Este proyecto fue primero una voluntad común contra el olvido y la impunidad, luego un libro y ahora esta página que guarda memoria de los periodistas y trabajadores de la información asesinados y desaparecidos en México desde el 2 de julio de 2000, cuando inició la alternancia democrática, hasta el día de hoy.

El libro, que editamos en 2012 y que guardaba las 127 hojas de vida de los periodistas y trabajadores de la información asesinados o desaparecidos durante las dos primeras legislaturas de la alternancia democrática, no está a la venta. Nunca lo estuvo. Sólo fue posible adquirirlo en la página que Goteo.org nos abrió para hacer una campaña de crowfunding que nos permitiera hacerlo. Las donaciones y la colaboración editorial y logística de la UdeG, sirvieron finalmente para hacer 1500 ejemplares que regalamos en el VIII Encuentro Internacional de Periodistas: Los otros caminos de la información, que se celebró en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012, donde lo presentamos.

Aunque en este espacio virtual, aquel proyecto, lamentablemente sigue creciendo.

Siéntanse libres de difundir este trabajo para hablar de los riesgos que corren los periodistas de México y la situación que atraviesa el país. Éste es un proyecto creado con la filosofía Open Source que otorga implícitamente permiso para reproducir, distribuir y compartir el material publicado en esta web con la única condición de citar su procedencia, en atención a los autores y al conjunto del trabajo realizado. 

 

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ROBERTO JAVIER MORA GARCÍA

 

Roberto Javier mora garcía: un crimen que lastimó a todo un grupo

 

Hay un detalle en la vida de Roberto Javier Mora García que todos sus conocidos recuerdan: su gusto casi obsesivo por el pan dulce.

Migajas de pan por su escritorio, el coche y su ropa eran parte de las huellas que dejó el periodista cuyo homicidio inauguró una serie de protestas por la muerte de reporteros en el norte de México.

Nació el 6 de mayo de 1961 en Saltillo, Coahuila. En 1978, fue becado para estudiar Ciencias de la Comunicación en Monterrey, Nuevo León. Al graduarse, en 1983, ya trabajaba como reportero de Cultura en el diario El Norte y más tarde se especializó en temas judiciales y de política. “Hacía preguntas directas y concisas. Era un hombre de análisis”, lo describe Alejandro Salas, uno de sus colegas.

Mora era un apasionado de Isaac Asimov y Stephen King y prefería los libros a la gente. “Hablaba poco, trabajaba bastante, estaba metido de lleno en el oficio”, cuenta René Martínez, otro reportero. Fue su colega Agustín Lozano quien lo sacó del encierro y le impuso el apodo Bobby Cherry.

Junto con su esposa Aracely Carrillo y su hijo Sebastián, Mora vivió en Monterrey hasta 1999, cuando aceptó la oferta de Ninfa de Ándar, dueña del Mañana de Nuevo Laredo, para dirigir el periódico. Se fue solo, pues Aracely -temerosa de la violencia en Tamaulipas- decidió permanecer en Nuevo León.

Hombre de pequeños detalles, Mora gustaba de comprar dos veces al mes un pastel para compartirlo con los integrantes de la redacción. También era tan fiel a las rutinas que sus amigos le decían, en broma, que sólo le faltaba vender el periódico en la calle.

Parte de su jornada en El Mañana, la destinaba a redactar la columna El Puente en la que revelaba nexos de las autoridades con el crimen organizado y la penetración del Cártel del Golfo en el gobierno. Ni sus colegas ni sus familiares se enteraron de alguna amenaza, salvo un detalle: el 12 de marzo de 2004, Mora llamó a un reportero de Milenio Diario de Monterrey para pedirle el contacto de un jefe policiaco de confianza; el reportero le proporcionó los datos de un agente y no supo más del trato.

Una semana después, el 19 de marzo, Mora siguió su rutina: se quedó en la redacción hasta las 2h de la mañana y abordó su camioneta amarilla Ford Escape XLF, de placas WZJ-3117, para ir a su casa -rentada hacía solo cuatro meses- en el complejo departamental número 3890, en la calle Guanajuato de la colonia Jardín, en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

A las 2:10, una llamada al servicio de emergencias alertó sobre una persona tirada en el suelo: era el cuerpo de Mora, penetrado por 30 puñaladas. El o los agresores no le robaron su radio Nextel ni la cartera. Mora intentó huir, pero fue alcanzado por su homicida.

Sólo seis horas después, el Procurador de Justicia de Tamaulipas, Francisco Cayuela, tenía ya definida su línea de investigación: crimen pasional.

Los vecinos de Mora, Mario Medina e Hiram Oliveros, fueron los que llamaron a la Policía para reportar el cuerpo. Una semana después, el Ministerio Público los acusó del homicidio.

El 13 de mayo de 2004, Medina -quien denunció que confesó el crimen bajo tortura- fue asesinado de 88 puñaladas dentro del Cereso II de Tamaulipas. El acusado y sus revelaciones fueron silenciadas.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos dictaminó, en el oficio QVG/DG/14509 del 30 de abril de 2008, que las autoridades de Tamaulipas cometieron 15 irregularidades en el caso, entre ellas: detención ilegal, manipulación de fechas y horarios y alteración de pruebas y declaraciones. Tras investigar el caso, Reporteros sin Fronteras, el Centro de Periodismo y Ética Pública y el Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción de los Derechos Humanos, concluyeron que el caso fue cerrado sin esclarecer el asesinato.

Y ahí, en los expedientes de Mora, están los reportes periciales del cuchillo, las prendas lavadas de los asesinos y la evidencia de que Mora no alcanzó a hacer la última parte de su rutina: comer el pan que estaba a su lado, sobre el asiento del copiloto.

Información adicional

  • Autor/a: Adriana Flores
  • Bio autor/a: Reportera y conductora de noticias en Grupo Milenio. Especializada en derechos humanos, seguridad y asuntos sociales.

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