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Ideas para una política sobre drogas razonable

Berlín.― Tres semanas después de que entró en vigor en México la «Ley contra el Narcomenudeo» [Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Ley General de Salud, del Código Penal Federal y del Código Federal de Procedimientos Penales], un grupo de periodistas mexicanos conversamos con Harald Chybiak, a invitación del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores alemán.

 


Con su desaliño y estar apacible, Chybiak pasaría por un administrador de empresa, pero es el director del Departamento de Narcóticos de la Policía de Berlín y nos recibe en el tercer piso de un edificio del sureño distrito Tempelhof-Schöneberg.

 

 

 

Es él quien ejecuta la política punitiva de drogas en un Berlín gobernado desde hace más de una década por el carismático alcalde socialdemócrata Klaus Wowereit, quien ha tenido que lidiar con la crisis económica, pero al mismo tiempo liderado el florecimiento de la diversidad cultural en esta última etapa de la post-reunificación alemana.

 

Berlín y el Distrito Federal, en México, tienen mucho en común: son capitales federales, con enormes contrastes socioeconómicos, habitadas por miles de migrantes pobres y una clase media librepensadora; todos sus rincones desbordan expresiones contraculturales y es creciente la disponibilidad de drogas.

 

Por eso, cuando, con método, Chybiak nos presenta el panorama de las drogas ilegales en Berlín, incluida la acción policial bajo su responsabilidad y la política de prevención del consumo a cargo de otra instancia, me es imposible evitar comparaciones y, en algún momento, imaginar una política democrática de drogas para la capital de nuestro país.

 

Pensé que la llamada «Ley contra el Narcomenudeo», con todo y sus defectos, podría ser una oportunidad histórica para que el Gobierno del Distrito Federal tienda a desmarcarse de las visiones antidrogas autoritarias. Y ahora, quizá con cándida esperanza, resumo en doce puntos los aspectos fundamentales de la exposición de Harald Chybiak:

 

1. Identificación del consumo de drogas y el perfil de consumidores por zonas.

 

2. Localización de los sitios de mayor disponibilidad.

 

3. Interlocución entre la policía local antidrogas y las otras áreas de la policía berlinesa, las instancias antinarcóticos de los 16 estados federales en los que se divide Alemania, la Policía Nacional y la de Aduanas, y los representantes de los nueve países vecinos.

 

4. Política de prevención y atención a personas adictas ―que incluye un espacio, un kit y dosis, así como terapia con metadona.

 

5. Delimitación de atribuciones entre las políticas punitiva y preventiva.

 

6. Mecanismos institucionales para la oportuna identificación de riesgos sanitarios debidos a la irrupción en el mercado de sustancias que pudieran causar daños a nivel masivo.

 

7. Enfocar la política punitiva en el tráfico de drogas a gran escala, previendo que una acción persecutoria indiscriminada solo provocará el aumento de precios y, eventualmente, mayores ganancias para los traficantes. [Chybiak considera que «si la policía mete más medios, lo único que consigue es que el precio suba», de modo que «El objetivo principal… es detener y demostrar legal, convincentemente, el acto delictivo, y confiscar la mercancía y todo el dinero que se ha podido ganar y los valores añadidos a base del tráfico, como coches o casas».]

 

8. Establecer orígenes geográficos de la producción; los puntos europeos de internación; las redes locales de distribución, y modus operandi y estructuras de lavado de dinero.

 

9. Sensibilización de jueces sobre el trabajo policial, para que apliquen condenas severas.

 

10. Privilegiar la certeza del castigo sobre su dureza ―en Alemania, la mayor pena privativa de la libertad para un traficante es de 15 años.

 

11. Profesionalización policial. [«En Alemania», dice  Chybiak, «no existen grupos ni personas millonarias que plantan cara a la policía de tal manera que la amenacen con la muerte, todavía hay respeto a la policía… Además, un policía tiene un pago bastante bueno que le hace preguntarse si merece la pena aceptar el soborno».

 

12. Una relación profesional con los medios; la manipulación mediática puede dañar toda una política de Estado. [«Es enorme el miedo de los políticos a la potencia de los medios para imponer un tema en la agenda pública», añade Chybiak.] Así, políticos aterrados llegan a tomar decisiones por encima de políticas democráticas y eficaces.

 

Aparte de sus responsabilidades, Chybiak tiene convicciones: «La única manera de combatir la venta de droga es erradicar el cultivo ―lo que ni la DEA en Colombia, ni las tropas americanas en Afganistán han podido―, o legalizar la venta en los países consumidores, de modo que el Estado tenga el control del mercado... Pero no hay voluntad política para eso».

 

«Una delegación de médicos iranís me dijo que el clima tiene más influencia en la producción de heroína que todas las medidas estatales de la policía en el mundo», concluye el jefe policial, aunque mantiene la ecuanimidad: como sea, «somos un grupo de policías muy motivados, porque tenemos la utopía de resolver el problema de la drogodependencia y el tráfico de drogas. Nuestro objetivo es luchar contra los grandes traficantes y demostrarles que somos mejores, tenemos más medios y somos capaces de quitarles la fortuna que han podido amasar».

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