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En los últimos diez meses he recorrido el país impartiendo talleres y charlas, y una de las preocupaciones que siempre se revelan entre mis colegas es justo que sus medios y editores los inducen u obligan a informar en favor o contra determinadas tendencias político-partidistas; o sea, a desinformar, a emitir noticias claramente tendenciosas, muchas veces contra su voluntad y que no pasarían una mínima prueba de veracidad.

Paradójicamente, mientras entre el grueso del gremio periodístico a través del país se revela esta inconformidad, en muchos de los medios llamados «nacionales», que en realidad son, mayoritariamente, del Distrito Federal, diversos colegas periodistas han asumido de manera abierta, descarada, sus preferencias por partidos y/o candidatos, produciendo contenidos noticiosos que constituyen desinformación.

Nadie pretende que los periodistas no tengamos ideología. Es imposible ser a-ideológicos. Pero esto no significa que faltemos a la independencia e integridad profesionales y a la responsabilidad social inherente a la profesión periodística.

Lo que me entusiasma del Código Internacional de Ética Periodística de la Unesco son precisamente los siguientes dos Principios:

 

«3.- La responsabilidad social del periodista:

«En el periodismo, la información se comprende como un bien social, y no como un simple producto. Esto significa que el periodista comparte la responsabilidad de la información transmitida. El periodista es, por tanto, responsable no sólo frente a los que dominan los medios de comunicación, sino, en último énfasis, frente al gran público, tomando en cuenta la diversidad de los intereses sociales.

 

«4.- La integridad profesional del periodista:

«El papel social del periodista exige el que la profesión mantenga un alto nivel de integridad. Esto incluye el derecho del periodista a abstenerse de trabajar en contra de sus convicciones o de revelar sus fuentes de información, y también el derecho de participar en la toma de decisiones en los medios de comunicación en que esté empleado».

 

Estos Principios no solo son inspiradores, sino un instrumental clave de los periodistas, que da certeza a nuestro trabajo de cara a la comunidad. Y esto me lleva a preguntarme, ya pasado el proceso electoral y con los resultados electorales preliminares de 2012 en mano, ¿qué talante presentarán a sus públicos todos esos periodistas militantes que produjeron notas y más notas, artículos y más artículos favorables a tal o cual candidato, no solo sin rubor, sino sobre todo sin referentes éticos, de nueva cuenta, produciendo desinformación?

Una de las secuelas de la desinformación es la polarización social. Con conocimiento de causa, esos periodistas/propagandistas replicaron y alentaron desde sus espacios corporativos discursos excluyentes, discriminatorios y, sin duda, de odio, amparados varios de ellos en un supuesto pensamiento de izquierda políticamente correcto.

Escribo estas líneas desde el estudio «El llano en llamas» de La Voladora Radio 97.3 FM de Amecameca, Estado de México, orgulloso de la cobertura que hicimos del proceso y la jornada electoral de 2012. Una veintena de compañeros, con diferentes ideologías, fuimos capaces de informar a los ciudadanos de los 15 municipios a los llega nuestra señal de una manera independiente e íntegra, haciendo prevalecer en todo momento el derecho de nuestros radioescuchas a la información, por encima de nuestros intereses, preferencias políticas, deseos y sueños. O sea, nos enfocamos en no confundir ni manipular, en no producir desinformación.

Es claro que decenas de esos periodistas militantes ahora, con el virtual triunfo del priista Enrique Peña Nieto, serán inevitablemente «periodistas oficiales», mientras, enfrente, otras decenas se quedarán con el deseo de saber cómo habría sido su función de «periodistas oficiales» de haber sido electo el perredista Andrés Manuel López Obrador.

Con fortuna, pasados los calores del proceso electoral 2012, el anterior no es un dilema ético con el que uno tenga que lidiar.

 

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