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Octubre en Jalisco: La ley del galeón y la justicia al revés

El juez que olvida la justicia

12 de octubre.- “El Patrón” es el nombre clave en la justicia en Jalisco, ya que en su nombre se piden muchos favores o se realizan órdenes de liberación de presuntos delincuentes. Bajo la consigna de que son “hombres del Patrón” o “El Patrón pide que los dejen ir”, muchos policías municipales o estatales ven limitadas sus funciones de seguridad porque en Jalisco hay personas que simplemente no pueden ser detenidas o molestadas, este es el caso de dos aparentes delincuentes detenidos por elementos de la Policía Municipal de Guadalajara, el pasado 29 de julio de 2016. A ambos se les detuvo por posesión de armas.

Argumentando que eran hombres de “El Patrón”, su liberación la pidió quien aún preside el Supremo Tribunal de Justicia en Jalisco, Luis Carlos Vega Pámanes, el cual a petición de “El Patrón” marcó minutos después de la detención al Jefe de la Policía de Guadalajara, Salvador Caro, para que los liberara a ambos. La petición fue negada.

De la petición y el contenido de esta llamada por radio nos enteremos casi tres meses después, ya que a través de una filtración al periódico Reforma se supo que quien encabeza la procuración de justicia en Jalisco buscó evitar el proceso de justicia que a su ingreso al Supremo Tribunal juró defender y procurar. Tras la publicación de esta información, Vega Pámanes, cercano al grupo de poder del actual gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, negó todos los hechos e, incluso, señaló que se trataba de una campaña de desprestigio.

Sin embargo, el mismo periódico Reforma hizo público que en 1984 quien encabeza el poder judicial en Jalisco tiene antecedentes penales por agresiones, robo y homicidio cometido en agravio de una mujer a la cual arrolló tras huir en un carro robado del estacionamiento de la Facultad de Química de la Universidad de Guadalajara. Ante esta información, Vega Pámanes pidió licencia para separarse de su puesto en el STJ.

No obstante, no existe abierta ninguna investigación para saber qué nexos tiene éste con “El Patrón” ni para conocer en cuántos juicios pudo haber intercedido a su favor para la liberación de presuntos criminales. “El Patrón”, como muchas otras veces, quedó intacto.

 

La justificación de lo injustificable

17 de octubre.- “Esto nos pasó por rateros” se podía leer es una cartulina verde que fue abandonada junto con seis hombres y una mujer que en shock no podrían creer lo que les había pasado. Todos habían sido amputados de ambas manos, mismas que unos “vengadores anónimos” dejaron abandonadas en una bolsa plástica como una advertencia para todos aquellos que quisieran seguir robando en su zona. La imagen de la barbarie convertida en “justicia”.

En la calle Oro Grande de la colonia Solidaridad en el municipio de Tlaquepaque se convirtió es una de las peores escenas de violencia que ha experimentado Jalisco en los últimos años porque de pronto y sin que nadie viera nada aparecieron estas personas bañadas en la sangre que escaba de los remedos de plástico y cinta que alguien más les colocó sobre la herida que quedó tras la amputación de sus manos. Rafael fue el único que no logró sobrevivir a la tortura que le fue practicada y, por ello, junto a su cuerpo fue dejado el mensaje que buscaba justificar la atroz violencia que le arrebató la vida.

Como si la ausencia de sus manos no fuese suficiente marca, cada uno de ellos –incluyendo a Araceli de 44 años- fueron marcados en su cuerpo con la palabra “rateros” y así fue como se construyó un falso mensaje justificado en que sólo la violencia podrá acabar con la violencia, falacia que –incluso- la Fiscalía General de Jalisco se adjudicó cuando en voz de su titular, Eduardo Almaguer, precisó que: “Se tiene conocimiento de que esta acción se realizó toda vez que esta célula delictiva a la que pertenecían todas estas personas localizadas no había pagado una droga que habían distribuido y por ello se realizó esta actividad, además de darles un escarmiento a otros criminales que se dedican a estas actividades”.

Son delincuentes y con ello una marca más fue adherida a quienes experimentaron en carne propia la ausencia de seguridad que vive Jalisco, ya que cada uno de ellos fue privado de su libertad en distintos lugares de la Zona Metropolitana de Guadalajara sin que nadie lo impidiera y, de la misma manera, fueron torturados y abandonados en Tlaquepaque y nadie fue capaz de detener a los captores. Eran criminales con antecedentes, así que para el Fiscal es casi normal que puedan suceder estas cosas porque “así operan los grupos delictivos”.

La normalidad con la que el Fiscal General habla de la manera de “ser y estar” de los grupos delictivos presentes en Jalisco debiera espantarnos porque detrás de sus palabras se hace presente no sólo la incapacidad de la Fiscalía para terminar con estas formas de operar sino que también se justifican estas acciones violentas porque “ellos son así; así operan”.

Este mismo sentir que detrás de la criminalización lo justifica todo se trasladó a la opinión pública y mediática, la cual emitió rápidas y severas sentencias, ya que estas siete personas tuvieron su merecido porque: “andaban de rateros”, “andaban en malos pasos”, “vivieron la consecuencia de ser criminales”; incluso, en redes sociales o comentarios a las notas que dieron cuenta de esta barbarie se llegó a escribir en diversas ocasiones que: “el castigo se quedó corto porque debieron haberlos matado por lacras”. Sí, debieron matarlos.

Hasta el momento, la Fiscalía de General de Jalisco anunció la detención de dos personas vinculadas al homicidio de Rafael y a la amputación de seis personas. Sus conclusiones preliminares es que se trata de un ajuste de cuentas entre criminales pero que, pese a ello, será investigado todo lo que ocurrió para dar con los responsables.

Los nombres de quienes perdieron ambas manos son José Luis de 36 años oriundo del municipio de Ojuelos; Jesús Osvaldo, 30 años; Rigoberto, 44 años; Cristhofer Salvador, 24 años; Araceli, 44 años, todos habitantes de Guadalajara; Ismael N, 38 años, de San Pedro Tlaquepaque. Rafael, quien perdiera la vida, tenía 39 años y era pareja de Aracely.

Las huellas de violencia que quedarán en ellos conforman también una estampa de la barbarie que vivimos y que jamás debemos olvidar para no volverla a experimentarla.

 

 

 

 

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Darwin Franco
  • Fecha: 24 de noviembre de 2016

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