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Un asistente, pronto y solícito, entra a la oficina del gobernador:

¡Señor, señor! Unos periodistas firmaron una carta denunciando que usted utiliza el festival para lavarse la cara por la violencia que hay en el estado. Y es que dicen que 11 periodistas asesinados y 4 desaparecidos son demasiados.

—Ignóralos, no tengo tiempo para eso. Ya les dije a los medios que en mi estado se vive en paz. Aquí lo único preocupante es el robo de frutsis y pingüinos —responde el gobernador.

—Pero firmaron todos, señor, escritores e intelectuales de aquí, de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Son muchos y firmaron todos.

—Con una chingada…¿ y qué dicen los asesores?

—Que hable con los organizadores del festival y les recuerde que el patrocinio que les da es grande y les pida apoyo en este contratiempo; lo asesores dicen que la gente del festival le pedirá que haga algunas concesiones, como abrir un foro para hablar de las víctimas o cosas así, que se indigne cuando lo hagan, pero de ser necesario haga algunas cuantas.

—¿Y rebajarme así? Ni madres, esto lo resolvemos con sobrecitos amarillos; así le hemos hecho antes y así lo vamos a hacer ahora.

—Señor —apura otro de los asistentes— se comunicaron los del festival, dicen que la mala prensa no les ayuda y que, de cualquier forma, ya habían decidido irse a otro lado: que la última vez sus invitados la pasaron encerrados en el hotel por el miedo a salir a la calle y prefieren buscar opciones menos conflictivas.

—¡Hijos de puta! —masculla el gobernador, dando un manotazo a su escritorio—; tanto escandalo por nada, si el último desaparecido ni periodista era, nomas conducía un taxi. Ya ni chingan. A ver, hablen con los asesores, ¿qué carajos hacemos ahora?

—¡Señor, señor!, ya actualicé a los asesores —apunta el primero de los asistentes—y dicen que no se preocupe, que sólo tenemos que hablar con la gente del festival y recordarles que si salen mal de aquí, ningún otro estado en el país querrá patrocinarlos: un evento cultural nomás les sirve a los gobiernos para mejorar su imagen, por eso le meten dinero, así que quién invertirá en ellos si se corre el riesgo de ser abandonado así tan a la mala. Después, hay que decirles que está bien que se vayan, pero que no abunden en el tema de los periodistas asesinados, que no mencionen el nombre de usted y mucho menos sugieran que tiene responsabilidad en el tema, que si quieren hablen de la violencia en general, pero que sean lo más confusos posibles en su pronunciamiento; que no haya una definición clara, pues. También dicen que ni usted ni nadie del gobierno debe declarar sobre el tema, sólo debemos mandar un boletín lamentando que se vaya de aquí un foro tan importante para la libertad de expresión y recalcar que los únicos pierden con la partida del festival son los ciudadanos.

—¿Y qué chingados ganamos con eso? —interrumpe el gobernador.

—Pues dicen los asesores que en la percepción pública quedará la idea de que la gente perdió el festival por culpa de los firmantes y, al final, todo quedará en un pleito entre los intelectuales y el festival. Entre tanta cosa, la gente olvidará que todo empezó porque en nuestra administración han asesinado a 11 periodistas y 4 más están desaparecidos.

—¡Claro, claro!, que gran idea. Si por eso les pago tanto a estos benditos asesores. Si le hacemos sentir a la gente que perdieron el festival, nadie hablará de los muertos ni de la violencia. Ya después hasta me puedo tomar una selfie con algunos reporteros, para que la gente vea que soy un gobernador cercano y todas esas mamadas que les gusta ver en al tele.

—Así es señor, y tampoco dirán que somos el estado más peligroso para ejercer el periodismo —dice el segundo asistente.

—¡Señor, señor! —agrega, emocionado, el primer asistente—, tampoco se acordarán que somos el segundo lugar en el país en secuestros, tercer lugar en desapariciones forzadas, cuarto en feminicidios y quinto en violaciones a derechos humanos…

—Bueno, bueno, ya párale —responde con hastío el gobernador— ¿y qué dicen los del festival?

—Ya hablé con ellos, señor, y estuvieron de acuerdo con todo —informa el segundo asistente—, ya hasta sacaron un boletín, mire: «…el festival ha contado con la presencia de algunos de los más destacados defensores de la libertad de expresión… Bla, bla, bla… Creemos en el compromiso, no en la retirada; en la palabra, no en el silencio ni en el vacío…. Bla, bla, bla… Estamos comprometidos con México…. Bla, bla, bla…hemos decidido que este año mantendremos la fecha de octubre y, en lugar de hacerlo en un lugar determinado, celebraremos el festival de manera digital…»

—Ah, cabrones, que buenos son, ni yo les entendí, ¿entonces se van o se quedan? —pregunta el gobernador en medio de una carcajada—. Cítenme a la gente para tomarme la selfie, cómo chingados no.

 

 

 

Información adicional

  • Por: : José Luis Valencia
  • Fecha: 23 de febrero de 2015
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