La manifestación que menciono se dio a mediados de febrero y marcó un hito en la vida civil de Sonora. Fue la primera vez que los ciudadanos de la capital del estado vieron a un grupo antimotines cerrar las calles. Posteriormente, en el domingo 24 de febrero los ciudadanos sonorenses fueron víctimas de un grupo de provocadores con los rostros tapados. Esta vez fueron hostigados frente al Palacio de gobierno. A la semana comenzaron a rondar en las redes sociales imágenes de algunos de estos jóvenes encapuchados. Destacaban dos fotos: una tomada el día del conflicto y otra en la cual aparecía el mismo joven portando un arma de fuego. El 26 de febrero el Movimiento No más Impuestos demandaba por agresión al gobierno estatal.
Ya han pasado varios días desde esos dos acontecimientos y los conflictos en las calles entre la ciudadanía, dirigida por el movimiento No más Impuestos o mejor conocido como Los Malnacidos, y grupos granaderos o provocadores con el rostro cubierto, se han apaciguado. Sin embargo la preocupación por el clima de violencia que sufre el país y algunas partes del estado no se ha retomado de manera importante. Es más, podría apostar que el común del ciudadano en Sonora, especialmente el hermosillense, cree que vive en una ciudad segura y poco violenta. Por eso el grito de las mujeres a los granaderos fue: “Váyanse al Sasabe a agarrar narcos”. Creyendo de manera ingenua que las muertes entre grupos criminales sólo se dan en esa región. Algo que se desmiente rotundamente si revisamos los periódicos y vemos que el municipio del estado con más muertes por armas de fuego es el de Hermosillo. Este mes alcanzo la cifra de 8 muertes, mientras que en el citado Sasabe hubo únicamente un muerto registrado en los periódicos estatales.
En los meses de enero y febrero el Diario de Caborca se dio la tarea de llevar un conteo regional y publico que durante esos dos meses registró un promedio de un muerto por día, cifra que reconocían era mayor a la que habían percibido el año pasado por las mismas fechas. Es decir, ha habido un incremento de la violencia en el estado. Y este mes de marzo no ha sido la excepción. Escribo esta editorial el 27 por la noche y según el conteo de Menos días aquí, Sonora lleva registrado 27 muertos en este mes. De estos 27 tenemos que 9 son cuerpos sin identificar. Un tercio de las víctimas. Este último dato puede parecer lo de menos cuando comparamos los muertos de Sonora con los de otros estados como Chihuahua o Veracruz, pero si somos más incisivos y comparamos este dato con los arrojados por un estudio que se dio a conocer en enero de este año, veremos que Sonora es uno de los estados más insensible al dolor de las víctimas de este fuego cruzado entre crimen organizado y fuerzas del estado.
El estudio que menciono se hizo con la información recabada de los servicios médicos forenses de los estados de la Republica. En este informe se deja ver que los estados con más cuerpos sin identificar en lo que va desde que Calderón declarara la guerra contra el crimen organizado hasta enero de este años son: Veracruz con 5, 245, Nuevo León con 2,990, Guanajuato con 2,432 y Sonora con 2,077. Lo que nos sitúa en el cuarto puesto de los estados con más cuerpos sin identificar. En este mismo estudio también se rebeló que las ciudades con más cuerpos sin nombre son: Veracruz 3,748, Monterrey 1,505, Xalapa 960 y Hermosillo 754.
Menciono todo esto porque me parece curioso e incluso irónico que en dos meses en los que la violencia se ha incrementado en el estado, febrero y marzo, surja un movimiento ciudadano que se le conoce como “Los Malnacidos” debido a la desafortunada declaración de Padrés que llama “sonorense malnacido” a quien no quiera pagar los nuevos impuestos. Es curioso porque por un lado vemos cómo la ciudadanía se volcó a las calles para defender su dinero con la consigna de ser un orgulloso malnacido sonorense, resaltando el gentilicio a más no poder, y por otro lado esa misma ciudadanía pasa por alto que un tercio de las personas asesinadas en el estado no son reconocidas porque muy probablemente no sean sonorenses –sino, en su mayoría, migrantes-. En este sentido creo que a la sociedad sonorense aún le cuesta trabajo reconocer que es parte de un país que sufre y pasa por uno de los momentos más dolorosos de su historia. Por este motivo en las próximas entregas de esta editorial buscaré describir el por qué de esta distancia. Quizás reflexionando en esto y compartiéndolo con personas de otras regiones del mapa del dolor que ahora es nuestro país, podremos digerir esta violencia que compartimos y experimentamos de maneras distintas.
