Tú y yo coincidimos en la noche terrible

REGINA MARTÍNEZ PÉREZ

Un cadáver más en el estado más peligroso para los periodistas

 

El 28 de abril de 2012 la noticia fue transmitida de boca en boca en el seno de una comunidad conmocionada. La periodista Regina Martínez Pérez (1963), corresponsal del semanario Proceso, apareció asesinada en su casa de Xalapa. Veracruz. Quien escribe, entonces de visita en la Feria Internacional del Libro Universitario, se topó con un hondo silencio luctuoso al final de algunas presentaciones. Su última nota, publicada un día antes de morir, versó sobre el arresto de nueve policías corruptos en un municipio panista del Papaloapan. El lunes 30, al final de la presentación de mi libro más reciente, se me acercó una persona que prefirió no dar su nombre. Minutos antes se había pedido silencio por Regina Martínez. Mi interlocutor comentó que poco antes del asesinato habían entrado al domicilio de la periodista a llevarse su computadora. Pero ella -con treinta años de trayectoria impecable- decidió continuar su rutina. 

 

VERACRUZ: EL ESTADO MáS PELIGROSO. Desde el estado más peligroso para el periodismo mexicano, según publicó el 14 de junio pasado la Fundación para la Libertad de Expresión, Martínez había denunciado el asesinato de Rogelio Martínez Cruz, ex líder perredista. Especializada en narcotráfico esta reportera, discreta de acuerdo con sus vecinos, señaló siempre a los funcionarios corruptos. El periodista Jorge Carrasco, designado por Proceso como representante de la Comisión Especial Investigadora confirmó que trabajaba en condiciones hostiles. Desde tiempo atrás, alguien “de arriba” había ordenado impedirle ingresar al Palacio Municipal. “Los desplantes de los guardias eran muy humillantes para ella”, dijo mi informante aquella noche.

 

¿FEMINICIDIO? “El asesinato es resultado de un país descompuesto”, publicó de inmediato Proceso. Su director Julio Scherer viajó a Xalapa el día del homicidio. Cuando el gobernador Javier Duarte le prometió investigar respondió tan solo: “No les creemos”. Se supo que el cadáver apareció en el baño con huellas de golpes y estrangulamiento. Las autoridades hablaron, claro, de un “crimen pasional”. Un día antes de mi regreso al D.F., una activista por los derechos de las mujeres, me comentó que era chiquita, chaparrita. “No era necesaria tanta crueldad”, repetía en voz baja. Comunicadores, académicos, líderes sociales y algunos ciudadanos de a pie se manifestaron la tarde del domingo 29 en la Plaza Lerdo. Con ellos iba la académica Ester Hernández Palacios, madre de una joven asesinada en 2010: Irene Méndez. Su libro Diario de una madre mutilada, obtuvo al año siguiente el Premio Testimonio Carlos Montemayor.

 

SEPULTURA. Otra persona más -nadie autorizó publicar su nombre-, me dijo que dos hermanos de Martínez viajaron desde la sierra para asistir al entierro. Ahí varias compañeras de la reportera rompieron los moños de las coronas enviadas desde la oficina del gobernador. Alguien dijo: “Ahora todos hablan bien de ella. Antes la criticaban. Era envidia”. Durante la ceremonia luctuosa una mujer tomó el micrófono y dijo: “A Regina no le daba miedo. Marcó la historia del periodismo nacional”.

Más adelante se corrió la voz de que había sido mutilada. Por eso le fue negado a la familia -aunque lo exigió-el derecho constitucional de ver completo el cadáver. Fue identificada por el rostro porque el cuerpo estaba tapado. “Por ley el familiar debe verlo… incluso desnudo”, comentó en corto otro entrevistado. Una semana después, el 7 de mayo, Mayela García Ramírez, presidenta del Colectivo de investigación y Educación entre Mujeres, afirmó que el crimen debía investigarse como feminicidio. Guillermo Manzano escribió: “Después de sus exequias supe quiénes la habían matado: […] los editores y dueños de periódicos que confundieron convenios publicitarios con docilidades ante el poder […] los reporteros que extendieron la mano para recibir el chayote”.

 

EPÍLOGO. La hija menor de Ester Hernández Palacios, hermana menor de la chica asesinada ya mencionada, escuchó por radio que habían matado a Regina Martínez. La joven padece síndrome de down y tuvo un ataque de pánico y entre gritos y llantos dijo: “¡Te van a matar, mamá! No salgas”. El 3 de mayo, cuando estaba a punto de abordar un autobús al D.F., me mandaron un mensaje. Habían aparecido en Boca del Río los cadáveres de los fotógrafos Guillermo Luna, Gabriel Huge y Esteban Rodríguez. A cinco meses de todos estos homicidios no hay sospechosos. A Irene Méndez tampoco se le ha hecho justicia.

 

Información adicional

  • Autor/a: Magali Tercero
  • Bio autor/a: Autora de Cuando llegaron los bárbaros… Vida cotidiana y narcotráfico

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