Este proyecto fue primero una voluntad común contra el olvido y la impunidad, luego un libro y ahora esta página que guarda memoria de los periodistas y trabajadores de la información asesinados y desaparecidos en México desde el 2 de julio de 2000, cuando inició la alternancia democrática, hasta el día de hoy.

El libro, que editamos en 2012 y que guardaba las 127 hojas de vida de los periodistas y trabajadores de la información asesinados o desaparecidos durante las dos primeras legislaturas de la alternancia democrática, no está a la venta. Nunca lo estuvo. Sólo fue posible adquirirlo en la página que Goteo.org nos abrió para hacer una campaña de crowfunding que nos permitiera hacerlo. Las donaciones y la colaboración editorial y logística de la UdeG, sirvieron finalmente para hacer 1500 ejemplares que regalamos en el VIII Encuentro Internacional de Periodistas: Los otros caminos de la información, que se celebró en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012, donde lo presentamos.

Aunque en este espacio virtual, aquel proyecto, lamentablemente sigue creciendo.

Siéntanse libres de difundir este trabajo para hablar de los riesgos que corren los periodistas de México y la situación que atraviesa el país. Éste es un proyecto creado con la filosofía Open Source que otorga implícitamente permiso para reproducir, distribuir y compartir el material publicado en esta web con la única condición de citar su procedencia, en atención a los autores y al conjunto del trabajo realizado. 

 

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RAMIRO TÉLLEZ CONTRERAS

 

Desde Medellín, para Ramiro

 

La tarde de este sábado 4 de agosto empieza a apagarse. En media hora, el contorno de las montañas que rodean a Medellín, la ciudad donde vivo, se fundirá con la oscuridad y para mí sobrevendrá una de las noches más sombrías. En breve deberé descargar el punto final sobre está página y al hacerlo sentiré que dejo caer el lápiz sin la energía con la que se llega a los buenos finales. La derrota está a la vuelta de la página y quizá por no verle la cara he pospuesto la escritura de esta composición que debería, en nombre del periodismo, iluminar la existencia de Ramiro Téllez Contreras y no bordear mi angustia.

Iluminar ese nombre, que he repetido como un mantra en los últimos dos meses, significa literalmente echar luz sobre la oscuridad en la que yace. Pero esta vez mi mano no se comunicó debidamente con el pincel y lo que logré es este trazo nervioso, esta forma vacía, este vagar entre sílabas como único recurso para evadir el silencio y batallar contra el olvido. El silencio hace imposible el periodismo pero, a cambio, puede precipitar las muchas formas del decir como esta que intento para recordar a un hombre que fue asesinado cuando apenas despuntaba la mañana del viernes 10 de marzo de 2006.

Ahora recuerdo los cientos de relatos que he visto tejerse en los labios de las víctimas del conflicto armado colombiano. Las palabras salen despacio como probando suerte en el medio de un callejón rodeado por francotiradores y, ante el primer sobresalto, las frases dejan la forma afirmativa y se convierten en preguntas. La interrogación bien podría ser el género literario propio de los periodos de violencia abierta pues en seguidilla, separadas apenas por comas, se hacen narrativa. Relatos cortantes que se quedan tambaleando en la punta de la lengua de quien las dice y dando vueltas en el caracol del oído del invitado a ser interlocutor.

Temo que si ahora mismo levantara el teléfono para hablar con alguien en Nuevo Laredo, las preguntas se me harían un nudo en la boca y no podría siquiera decirlas. Las he repetido decenas de veces en las últimas semanas y a ellas han seguido, después de un silencio paralizante, dos o tres frases balbuceantes de reporteros atemorizados hasta el extremo. Al otro lado del teléfono he escuchado sólo afirmaciones de lo dicho por la prensa mexicana el día siguiente al de los hechos: lo abalearon a las 5:30h de la mañana en la cuadra 78 de la Avenida Pedro Pérez Ibarra. Herido en las piernas y el tórax (otros dicen que en la cabeza) descendió de su camioneta y corrió para refugiarse en su casa de donde había salido segundos antes. Agonizante fue llevado, por paramédicos de la Cruz Roja, al Hospital San José donde murió a las 6:15.

En ese instante se detiene la historia. Parece que no hay un después de la muerte de Ramiro. La Fiscalía General del Estado del Tamaulipas guarda reserva sobre el avance de la investigación. Seis años después del homicidio no hay respuestas oficiales para preguntas como: ¿Quiénes dispararon las armas que mataron a Ramiro al frente de su casa? ¿Por qué usaron balas de calibres 9, 40 y 45 mm para derrotar a un hombre indefenso? ¿Qué relación hay entre sus colaboraciones diarias en la emisora EXA 95.7 FM con la decisión de matarlo? ¿Qué relación hay entre su asesinato y su trabajo como Director del Centro de Control, Comando y Cómputo del Consejo Estatal de Seguridad Pública de Tamaulipas encargado de canalizar información hacia la atención de emergencias y hacia la prevención, disuasión y persecución de delitos?

La historia de Ramiro Téllez Contreras parece congelada en el mañana de su asesinato. Tampoco es posible hacer que los punteros de su reloj marchen hacia atrás. Alguna voz, a 3.458 km de distancia, me dijo era un muchacho disciplinado, comprometido con la comunidad y humilde; consiguió su casa en la colonia Infonavit a través de un programa de crédito estatal destinado a los trabajadores. Y, una voz más, se atrevió a decir que Ramiro, forjado en el esfuerzo de triples jornadas laborales, había alcanzado un espacio en la radio, en la política y en la burocracia locales. Las huellas de la vida de Ramiro se pierden en el silencio de quienes lo conocieron.

En este punto se hace necesario decir que sobre Nuevo Laredo, una pequeña ciudad de 500 mil habitantes, pesa el terror emanado del Golfo y de los Zetas, cárteles de las drogas que deciden quién vive y quién muere en esa región fronteriza con Estados Unidos. Allí, en los últimos años, se han visto escenas atroces: cuerpos descuartizados abandonados en terrenos baldíos, cuerpos colgados de puentes, cuerpos degollados enviados a sus familias. Y más, un grupo de criminales ingresó a la sala de redacción del Diario La Mañana y allá descargó sus metralletas y una bloggera fue perseguida y asesinada por denunciar el horror que ya no tenía lugar en las páginas de los diarios. Entonces es comprensible que un pacto de silencio sea el seguro de vida en Nuevo Laredo.

Por respeto al derecho de los vivos a seguir con vida, me abstengo de levantar nuevamente el teléfono. En circunstancias como éstas, el silencio se hace grito. Su eco se extiende por toda la geografía a través de textos tan deshilvanados como éste que finalizo al borde de la medianoche en una ciudad que ya sabe lo que es la sangre derramaba sobre el asfalto.

Ojalá que mis palabras se hagan flor a los pies los sacrificados. 

 

Información adicional

  • Autor/a: Patricia Nieto
  • Bio autor/a: Cronista. Profesora Universidad de Antioquia.

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