para entrar a la ciudad, los federales les acababan de disparar a dos sicarios terminando así una balacera. Justo cuando eso pasó, nosotros dimos la vuelta, éramos un convoy de tres carros. Rápidamente apagamos las luces del carro, prendimos las del interior y alzamos las manos mostrando nuestras acreditaciones de prensa… los federales con toda la adrenalina nos encañonaron y nos pidieron que nos fuéramos. Corrimos a la Cruz Roja y con todo el miedo que tenía el personal no nos dejaron pasar, yo insistí y sólo nos dejaron ingresar al estacionamiento y ahí nos resguardamos entre las ambulancias. Esa vez fue un milagro que no nos dispararan.

Sin embargo y más allá de estas situaciones, el riesgo del periodista y fotoperiodista que trabaja en Jalisco es latente y terriblemente cotidiano porque aquí hay un hermetismo y un no reconocimiento de la realidad que vuelve aún más riesgosas las coberturas e investigaciones porque en el afán de que no se sepa nada, las autoridades son muy recelosas de la información y hacen lo imposible para no dejar trabajar.

Héctor Guerrero, con su experiencia de cobertura en otros estados, afirma que:

Aquí hay un enorme esfuerzo por hacernos creer que todo está bien, que nada está mal y que todos son ajustes de cuentas entre el crimen organizado. En mi experiencia en otros lugares identifico que hay una consciencia de lo que es el trabajo de los periodistas, los policías entienden nuestra labor, pero aquí es muy difícil trabajar porque no hay libertades para trabajar en una escena del crimen…

¿Qué libertades no encuentras o no suceden?

Aquí son cordones de 50 metros que no te permiten ver nada. Aquí los policías son muy agresivos y no permiten que realices tu trabajo. En Michoacán, Guerrero o Sinaloa, las corporaciones policiacas entienden que tú eres parte del proceso, acá no: aquí tú eres el enemigo; por ello, te atraviesan las camionetas del SEMEFO para impedir el registro de los hechos. Yo entiendo que todos tienen su trabajo y que uno no puede estar por encima de ellos, pero en Jalisco las escenas del crimen se cuidan no para presérvalas sino para impedir su registro en la prensa. La estrategia es impedir que existan estas imágenes.

¿Qué pasa, entonces, con la cobertura y el registro de la violencia en Jalisco?

Lo que pasa es que no hay mucha cobertura; por ejemplo, cuando la violencia en Jalisco estaba en uno de sus puntos más altos en el año 2011: no había mucho registro por parte de los medios locales. En las coberturas fuertes en este año nunca veía yo a fotoperiodistas de medios locales, siempre había fotógrafos y camarógrafos de medios nacionales e internacionales, pero no había colegas de los medios locales y era increíble que los medios de aquí no registraran… El control de la violencia alcanza a las propias coberturas de la prensa, yo lo que creo es que nos hace falta como periodistas jaliscienses estar más pegados a la gente y entender cómo ellos están viviendo la violencia…

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Los problemas ambientales son también formas de violencia

Héctor Guerrero sabe de la importancia de estar cercano a lo que nos ocurre, de lo vital que resulta estar ahí para platicar con las personas y recuperar sus sentires pero sobre todo de fotografiar las consecuencias cotidianas de las múltiples violencias que nos constriñen. Una de ellas, es el deterioro del medio ambiente y la manera en que esto impacta nuestras vidas; sin embargo, este impacto no es del todo central porque siempre existen “otros problemas más importantes por atender que el ecológico”, así lo vive este fotoperiodista que aunado a la cobertura de la violencia ha dedicado parte fundamental de su trabajo al registro de la violencia que le generamos al ecosistema tanto en Jalisco como lo largo y ancho del país.

Esto lo ha llevado a cubrir las desgracias como las sucedidas en el Río Sonora, contaminado por el derrame de contaminantes de la empresa minera Grupo México, la aberrante contaminación de la cuenca del Río Santiago, una de las afluentes más importante de Jalisco que lleva años siendo contaminada por los desperdicios de cientos de empresas que colocadas alrededor del río operan sin control o castigo de parte de las autoridades. Ahí ha estado Héctor Guerrero siendo testigo presencial de las tragedias ecológicas, las cuales ha ido recopilando a través de su proyecto: “Colateral: Postales de destrucción”, en sus propias Héctor Guerrero expresa:

Cuando comencé a fotografiar el impacto ambiental que sufre mi país, nunca imaginé el escenario al que me enfrentaría. Luego de un tiempo, tengo claro que no puedo dejar de fotografiar la crisis ambiental por la que atravesamos, ya que tengo la esperanza de que mis fotografías sirvan para entender lo que pasó cuando ya estemos pagando las consecuencias de tener esta enorme indiferencia hacia nuestro entorno; por tanto, confío en que las cosas van a cambiar en un futuro distante cuando nuestros recursos nos obliguen a pensar.

Y obligar a pensar, a través de sus fotografías y periodismo, es lo que Héctor Guerrero ha decidido emprender en cada uno de los temas que investiga y retrata. Ahí está él buscando los canales informativos y las formas estéticas para que sus fotos planteen preguntas de lo que nos está pasando porque las violencias que hoy nos atraviesan son muchas. El deber del fotoperiodista, afirma Héctor Guerrero, es romper la censura y la auto-censura para registrar la barbarie que vivimos, esa que tendrá como testimonio las imágenes que los fotoperiodistas hoy estén dispuestos a retratar de este tiempo y lugar.

Para conocer más

Héctor Guerrero actualmente trabaja como periodista independiente y como corresponsal de la Agencia France Press. Ha participado en diversos certámenes de fotografía como el Festival Internacional de Fotoperiodismo Visa Pour L´ Image y el Festival de Fotografía Latinoamericana, ambos en Francia.

Fue becario de la Sociedad Interamericana de Prensa para realizar un proyecto documental y para participar en el Máster de Fotoperiodismo Avanzado, donde trabajo bajo la tutoría de María Mann. También obtuvo, en 2008, la beca del Fondo y del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco con el documental Sur-Independencia-Norte.

Fue nominado en 2012 y 2014 por la región México, Centroamérica y El Caribe para el Joop Swart Master class de World Press Photo. Recibió en 2014 el Premio Photofest-2014.

Hoy está a punto de publicar su proyecto “Colateral: Postales de destrucción” y, en colaboración con otros fotógrafos, imparte talleres de auto-protección para fotoperiodistas.

GALERÍA

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Para conocer más:

Blog de Héctor Guerrero

hectorphoto.tumblr.com

Links para conocer su trabajo sobre los temas referidos en la entrevista

http://revistareplicante.com/el-fotografo-y-la-violencia/

http://revistareplicante.com/rio-abajo/