La última entrevista
La última publicación en Facebook de Pablo Madriz Rojas, reportero de la estación La ranchera en Apatzingán, sigue en su muro y es una declaración que busca aliviar la inquietud de sus amigos: “Gracias a todos mis compañeros periodistas, de la empresa de la radio donde laboro y amigos por esa muestra de apoyo y solidaridad que me han brindado. Les digo que gracias a Dios estoy excelentemente bien”.
Pablo era optimista pero ahora ya no está, ni bien ni mal, simplemente ya no está. Tres días después de su publicación, el 15 de septiembre del 2013, el reportero de 64 años falleció en un accidente vehicular, un accidente que sucedió dentro de un marco en el que las casualidades sólo caben en un sistema corrupto y en la cabeza de los más ingenuos.
Lo chocaron de frente. Mauro Gabriel Sánchez Espino invadió el carril contrario en curva cuando circulaba sobre la carretera Morelia-Uruapan, por lo que envistió a Pablo. Norma Alicia Chávez Galván, esposa del reportero, resultó lesionada y fue trasladada a un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social, en Pátzcuaro. Norma recuperó su salud pero hay una herida que ningún médico logrará curarle: su condición de viuda en una situación que se antoja sospechosa por más de dos razones.
Pablo murió cuando regresaba de una diligencia de la Procuraduría de Justicia. Había acudido con el fin de dar su testimonio para reconstruir los hechos sobre el asesinato del diputado perredista Osbaldo Esquivel Lucatero.
El reportero de Apatzingán escribió el estado en la red social después del ataque que resultó en la muerte del diputado por Coalcomán. El atentado sucedió mientras Pablo entrevistaba al legislador bajo el puente ubicado en la desviación a La Tenencia Morelos, en Morelia. Al lugar llegaron cuatro sujetos, quienes los obligaron a tirarse boca abajo, arremetieron a machetazos contra ellos, les robaron y luego huyeron. Heridos, Pablo y Lucatero lograron conducir hacia el hospital privado Star Médica, donde el diputado falleció.
Al pasar un par de semanas, el 27 de septiembre del mismo año, apareció un presunto implicado en el asesinato. Su nombre es Manuel Gabriel Vega González, fue detenido por elementos de la policía de Zinapécura acusado de narcomenudeo, sin embargo, luego confesó su participación en el homicidio.
Vega González manifestó que el día de los hechos estaba acompañado por otras personas con quienes consumió estupefacientes. Señaló que pasaron debajo del puente vehicular donde el diputado y Pablo tenían la entrevista, sin más, decidieron asaltarlos pero el legislador ejerció resistencia, por lo que lo hirieron a machetazos.
Sería inocente creer que la muerte del diputado fue circunstancial, creer que estaba en el espacio y tiempo incorrectos, y que el fallecimiento de Pablo, el único testigo del crimen, se resume en la perdida de un individuo. Pensar en otras posibilidades no son someras inducciones, el sustento está en responder quién era Osbaldo Lucatero y qué hacía ante la situación de violencia en Michoacán.
El perredista destacaba por sus críticas a la inseguridad en el estado que lo vio nacer. Afirmó que la pobreza asfixiaba la región de Tierra Caliente porque durante tres meses el apoyo estatal y federal había estado completamente ausente.
En otro sentido, figuró entre los 38 funcionarios detenidos, a partir del 26 de mayo del 2009, en el denominado “michoacanazo”, acusado de otorgar protección al cártel de La Familia Michoacana. El señalamiento nunca trascendió y el legislador fue puesto en libertad.
La unión de estos antecedentes provocó que algunas voces no se conformaran con la versión de la procuraduría. Entre ellas, el hermano del diputado, quien culpó al entonces gobernador interino, Jesús Reyna García, de su orfandad fraternal.
Partiendo de esta incriminación, se asoma otro dato: Lucatero fue el único legislador que votó en contra del dictamen por el cual se designó como gobernador interino a Reyna García.
Aquí cabe una interrogante obligatoria: ¿quién es este exsecretario? Tomando en cuenta los acontecimientos de abril del 2014, Reyna García se puede definir como el funcionario declarado preso por delincuencia organizada, acusado de involucrarse con el cártel de Los Caballeros Templarios. Es también el protagonista de un video en el que está reunido con Servando Gómez, La Tuta.
Después de hilar el contexto, es evidente que Pablo no se fue solo. Pablo se fue con la última entrevista de un diputado que denunciaba la violencia en Michoacán. Además se llevó piezas esenciales para evidenciar cómo murió ese diputado. Y peor aún, a Pablo le arrebataron la libertad de expresión. Esa libertad no está aquí, ni con él, se encuentra en el limbo donde la exilian los intereses políticos, la corrupción y los no tan nuevos poderes de facto.
¿Ahora quién nos va a escribir otro mensajito para aliviarnos la inquietud? ¿Quién nos dirá que todo está excelentemente bien? No sólo se pierden colegas, se pierden certidumbres en un lugar donde lo único que parece imperar es la violencia.