José Barbosa Bejarano: muerto, sin más datos
En la página 21 del Informe Sobre la Situación de la Libertad de Expresión en México 2002-2007 aparece el nombre del periodista José Barbosa Bejarano, corresponsal de la Revista Alarma en Ciudad Juárez, quien apareció muerto en esa ciudad. Es una de las cientos de menciones sobre su muerte. Sin más datos…
Al teclear su nombre en google, esa es la única información de José Barbosa: Muerto el 9 de marzo de 2000.
¿Pero cómo era ese periodista? Al hablar con comunicadores de Chihuahua recuerdan muy poco su caso. De hecho algunos colegas aseguran que falleció en un accidente de tránsito. Insisten en que murió atropellado y que nunca se consideró un homicidio doloso. Y comentan que el hombre que lo arrolló fue detenido y enviado a la cárcel. En la Policía me informaron: no hay registros de ese caso. Sin embargo, los periodistas más viejos, con los que pocos quieren hablar, refrescan su memoria y aseguran que desapareció y su cuerpo apareció muerto en la vía. “Su accidente sí fue intencional”.
El nombre de José Barbosa figura reiterativamente reseñado en muchas notas que dan cuenta de la terrible situación que sucede con la prensa en el norte del país -ahora en todo el país. Un mal extendido, una historia escrita con tinta indeleble.
Una nota titulada ‘En 23 años, 54 periodistas asesinados y dos desaparecidos’, publicada el 29 de enero de 2006 y escrita por Rodrigo Ramírez Tarango, menciona nuevamente a José Barbosa en medio de una lacónica nota inicial: “El período comprendido entre marzo de 2004 y octubre de 2005, 19 meses, se convirtió en el más trágico en la historia de México para el gremio periodístico. Fueron asesinados 9 compañeros, dos fueron desaparecidos, no se descarta que permanezcan secuestrados, y muchos otros fueron víctimas de toda clase de agresiones”. La realidad de José Barbosa está entre esos 1.629 caracteres y nuevamente es puntual la referencia: “Fue ultimado el 9 de marzo de 2000”.
El caso reviste un silencio que asusta. Una familiar de José, a quien llegué después de gastar llamadas a las líneas telefónicas de algunos con el apellido Barbosa o Bejarano, y quien pidió no ser ubicada en ciudad alguna, sólo aceptó hablar por escasos minutos con alguien a quien en su vida había escuchado y tan solo atinó a decirme: “A él lo mataron pero lo hicieron parecer como un accidente, por eso nadie investigó. Ni siquiera nosotros sus familiares”.
¿Cómo era José? La respuesta fue breve: “Una persona común y corriente. Tranquila. Aunque el trabajo para esa revista lo había convertido en alguien inquieto, ansioso”. ¿Por qué crees que lo mataron? El silencio del otro lado de la línea fue fulminante: “Lo que pasó ya no lo queremos hablar más”, me dijo la voz de la mujer.
Llegar hasta donde esta supuesta testigo de voz cortante y temblorosa, vía telefónica y con la única referencia de que yo era una periodista colombiana que colaboraba para un proyecto en México que busca reconstruir la memoria histórica de la violencia más visceral contra los periodistas, no conmovió al interlocutora. No quiso decirme más y nunca jamás volvió a contestar el teléfono.
¡Qué frustración! Reportear en la distancia sobre alguien que nadie recuerda, pero que figura en las banderas, notas, publicidades, carteles y listados de periodistas muertos es toda una odisea. Intentar saber sobre José fue la pesadilla recurrente durante los últimos dos meses. Algo tan sencillo como contactar al medio para que me dieran una pista del corresponsal, fue todavía más difícil. La revista en internet no tiene datos telefónicos de contacto ni mails. Volví a quedarme con la información de un “José sin más datos”. De su trabajo tampoco nadie me diría nada.
José Bejarano es un nombre en una base de datos. Ni siquiera es un archivo. Ni siquiera es una fotografía. Ni siquiera quiere ser un recuerdo para alguien que conociéndolo prefiere pasar la página. ¿Por qué? Sólo ella y José, muerto el 9 de marzo de 2000, lo saben.