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#Disiento El Diario de Juárez

Releo una entrevista muy inicial que le hice a Marisela Ortiz y a Alfredo Limas, cuando “eso” venía arreciando. Era un martes y Ciudad Juárez atardecía en el bullicio de sus calles y las luces inequívocas que provoca la puesta del sol en el desierto. Era apenas el 2002, aunque las mujeres asesinadas Juárez ya presagiaban la catástrofe o el “tiempo malo” (como llamó en otra entrevista la madre de Israel Arzate, el joven que fue culpado –injstamente- de la masacre de jóvenes en Villas de Salvarcar, al periodo de la aceleración de la violencia en la ciudad), ya se anunciaba, el país estaba como dormido, jugando al escondite y a la negación: allá eso sucede, no aquí; no pasa nada, no se meten con la gente. Nuestras Hijas de Regreso a Casa, fueron el primer indicio con que topé en mis andanzas como etnógrafa del miedo y las violencias, de que algo no andaba nada bien pero que en medio de lo que ya se percibía como una catástrofe, había una respuesta colectiva, una búsqueda de ser con otras y con otros, de tejer lazos, relaciones, acompañarse en la perplejidad dolida de la muerte brutal y absurda que empezó a caminar el país de norte a sur, de sur a norte, manchando nuestro mapa de lágrimas que se tiñen de rojo y de sangre que se lava con las lágrimas.

En aquella entrevista Marisela dijo: no tenemos miedo porque no tenemos nada que perder, nos han arrebatado todo y somos muchos. Entre aquella conversación y el cuarto aniversario de Nuestra Aparente Rendición, que se cumple este 27 de agosto en un 2014 plagado de preguntas sin respuestas, de madres sin sus hijos, de hermanas sin esposos, de amigos sin su amiga, de maestros sin su alumna, de alumna sin hermano, hay una sola, solamente una cosa que celebrar: lo colectivo que hemos sabido construir, con todo en contra y casi nada a favor.

Y eso es NAR, un espacio colectivo de personas, mujeres y hombres, singulares, distintos pero articulados por una misma voluntad –férrea, indomable-, de hacer ver, de hacer sentir, de construir un espacio que al hablar de la tragedia de otras y de otros, habla en realidad de nuestra propia vida, de nuestra más íntima biografía. No se trata tanto del #NoEstánSolos de los zapatistas –que sigue siendo maravilloso y articulador-  sino más de una inscripción que busca, quiere, trata de activar, todos los días, la memoria; de mostrar que es imposible el abismo de la indiferencia, de construir lazos, puentes, relaciones que nos acerquen más y mejor a esa tragedia que llamamos México.

Por qué estás en NAR, sería una pregunta que admitiría una sola respuesta porque creo en lo colectivo; en las voluntades, cabezas, capacidades, dolores y esperanzas que juntas caminan, vuelan, se hacen poema, video, testimonio, palabra cruda, mapa, estadística, mensaje, guiño. Porque creo que siendo tercas, las personas que optamos por la palabra y el amor, terminaremos por vencer a los señores oscuros. Y, sí. Cuando pensaba en la conmemoración de los 4 años de NAR y en los miedos, en las angustias, en el terror que a veces nos ataca a esta cofradía maravillosa, recordé, otra vez, las lecciones de las madres y padres de Ciudad Juárez, de las y los activistas que han dejado la vida por perseguir la vida: Sí, como dijo Marisela Ortíz: No tenemos miedo, somos muchos.

Y justo cuando armaba estas ideas, estos jóvenes que han dado otro giro al activismo en México postearon este video: Yo Disiento. Sí, disiento.

http://vimeo.com/101678076

No tenemos miedo, porque somos muchas y muchos y tenemos tanto por ganar.

 

 

 

Información adicional

  • Por: : Rossana Reguillo
  • Fecha: 27 de agosto de 2014

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